DIEZ

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Mía

Llegué a casa sintiendo que cada uno de mis pasos era amortiguado en nubes de algodón. Tras dejarme caer en mi cama, admiré el techo con dedicación, mientras uno a uno los recuerdos de lo sucedido momentos antes en la clínica, irrumpían de manera constante y fluida, como un río en dirección al mar.

Su mirada, había tenido el brillo de tiempos pasados cuando ella me amaba.

Sus labios, habían temblado ligeramente al verse descubierta por mí mirada tal y como hacía antes.

Había pedido que cantara para ella como tantas veces lo había hecho con anterioridad, y su mirada anclada a la mía  fue tan intensa como en aquel entonces.

El contacto de su piel en la mía quemaba con la misma intensidad de siempre.

Y cuando su mirada se anclaba a la mía, volvía a sentir que el mundo a nuestro alrededor se detenía lentamente hasta quedar suspendido en la nada. De alguna manera sentía que ella comenzaba a reaccionar a mí, no sé si Emma comenzaba a recordar o algo, pero sin duda su expresión y postura corporal había rebelado algún grado de reacción ante mi cercanía, ante mi canto, ante mi amor por ella que superaba toda barrera física que yo pudiese establecer.

Si mi corazonada era certera, de alguna manera el amor que Emma había sentido por mí se activaba ante nuestra cercanía y si eso era correcto, era cosa de tiempo que ella pudiera regresar a mí.

En pocos días sería dada de alta y ya podría intentar un mayor acercamiento a ella e incluso llevarla a los lugares a los que amaba ir.

*

Comenzaron a pasar los días de manera lenta y constante. Tal como lo diagnosticado, Emma fue dada de alta y ya estaba comenzando a reincorporarse poco a poco a su vida normal. Pasaba con ella tanto tiempo como podía y disfrutar de su compañía y cercanía fuera de la habitación de la clínica, se estaba convirtiendo en la mejor de las drogas para mí, una muy atractiva, deliciosa y adictiva.

Pero tal como a una droga, la cercanía de Emma no era deseada únicamente por mí y Simón no perdía oportunidad para invertir tiempo a su papel de "novio dedicado" con mi chica, lo que por cierto me asqueaba y enfurecía a partes iguales. Parecía que pese a todas mis advertencias, él simplemente no comprendía el concepto de "farsa" y se envolvía tanto en Emma, que hacía más dificultoso el que ella pudiera comenzar a recordar su vida como realmente era... A veces temía que esta situación le resultara tan atractiva al maldito infeliz, que no me quedó más remedio que citarlo en una cafetería para poner nuevamente los puntos claros sobre la mesa.

Desde el comienzo de aquella conversación nefasta quedó en evidencia que mis temores no eran del todo una locura, Simón confesó su deseo de dejar las cosas así como estaban para la "paz mental de Emma", aunque eso significara que ella estuviera viviendo un engaño.

— ¡No me vengas con esa mierda!. Ella era mi novia y lo sabes, no tienes derecho a aprovecharte de esta situación para estar con ella, sabiendo que ella no te pertenece, eso es jugar bajo y sucio — ladré furiosa

— Pero... ¿Y si es obra del destino que ella piense que soy su novio? Quizás es una señal — señaló con cara de imbécil.

— ¡No me toques mis derechos! — rugí — ¡Qué obra del destino ni que mierda! ¡Todo esto es obra de tu imbecilidad al conducir en este estado, no olvides que todo esto es tu culpa! Ella es mía te guste o no te guste y más te vale que te vayas mentalizando que debes ir haciéndote a un lado. Ella algún día recordará su pasado y te odiará profundamente al ver la forma enferma y asquerosa en la que la engañaste si no paras con esta farsa — acerqué mi dedo acusador a su rostro hasta casi rozar su nariz, tentada en empuñar la mano y quebrársela de una bofetada.— Así que o te alejas de ella o yo me encargaré personalmente que ella recuerde todo y sé de cuenta de lo bastardo que eres.

Sin esperar respuestas me levanté veloz y dando una media vuelta violenta salí indignada por la puerta de la cafetería. Si quería guerra la tendría.

*

Dejé de poner atención a Noelia al momento de verla acercarse, tan hermosa como siempre. Guiñé un ojo disimuladamente a nuestra amiga y con una media sonrisa traviesa me volteé completamente a la dirección en la que se acercaba Emma. Sin dejar de admirar su rostro sonreí coqueta y contoneando mis caderas de más, intencionalmente, me acerqué a su encuentro. Sonreí triunfal al ver cómo detenía lentamente la velocidad de sus pasos hasta quedar detenida a unos cuantos metros, observando sin tapujo ni disimulo mi contoneo efusivo y sensual al caminar. Juraría que sus labios se entreabrieron ligeramente y el tenue brilló de sus dientes inferiores me atraparon como una polilla por la luz.

Sin dejar de sonreír coqueta la alcancé pasando por alto la distancia mínima que siempre procuraba mantener entre nosotras, para aferrar por encima de su cintura entre mis brazos y estrecharla con afecto. Sentí su corazón latir furioso contra el mío y no pude evitar una sonrisa. Ya que Simón se había negado a acabar con la farsa yo misma me encargaría de hacerle recordar a Emma lo que éramos y despertar cada uno de esos sentimientos que él accidente había reprimido en su subconsciente.  La realidad en las preferencias sexuales es un sentimiento potente que ningún tipo de amnesia puede evadir demasiado tiempo. Emma comenzaba a demostrar reacciones ante mi cercanía y eso era señal que sus instintos estaban resurgiendo. Ahora era el momento de darle ese empujoncito que ella necesitaba para comenzar a recordar hacía donde iban sus intereses anteriormente.

Sin dejar de estrechar su espalda me separé tan sólo un poco de ella, lo suficiente para estar a unos centímetros de su rostro e inclinarme a besar su mejilla suavemente.

— Amiga cómo estás — saludé acariciando su espalda que aún era rodeada por mis manos — Ya se me hacía extraño no verte, me preguntaba donde te habías metido.

Le guiñé un ojo coqueta y sonreí al ver cómo intentaba tragar saliva, inmóvil con su mirada aferrada a la mía.

— Y-Yo... tuve u-un retraso por la congestión de carros. Lo siento... no quise preocuparte. — sus mejillas fueron teñidas por un sutil rubor.

Retiré una de mis manos de su espalda para llevarla a su rostro y acariciar con suavidad su mejilla. Observé el rubor subir de intensidad en cosa de segundos y me incliné a besar lentamente su mejilla una vez más, la cual estaba ahora absolutamente cálida. La distancia era tan mínima entre ambas, que no pude evitar sentir su estremecimiento leve al contacto de mis labios en su piel.

— Claro que me preocupas... sabes que te adoro y me muero si te sucede algo Emma — susurré mirándola fijamente a los ojos sin preocuparme de disimular el amor y la preocupación que sabía transmitía mi mirada.

Contuvo el aire durante unos segundos y durante el transcurso de los siguientes lo botó lentamente... Abruptamente rodeó mi cuello con sus brazos y suspiró suavemente contra mi piel.

— Lo lamento Mía — murmuró contra el hueco de mi cuello.

Se separó lentamente, aún con su rostro rojo y mirada penosa.

— Te perdono —le guiñé un ojo — Ahora bien... me sentiría mejor si me aceptas que te invite a un helado al acabar las clases para que pasemos la penas.

Y con toda la intención me di vuelta para comenzar el camino de regreso a una risueña Noelia que nos observaba con los ojos inmensos, contoneando mis caderas nuevamente y asegurándome de darle una buena vista. Al no sentir sus pasos me volteé para verla inmóvil en su sitio, con los labios entreabiertos y su mirada fija en mí.

— ¿Vienes? — le guiñé el ojo.

Sonrió nerviosa y comenzó recorrer la distancia entre ambas para alcanzarme. Me volteé nuevamente hacia Noelia con una gran sonrisa. Los instintos de Emma definitivamente estaban despertando, solo era cosa de tiempo que volviera a mis brazos.

Vida Nueva ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora