Capítulo 1

8.2K 179 20
                                    

“No puedo creer que Hanna sea tan egoísta”, se repetía Emily una y otra vez en su mente mientras apretaba el volante del coche entre sus manos y hacía un esfuerzo monumental por no pisar a fondo el acelerador.

Iba camino de la casa de Alison para intentar detener su descabellada huída. ¿Cómo era posible que Hanna la estuviese ayudando en ese estúpido plan? Bueno, si es que a “salir corriendo una vez más” se le podía llamar plan.

Emily entendía que Hanna no estuviese cómoda con Alison tan cerca, pero jamás se hubiese esperado que la incitase a desaparecer de nuevo. Después de todos los peligros a los que habían hecho frente, de todos los esfuerzos y sacrificios que se habían visto obligadas a llevar a cabo, después de todo el terror, el dolor, la ansiedad… después de todo eso, cuando Alison finalmente optaba por dejar de huir y regresar a sus vidas, entonces, Hanna decidía que la odiaba y que no la quería cerca nunca más.

Al llegar a la puerta de la casa de Alison, Emily apagó el motor y observó que no había luces encendidas en el interior del edificio. Su corazón se aceleró un poco más. Tenía sentido que las luces estuviesen apagadas si intentaba huir, pero aquel pensamiento no logró desplazar la terrorífica idea que ocupaba cada rincón de su mente: “llegaba tarde”.

Sabía que solo si abandonaba rápidamente su coche y entraba en esa casa tendría alguna posibilidad de detener a Alison.

“Pero, ¿qué le digo?”, estaba paralizada en el asiento sin saber cómo convencer a la rubia de que desaparecer otra vez era una terrible idea. Tenía que reconocer que allí no estaba precisamente a salvo pero, al menos las tenía a ellas cuatro (bueno, tres), ¿dónde iba a estar más segura? Y además, no iba a permitir que volviese a desvanecerse de su vida, si Hanna podía ser egoísta, ella también lo sería. La quería, no era ningún secreto, seguía enamorada de ella y se negaba a perderla una vez más.

Con aquella última reflexión consiguió las fuerzas necesarias para salir con presteza del coche y aproximarse a la casa.

La puerta de la entrada estaba abierta, algo que Emily esperaba, lo que no había previsto eran los sonidos de cristal rompiéndose ni los golpes propios de un forcejeo. Entró a la carrera en el salón y la imagen con la que se encontró la dejó helada: Alison estaba tendida en el suelo, boca abajo, completamente inmóvil, y una figura vestida de negro abandonaba la habitación por la ventana más próxima.

- ¡Alison! – En segundos se encontró en el suelo, sosteniendo el cuerpo inerte de Alison entre sus brazos, acunándola, repitiendo su nombre una y otra vez, tan aterrorizada que ni las lágrimas se atrevían a rodar por sus mejillas.

Se despertó de súbito, incorporándose con rapidez en un intento de detener la angustia que le oprimía el pecho. Era la cuarta noche que tenía la misma pesadilla, la cuarta noche en la que no podría volver a dormir.

Desde que habían intentado estrangular a Alison todo había sido estrés e inquietud para Emily. Aquella noche llegó a tiempo para salvarla, pero cuando no estaba cerca de ella una sensación de desazón indescriptible la asaltaba y la sumía en un estado de nervios que le impedía comer, dormir o pensar en otra cosa que no fuese el peligro que aun las acechaba a todas.

Respiró hondo repetidas veces, con los ojos cerrados y las manos en la cabeza, intentando calmar los latidos desbocados de su corazón. Entonces oyó un ruido que la puso inmediatamente en alerta.

En la ventana, tratando de cerrar el cristal silenciosamente, pudo reconocer una melena rubia.

- ¿Alison? – Preguntó en un susurro y la ventana se detuvo a medio camino del marco, un momento de titubeo. - ¡Ali!

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora