Capítulo 11

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Alison resopló, dejando caer la caja de libros sobre el suelo. Era la quinta caja que le hacían subir desde el almacén y ahora le tocaría colocar todo su contenido donde fuera que lo tuviese que colocar… otra vez. ¿No se suponía que el domingo habían preparado la tienda para toda la dichosa semana?

Era miércoles, cerca de las 12 del medio día y ya estaba exhausta. Había clientes rondando entre estantes, la luz artificial que emitían los fluorescentes no dejaba que sus pupilas se relajasen y la calefacción que habían empezado a poner el día anterior la estaba agobiando. 

La rubia había pensado que el primer día, aquel lunes que amaneció lluvioso, sería el peor, pero realmente resultó ser el más tranquilo. Aun con el poco tiempo que llevaba en la ciudad, la chica ya había llegado a la conclusión de que París era un lugar lluvioso, por lo que sus habitantes debían estar acostumbrados a las ocasionales gotas que salpicaban sus calles día sí y día también, pero el hecho de que el invierno comenzase a hacer acto de presencia hacía que una manta y un sofá superasen el olor a libro nuevo, por lo que le pareció comprensible no tener que atender a más de 4 personas en su primer día de trabajo con “público”. Gracias a eso pudo aprovechar y dejar que John le enseñase cómo funcionaban los registros de novelas en los ordenadores, aunque más bien lo que hizo fue dejarlo hablar de códigos y contraseñas mientras se fijaba en los botones que pulsaba, la informática no era una de sus pasiones. 

El martes ya entró un poco más en acción. Le sorprendió el hecho de que casi siempre hubiese alguien transitando el lugar, creyó que una librería inglesa en París tendría muy poca salida, pero si la tienda había llegado a las dimensiones que tenía actualmente sería por algo.

Alison se acuclilló y rompió con las tijeras el adhesivo que mantenía la caja cerrada. Eran novedades, al menos no tendría que estar buscando estanterías por géneros, podía colocarlo todo en una de las mesas principales. Cogió unos cuantos libros y se alzó, sintiendo como le tiraba la espalda, acabaría con una lesión si la seguían explotando de aquella manera.

- ¿De verdad vas a seguir ignorándome?

La rubia se giró y vio a una chica con el pelo más rubio que el suyo, la piel más morena que la suya y los ojos más claros que los suyos, hablándole a la espalda de un chico que estaba subido en una escalera, buscando algún libro en uno de los estantes más altos. Ambos llevaban el mismo chaleco que ella.

- Ay Bruce, de verdad, pareces un crío. – Ann se cruzó de brazos, aparentemente molesta, pero ni se movió del sitio ni quitó esa mirada de cordero degollado que llevaba a todas partes.

El chico no respondió, tan solo se limitó a leer lomo por lomo todos los títulos que tenía delante de él.

Alison puso los ojos en blanco, menudo par.

La rubia no sabía cómo habrían sido antes de que ella llegase, pero ahora Ann se había convertido en la sombra de Bruce y había estado persiguiéndolo por toda la tienda durante cada minuto que habían pasado allí. ¿Acaso no se daba cuenta de lo patética que parecía?

Eran como una pareja de revista, perfectos, eso nadie podía negarlo. Físicamente parecían hechos el uno para el otro, los dos bronceados, de cabello y ojos claros, ambos con cuerpos de infarto, ¡pero eran una auténtica pesadilla!

Alison comenzó a colocar libros, intentando ignorarlos, se ponía nerviosa cuando veía como Ann se arrastraba por él. Fuera lo que fuese que hubiese hecho ya había sucedido, y no parecía tener solución, así que, ¿para qué humillarse de esa manera? Ella nunca se rebajaría a algo así, jamás.

“Por Emily lo harías”, se le escapó a su subconsciente y se quedó con un libro en la mano, mirándolo sin verlo… porque sabía que lo haría, por Emily.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora