Capítulo 23

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Había sido un día terrible.

Emily cerró la puerta de la habitación del hotel tras de sí y agradeció la oscuridad que la recibió. Necesitaba tanto dejar de pensar… su cabeza no había parado de dar vueltas en torno a lo mismo durante todo el maldito día: Alison. Y hablando de la rubia… la morena escuchó como corría el agua de la ducha y dedujo que la chica estaría dentro.

Alison había estado en su mente cada segundo del día. Recordándole su pasado, haciéndole dudar sobre su presente y planteándole la fatídica cuestión de cuál sería su futuro.

Emily dejó caer su bolso en una de las esquinas de la habitación y no tuvo fuerzas para sobresaltarse cuando este chocó contra una bolsa blanca, probablemente la cena que Agathe ya les había dejado, era tan tarde...

La morena se sentó en el borde de la cama para quitarse las zapatillas de deporte, cuyos cordones ni siquiera se había molestado en anudar al salir del restaurante.

Nunca tendría que haber hecho esa llamada, y menos de esa manera. Se dice mucho eso de que “la ignorancia es felicidad” y la morena acababa de descubrir lo ciertas que podían ser esas palabras.

Ser consciente de que Spencer no creía en su relación, que pensaba que estaba cometiendo el mayor error de su vida, que lo estaba “dando todo por una persona de la que no sabía nada” y escuchar en vivo como Hanna se desmoronaba porque había elegido a Alison por encima de todo el mundo le estaba envenenando las ideas. Eran sus amigas, sus mejores amigas, y ella las estaba perdiendo por algo de lo que volvía a dudar porque, con aquella conversación, había vuelto a plantearse todo lo referente a la rubia.

Se había entretenido en analizar de nuevo todos y cada uno de los gestos que Alison tenía con ella, y se odiaba por eso. La chica realmente lo estaba intentando, estaba poniendo todo el empeño del mundo en hacer las cosas bien. Pero era eso, precisamente eso, lo que hacía que se le encogiese el corazón. Pensar que lo que había entre ambas era un “intento”, que la rubia se tenía que esforzar por estar con ella, que quizás… que quizás Alison solo le estuviese pagando con un cariño falso el hecho de estar allí… eso, la mataba.

¿No podía simplemente quererla?

Puede que solo estuviese dramatizando, puede que solo se estuviese poniendo en lo peor, preparándose para un posible rechazo una vez la rubia hubiese organizado su vida en aquel nuevo continente. Puede que todo fuese fruto de su mente, de esa parte que aún no terminaba de entender ni de creer la forma en la que Alison actuaba. Y es que cada vez que se acordaba de cómo la manipuló en el pasado, de cómo jugó con ella… cada vez que se paseaba por sus oscuros recuerdos Emily se rompía más y más.

En el restaurante había sido un caos andante. Con el semblante taciturno, tomando los pedidos a medias, dejando que se le resbalase alguna que otra copa hasta quedar hecha añicos a sus pies… un horror.

¿Qué le pasaba? Todo iba bien… ¿no?

Lo cierto era que aún estaba esperando cosas por parte de Alison, palabras, más concretamente.

Había ido hasta allí confiando ciegamente en… ¿qué, exactamente? Porque, si lo pensaba (y aquel día lo había estado pensando mucho), nunca habían llegado a hablar sobre las “cosas importantes”.

Quería que la rubia le contase lo que había hecho durante el tiempo que desapareció, que le dijese claramente lo que sentía por ella, que le explicase porque había hecho todo lo que hizo en el pasado, que…

En aquel momento se abrió la puerta del baño. La morena no se había dado cuenta de que ya no se escuchaba el torrente de agua cayendo sobre las paredes y el suelo del diminuto habitáculo. La niebla cálida que producía el vapor condensado casi llegó a tocarla cuando reptó fuera del baño, atenuando aún más la ya de por sí débil iluminación que provenía de la pequeña bombilla que colgaba del techo sobre el lavabo.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora