Capítulo 16

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Emily desplazó el peso de su cuerpo de una pierna a otra, intentando no parecer muy impaciente, mientras la pareja a la que estaba sirviendo decidía que postre quería tomar.

Era viernes y le quedaban menos de veinte minutos para acabar su turno. Al día siguiente tendría que trabajar y, por experiencia, sabía que sería el día más duro de toda la semana, pero estar a las puertas del fin de semana aun generaba una cierta efervescencia en su interior, una efervescencia que probablemente adquirió en sus años de instituto y todavía conservaba.

Además, quería ver a Alison.

Las cosas estaban yendo bastante bien entre las dos, ya llevaban un mes en París, ya llevaban un mes juntas. Era cierto que, a veces, el fuerte carácter de la rubia se ponía de manifiesto, y que las dudas de la morena la estaban obligando a mantener el contacto físico dentro de unos límites, pero… obviando eso, ambas chicas estaban bien.

Aunque… los breves momentos que podían pasar a solas en la habitación les parecían escasos a las dos, y más aún cuando esa extraña mujer del hotel las interrumpía prácticamente cada noche. Alison tenía la teoría de que era una pervertida y había puesto cámaras en los agujeros de las paredes, porque cada vez que la cosa se ponía interesante, la señora aparecía y no se largaba hasta que le hacían caso, de hecho, hubo una noche en la que la interrupción fue demasiado descarada…

Flashback

Casi era media noche y parecía que el cielo se venía abajo. Los truenos sacudían las endebles paredes de la habitación y los relámpagos eran como la estridente luz de un proyector, enfocando directamente el interior del cuarto de forma intermitente, mostrando instantáneas de los suaves movimientos que acontecían bajo las sábanas que vestían la cama.

Y allí, sobre aquel colchón, entre aquellas sábanas, una rubia y una morena disfrutaban de un momento de quietud, ajenas a la tormenta que se desataba en el exterior.

Se habían acostumbrado la una a la otra y las manos ya no temblaban indecisas al atravesar la barrera de la ropa. En sus lenguas estallaba la química conocida del sabor de otra boca y empezaban a reconocer los estímulos que hacían reaccionar sus cuerpos de forma inmediata.

Alison notó la ya habitual presión de la mano de Emily sobre la suya, que había ascendido por el abdomen de la morena con caricias ligeras, camino de su pecho. La rubia contuvo un suspiro de exasperación mientras volvía a deslizar sus dedos sobre su estómago hasta anclarlos en torno a su cintura, para evitar futuras tentaciones.

Un golpeteo se escuchó, fuerte y seco, por encima de los rugidos que se desprendían del cielo y Alison no se preocupó por evitar un gruñido de frustración.

¿Es que tiene un radar? – Se quejó la rubia, aun acomodada a horcajadas sobre Emily. Sintió como el cuerpo de la morena tembló cuando se rio y volvió a pegarse a su figura. – No estamos aquí, ¿vale? – La besó de nuevo y, por un momento, por un breve y maravilloso momento, pensó que esa pesadilla de mujer se había ido.

Aquella noche habían tomado la precaución de apagar las luces del cuarto una vez la morena se había duchado y preparado para dormir. La tormenta hacía imposible escuchar otra cosa que no fuesen los impactos de las gruesas gotas de lluvia contra toda superficie exterior. Nadie podía decir si aquella habitación estaba o no habitada. Además, no era hora de visitas.

Pero los golpes no cesaron. Poco a poco, incluso llegaron a adquirir un ritmo constante.

Ali, sabe que estamos aquí, nos ve entrar y salir todos los días. – Consiguió susurrar Emily cuando la rubia optó por ocupar sus labios en la curvatura de su cuello.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora