TRECE

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Emma

Llegué a casa sintiendo dejar mis pasos sobre nubes de algodón, con temor que al menor paso en falso caería abruptamente a azotarme contra el suelo.

Aquella noche no pude dormir, la pasé en vela angustiada pensando que hacer. Por un lado ahora que sabía la verdad no quería vivir sin Mía, pero por otro lado sabía que estar con ella sería un riesgo muy grande que no podría pagar. El incendio con nuestras familias sería catastrófico y no podía dañar de esa manera la relación con sus padres.

Mi vida en estos momentos es una granada y al momento que explote necesito afectar a la menor cantidad de personas posibles.

Por un lado estaba perder a Mía, y por el otro estaba perder a nuestros padres y familia directa que no nos apoyaran. Pese al dolor de mi alma estaba claro hacía que lado se inclinaba la balanza y antes que los primeros rayos del sol iluminaran al alba ya tenía mi decisión tomada.

Tomé el móvil cuando el primer rayo del sol iluminó la rendija de la ventana y conteniendo las lágrimas envié un texto a Simón. Ya estaba hecho. Ahora sólo quedaba esperar un par de horas hasta acudir al lugar en el que lo había citado, mi destino ya había sido trazado.

Pasaron las horas y el encuentro con Simón llegó a su curso, provocando una cuchillada en mi corazón. Expuse frente él mi aceptación ante sus términos, haciendo hincapié que me veía en la obligación por su extorsión despiadada, pero bajo ningún motivo lo amaba y que no podía esperar que lo hiciera. Sólo aparentaríamos continuar siendo su novia.

Hasta que supiera que hacer para zafarme de aquel martirio. Claro que este pensamiento no se lo expuse, pero lo albergaba como una llamarada de esperanza en mi corazón.

Llamarada que recibió sus primeros baldes de agua fría al verme en la obligación de ignorar los mensajes y llamadas de Mía. Si hablaba con ella en estos momentos no podría evitar quebrarme y todo se iría a la nada. Sólo me consolaba que era viernes, no tenía clases en la universidad y podría fugarme a casa de alguna prima el fin de semana para evitar a Mía, pues estaba segura que iría en mi busca si continuaba evadiendo sus intentos de contacto.

Para tener la coartada para mi viaje tuve que exponer la situación a Francia, sin embargo mi hermana es experta en escarbar más allá y no pasó mucho tiempo hasta que ya le había tenido que exponer toda la situación. Luego de poner el grito en el cielo, maldiciendo todo el árbol genealógico de Simón, finalmente se puso a pensar hasta quemarse las pestañas, mientras yo hacía lo propio.

— ¡Ya lo tengo! — exclamó desaforadamente luego de tiempo indefinido — Vas a aceptar sus condiciones pero no de la forma que él cree... lo que él busca es estar contigo a como dé lugar y le haremos creer que lo estás.

La miré con cara de no entender nada.

— Mira, es simple — rodó los ojos — Tu no vas a viajar a ningún lugar arrancando como una cobarde. Vas a llamar a Mía y le vas a contar todo lo sucedido con ese rufián tal como me lo has contado a mi. Mía no puede encararlo porque evidentemente eso es lo que él espera para ponerlas en evidencia. Y es ahí donde entra nuestro plan, le harán creer que la dejaste, hasta que se exponga la relación de ambas con sus padres y los nuestros, no te preocupes por nada que sé cómo tratar este tema con ellos. Y en cuanto ya estén informados los padres, entre las tres le daremos su merecido a Simón, enviándolo a la mierda que es donde pertenece.

— Comprendo pero en lo que hablamos con nuestros padres, como lo haré para estar a solas con Mía... de seguro Simón estará rondando nuestras casas — protesté.

— Tranquila que ya pensé en eso — revolvió en su bolsillo extendiéndome un manojo de llaves — La tía Rosa como sabes se fue vacaciones durante algo más de un mes y me dejó a cargo de cuidarle la casa. Puedes llevarte a Mía para allá cuantas veces quieras para que estén tranquilas y con privacidad ante el imbécil ese.

Asentí recibiendo las llaves en la palma de mi mano. Una sensación cálida similar a la esperanza se anidó en mi corazón. Sonreí agradecida a Fran, estrechándola entre mis brazos.

— ¡Gracias hermana! No se que haría sin ti...

La besé sonoramente en sus mejillas provocando en ella sendas carcajadas contagiosas. Entre risas y suspiros de alivio tomé mi móvil para marcara a Mía.

— ¿Linda? Si, soy yo, necesito que nos reunamos por favor. Si, ahora mismo. Apunta esta dirección y nos vemos allí en una hora... — miré de reojo las llaves que aún descansaban en mi mano.

*

Pasaron los días y con Mía sobrellevábamos de manera estoica toda aquella situación. Cada vez que podíamos nos arrancábamos a casa de mi tía a pasar tiempo juntas, aunque aquellos momentos no podían ser tantos como deseábamos debido a la contante presencia de Simón rondando mi espacio.

Luego de poco más de una semana, ya casi de noche finalmente recibí la tan ansiada señal. Fran me envió el texto avisando que mañana sería el día, ya tenía todo listo.

Mañana mis padres conocerían acerca de mi situación sentimental con Mía, a la vez de mis preferencias sexuales. Pese a los nervios que me embargaban no me quedaba más que confiar en mi hermana mayor y su plan. Deseaba confiar con todo mi corazón que su idea resultaría y que todo saldría bien para nosotras.

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