EPÍLOGO

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Emma

Algunos años después...

Tomé aire profundamente durante una fracción de segundo intentando no entrar en un colapso nervioso. Me pareció sentir tan claramente como durante los segundos siguientes el aire entraba a mis pulmones casi en cámara lenta, mis pulsaciones aumentaban gradualmente su ritmo y el sonido ambiental parecía diluirse notoriamente. Unos suaves y conocidos dedos estrecharon suavemente los míos, provocando que por una milésima de segundo mi corazón, que parecía haberse detenido, volviera a latir en su pulsación normal.

— ¿Estas lista amor? — la melodiosa voz de Mía terminó de traerme en mí de aquellas cavilaciones y centré mi mirada en ella.

Estaba absolutamente hermosa.

Mis ojos hicieron un recorrido agradable por su anatomía, detallando pausadamente el precioso vestido entallado color marfil que acentuaba sus curvas con detalles de pedrería en el escote y cintura, el precioso ramo de rosas blancas que sostenía entre sus manos; sus favoritas; y sus pies enfundados en unos hermosos zapatos de tacón a juego con el vestido marfil. Mi vista comenzó a subir lentamente hasta su cabello oscuro asido en un peinado juvenil pero delicado con algunos mechones sueltos enmarcando su rostro. Sonreí aprobatoriamente ante su despampanante presencia, me provocaba suspirar solamente el verla allí, tan hermosa, aferrando mi mano con la suya, lista para dar este nuevo paso juntas en nuestras vidas.

Sus ojos se achinaron sonrientes al encontrarse con los míos y un leve sonrojo coloreó sus mejillas, mientras comenzaba un recorrido lento con su mirada admirando a su vez toda mi anatomía. Pude distinguir el brillo en su mirada al detallar mi vestido ceñido rosa claro que resaltaba mi figura, luego mi ramo de rosas rojas; mis favoritas; y posteriormente mis zapatos blancos a juego. Levantó la mirada para apreciar mi rubio cabello recogido en un trenzado sentador y femenino, sonriendo agradada ante mi apariencia.

— Estoy lista preciosa, ¿y tú lo estás?— murmuré finalmente y añadí — Estás absolutamente hermosa.

Su bella sonrisa no tardó en aparecer.

— Estoy absolutamente lista cariño — asintió sonriente — Y tú estás deslumbrante.

Le devolví la sonrisa antes de acercarme a su rostro para buscar sus labios. Un dulce beso me devolvió el alma al cuerpo mientras y los rastros de nerviosismo se disiparon hasta convertirse en nada.

La puerta se abrió levemente en una rendija, mientras una emocionada Noelia asomaba la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja.

— Chicas es el momento, la jueza acaba de ingresar por la puerta posterior.

Asentí consciente de la profunda emoción que reflejaba mi rostro y dando una veloz mirada a Mía apreté ligeramente sus dedos. Su encantadora sonrisa me abrazó el alma y ambas fijamos nuestra mirada en las puertas al momento que estás se abrían lentamente de par en par, revelando el salón atiborrado de personas, tanto familiares como seres queridos que estaban presente acompañándonos en este día especial.

Entre sonrisas y aplausos nos acercamos por el pasillo en dirección a la mesa en la que aguardaba la jueza con expresión agradable. Nos ubicamos frente a ella, dando la espalda a los invitados. A nuestros costados se ubicaron Francia y Gonzalo; nuestros respectivos hermanos; como testigos.

La jueza ofició la ceremonia con solemnidad, en todo momento mi mano estuvo aferrada a la mano de Mía y cuando finalmente dimos nuestros votos junto a la postura de las sortijas, una inmensa sonrisa de felicidad surcó mi rostro, que permaneció durante los minutos en que firmamos el libro de registro de unión civil conyugal.

— Entonces las declaro esposa y mujer. Pueden besarse — finalizó la jueza extendiendo la libreta de matrimonio con una mano en nuestra dirección.

Mía la recibió con dedos temblorosos de la emoción y en un segundo me estrechó entre sus brazos mientras nuestros labios se unían sellando esta promesa de amor eterna.

— Juntas para siempre — murmuró feliz al separarnos.

— Juntas para siempre — sonreí admirando su rostro tan amado.

Nos volteamos a los presentes quienes nos celebraron con vítores y aplausos. Gonzalo se acercó a abrazar a Mía mientras Francia hacía lo propio conmigo. La abracé con fuerza, disfrutando de su cercanía.

— Cuidado, no olvides qué hay un bebé en camino — sonrió mientras ponía una mano protectoramente sobre su vientre.

— Oh es verdad, ¡lo siento! — sonreí inclinándome para acariciar su pequeña barriga de casi 5 meses — Lo lamento princesa Kensi, ya sabes lo efusiva que es tía Emma.

— Lo que le espera a mi pequeña con semejante tía — Francia río con ganas.

Entre risas se alejó a abrazar a Mía y en su lugar fui inmediatamente estrechada por los brazos de mamá quien exclamaba felicitaciones muy emocionada, mientras sostenía con un brazo a una inquieta Nina.

— Gracias mamá — besé su mejilla y luego volviéndome a Nina que se removía inquieta intentando saltar a mis brazos — ¿Cómo está la princesa de mamá?

La aferré entre mis manos en lo que terminaba de recibir los abrazos y felicitaciones de los demás presentes.

Luego de la sesión fotográfica, partir el pastel y compartir del cóctel, finalmente nos apartamos un minuto con Mía y por supuesto Nina en mis brazos, para tener un tiempo familiar a solas.

— Y finalmente llegó el día — Mía me besó a la vez que daba una caricia a la pequeña cabeza de Nina — Finalmente somos una familia oficial.

— Lo somos mi amor — sonreí emocionada — Tengo a mis amores conmigo y eso me hace profundamente feliz.

Extendí mi mano a Mía admirando nuestras sortijas, su mirada siguió a la mía y sonriendo se acercó atrapando mis labios entre los suyos, en un beso tan suave y nuestro que disfruté durante cada segundo que duró. Los latidos de mi corazón aumentaron de intensidad al reconocer los latidos del suyo, en respuesta y sumisión automática ante ella.

— Bueno, será mejor que vayamos a disfrutar de la velada mi amada esposa, luego tendremos toda la vida para nosotras tres, o cuatro cuando decidamos ampliar familia — suspiró aún con su mirada prendida a mis labios.

— Toda una vida... eso suena bien — le dediqué una mirada coqueta, pero a la vez cargada de amor — Una niña estaría bien — entrecerré los ojos soñadora, imaginando nuestra vida con una pequeñita.

Y con nuestros dedos aferrados volvimos a la celebración, disfrutando de nuestra unión legal y agradecidas, de poder compartir nuestras vidas.

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