Capítulo 8

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Estaba haciendo mucho ruido. Aun eran las siete de la mañana y, si no había armado suficiente escándalo al intentar ducharse (el mango de la ducha se le había resbalado dos veces de las manos, cayendo estrepitosamente al suelo), ahora se estaba luciendo intentando encontrar las malditas llaves de la habitación. No quería encender la luz porque Emily todavía dormía.

Al final habían llegado algo tarde al hotel la noche anterior. De regreso habían decidido cenar en una cafetería y discutir sobre los trabajos. Llegaron a la conclusión de que, ya que tenía experiencia en el terreno, Emily sería quien iría al restaurante y Alison probaría suerte en la librería. Leyeron condiciones, reglas, horarios y demás detalles en las carpetas que Demetz les había dado y rellenaron un par de impresos cada una como solicitud del puesto de trabajo. Aun no las tenían todas consigo. Que aquel chico fuese hijo de algún mandamás no les parecía garantía suficiente como para estar seguras de que ya tenían trabajo. Así que prolongaron la cena hasta que les dieron las 23:00 de la noche y casi las echaron del local, preparándose mentalmente para una posible lucha por esos puestos de trabajo.

Como era de esperar, después de todo el día recorriendo la ciudad en tacones, llegaron exhaustas al hotel y, nada más caer en la cama, quedaron profundamente dormidas.

- ¡Ah! – Exclamó Alison en un susurro demasiado sonoro al chocar contra su mesita de noche y clavarse el pico en el muslo derecho. Le iba a salir un buen morado.

La rubia escuchó como Emily se movía entre las sábanas y se quedó estática, intentando no chocar contra nada más (mira que la habitación era pequeña, pero en los pocos días que llevaban allí se las estaba apañando para chocar contra toda superficie ligeramente punzante). Cuando la morena se revolvió por última vez Alison escuchó un tintineo.

Pasó la mano por su lado del colchón y, al llegar a los pies de la cama, notó el frío tacto del acero de las llaves.

- ¿Ali? – Murmuró Emily con voz somnolienta. Alison suspiró. Tanto esfuerzo, tantos movimientos cuidadosos y sigilosos para que el sonido de las dichosas llaves la acabasen despertando.

- Buenos días. – Susurró la rubia, sentándose en el colchón.

Emily encendió la luz y se tuvo que tapar los ojos durante unos segundos. Había estado soñando, no sabía el qué, y un ruido como de llaves la había despertado de súbito.

- ¿Qué hora es? – Preguntó la morena.

- Casi las siete. – Respondió Alison.

- ¿Te tienes que ir tan temprano? – La miró. Llevaba el bolso colgado del hombro. Vestía unos vaqueros, camiseta y chaqueta, y estaba peinada y maquillada a la perfección.

- Es el primer día, no quedaré muy bien si me retraso.

Emily bostezó mientras afirmaba con la cabeza y se alegró de tener el trabajo de la tarde. Alison observó cómo se pasaba una mano por el pelo alborotado. La sábana la tapaba de cintura para abajo, pero la camiseta del pijama le había resbalado en el hombro derecho, revelando su piel morena.

¿Cómo podía estar tan preciosa recién levantada? “Porque es guapísima”, se respondió a sí misma.

- ¿Qué? – Le preguntó la morena, mirándola con los ojos ligeramente turbios por el sueño.

- Nada. – Alison le sonrió. – No te veré hasta la noche. – La rubia trabajaba de 8 a 15 y Emily de 16 a 22. Eran turnos largos y los locales estaban en lugares opuestos de la ciudad, cada uno a un lado del Sena, no se verían en todo el día. – Ahora sí que echo de menos el móvil. – Suspiró molesta. – Me gustaría llamarte aunque fuese una vez durante el día.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora