Capítulo 20

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Nadaba. Se hundía lentamente en las profundidades del océano. Sentía el tacto reconfortante del agua en su cuerpo, rodeándola, envolviéndola de arriba abajo. No necesitaba respirar, solo debía continuar dando amplias brazadas a contracorriente, impulsándose hacia la negrura insondable que se extendía frente a ella.

Tendría que estar aterrorizada, ansiosa por descubrir lo que fuera que se escondiese en aquella oscuridad impenetrable y sin embargo… no tenía miedo, los músculos de su cuerpo solo se tensaban para permitirle movimiento y el corazón daba sacudidas controladas en su pecho, tranquilo, sumergido en la paz que aquella ingravidez suave le otorgaba.

Pero, en cierto momento, seguir avanzando dejó de ser sencillo, cada vez le costaba más superar la densidad del agua y en su mente no podía evitar pensar que sería tan fácil escapar de aquel abismo infinito… solo tendría que quedarse quieta, dejarse arrastrar por las burbujas de aire marino hasta el exterior y sucumbir ante la corriente moderada que la llevaría hasta la orilla, hasta tierra firme.

Muy despacio, sintió como un lazo se le enredaba en torno a la cintura, sin oprimirla, simplemente acompañándola en su avance y, de repente, ya no estaba sola, había un cuerpo presionado contra su espalda y un olor tremendamente familiar inundando sus sentidos. El hecho de saber que alguien la seguía en aquel misterioso viaje solo consiguió hacer que se moviese con más ímpetu, que quisiese seguir adelante.

Entonces percibió un suspiro cálido haciéndole cosquillas en la nuca y escuchó el inconfundible sonido del viento agitando las hojas secas de los árboles…

Cuando Emily despertó no había ni rastro de agua a su alrededor, solo la luz del amanecer comenzando a colarse por la ventana a la que daba su rostro y el peso ligero del brazo de Alison sobre su cintura. Colocó una mano sobre su cálida piel y sintió como la rubia se acercaba más a su cuerpo. La morena cerró los ojos y sonrió.

Aquello sí que era una buena forma de comenzar la mañana, normalmente cuando se despertaba la otra chica ya estaba en la ducha, a punto de irse. Normalmente era todos los días. Abrió los ojos de golpe y buscó el reloj en la mesita de noche. 8:02.

- Ali, son las 8. – Dijo con voz rasposa, intentando girarse para mirarla.

- ¿Mmmm? – Gruñó la rubia, sin abrir los ojos pero quitando el brazo de su cintura, dejando que Emily la encarase.

- Llegas tarde a trabajar. – Le dijo con suavidad y el gruñido que obtuvo como respuesta fue más sólido. Alison se dio la vuelta y se quedó tumbada bocabajo. - ¿Ali, te encuentras bien?

- Mmmm… - La rubia abrió un ojo y vio su expresión de preocupación. – Em, hoy no tengo que ir a trabajar.

- ¿Ah, no? – Se extrañó la morena.

- No. – Alison se estiró y Emily intentó no fijarse en la porción de piel que su camiseta dejó al descubierto con el movimiento. – Ayer se murió el sistema eléctrico de la tienda y nos dijeron que hoy estaría cerrada para que lo pudiesen arreglar. – La morena la miró con el ceño fruncido. – Fue todo muy dramático, la gente gritando, las luces soltando chispas…

- ¿Por qué no me dijiste nada anoche?

- Porque… - Alison se incorporó y se tapó completamente con las sábanas de las que Emily ya se había desprendido. – quería sorprenderte con el desayuno en la cama, compré croissants. Pero te has despertado antes que yo y te has cargado todo el plan.

La morena sonrió ante el falso mohín que la rubia tenía en el rostro, la chica estaba desviando la mirada para mantener un semblante mínimamente serio. Cuando Alison era así, dulce y detallista Emily se derretía instantáneamente. La morena se acercó a ella y besó su mejilla derecha, dejando que sus labios resbalasen hasta su cuello, donde su boca se quedó apoyada.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora