Capítulo 5: La séptima cicatriz

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La pancarta de arriba que hasta en ese momento se me ocurría mirar me heló la sangre por completo. ¡Me había formado en el registro civil en lugar de en el puesto de comida!, y eso no era lo peor: Nathan me había seguido creyendo que yo estaba en el puesto correcto... ¡Y ahora parecía que ambos íbamos a...!

— ¿Ven?, sí que tenía razón, ¿eh parejita? — río Charles.

— ¿¡Qu-...!? ¡No, esto es un mal entendido, nosotros íbamos al-...!

Nathan no logró terminar, pues Devlin, Charles y Robert se le adelantaron para seguir con su tonto y embarazoso juego mientras el grupo de chicas nos cerraba el paso formando un círculo por detrás. ¡Carajo!

— Disculpe señorita, estos dos se quieren casar — mintió Robert a la empleada, quien de inmediato los atendió.

— Claro que no, esto n-... — fui interrumpida de nuevo.

— Por supuesto chicos — dijo la empleada amablemente.

¡Aah!, ¿por qué las cosas siempre tienen que darse bien cuando son para mal? ¿¡Por qué!?

— Comencemos, ¿cuáles son sus nombres?

— Margot Treece y Nathan Paxton, ellos-...

— No ¡Alto!

Finalmente Nathan logró que Robert se callara.

— Vaya, creo que el novio quiere decir unas palabras — río Marnie.

— ¡Ya cállense! — alcancé a gritar antes de que mi cara se tornara de un leve color carmesí a causa de la vergüenza.

— Muy bien, solo necesito que firmen aquí — dijo la empleada como si estuviera sorda y no se diera cuenta de lo estaba sucediendo justo frente a sus narices.

— Yo soy testigo.

— ¡Y yo!

— Muévanse, ¡Yo también firmo de testigo!

Gritaban los demás mientras se amontonaban alrededor del papel en la mesa del puesto con nuestros nombres escritos.

— Ahora la firma de los comprometidos — dijo la empleada dándole una pluma a Nathan y otra a mí.

— Rápido ¡Firma Nathan!

— Vamos Treece, ¿que no soñabas con esto?

Juro que voy a golpear a Devlin por decir eso... ¿por qué esa escena me sonaba tan horriblemente familiar?

— ¡¡Devlin, vas a pagar por esto!!, ¡¡Malvada hija de ar-...!!

— ¡¡YA BASTA!!

Todos al fin se callaron. Incluso la empleada se volvió finalmente hacia nosotros.

— ¡Ya déjennos en paz, grupo de idiotas! — dijo Nathan antes de darse la media vuelta y marcharse muy molesto.

Aprovechando la oportunidad, me escabullí de igual manera sin voltear atrás. Me puse de nuevo los audífonos y me refugié en la cafetería. Esta vez fue una canción de tristeza en el aleatorio de mi playlist lo que puso mis ánimos por los suelos de nuevo, y de pronto, ¡Sorpresa! ¡La persona con la que menos quería toparme en el momento: Nathan!

— Hola Margot — dijo acercándose.

Rápidamente descubrí una de mis orejas... ¡Que suerte!, ahora también me daban nervios hablarle a él, ¿¡por qué!?, simple y sencillamente... ¿Por qué?

— Hola...

— Vaya cosa. ¡Qué lata con ese grupo de idiotas!, ¿no crees?

— Jaja, y que lo digas; pero ya sabes cómo son.

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