Capítulo 9

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 - No puede ser... - Susurró Emily para sí misma, girando el papel que tenía entre las manos, intentando encontrar alguna perspectiva posible que negase lo evidente.

Tenía que admitirlo, se había perdido. Miró a su alrededor, desconcertada por la gente que la rodeaba, sin saber dónde narices había acabado.

Después de que la rubia abandonase la habitación escrutó el mapa que CeCe les había dado de arriba abajo, consiguió encontrar la calle en la que estaba el restaurante y optó por hacerse un escueto esquema del recorrido que tendría que hacer para llegar allí.

Había tenido que usar uno de los billetes de avión que aún conservaba para plasmar el trozo de mapa que necesitaba y, para ella, había hecho un buen trabajo, pensó que con aquella pequeña ayuda llegaría a su destino fácilmente, por eso se había permitido ducharse tranquilamente y… volver a encender su móvil.

Sabía que era imprudente mantener el contacto con Rosewood, pero le era imposible pensar en abandonarlo todo, es decir, ya estaba allí, a kilómetros y kilómetros de casa, ¿cuánto más se tenía que alejar?

Por supuesto, no se le había ocurrido contarle a Alison que podía comunicarse con su familia y amigos, la rubia la habría obligado a deshacerse del teléfono y habrían tenido una pelea épica y, francamente, ninguna de las dos necesitaba algo así.

La lista de llamadas perdidas no había hecho más que aumentar y Emily se sintió terriblemente culpable por hacer que la gente que la quería se preocupase por ella de aquella manera.

Llamó a su madre y esta contestó con la misma rapidez que la primera vez. Parecía más calmada y descansada, pero el tono de preocupación seguía destacando en su voz. Al principio la conversación fue sencilla, simplemente la una asegurándose de que la otra estuviese bien. Pero a los pocos minutos la cosa se complicó. Era evidente que su madre intentaría hacerla volver a casa, lo que la morena no esperaba era que lo hiciese convenciéndola de que estaba, prácticamente, lapidando su futuro.

Si se quedaba con Alison no terminaría el instituto y, si no terminaba el instituto no podría ingresar en ninguna universidad y, si no ingresaba en ninguna universidad no tendría una carrera y, si no tenía una carrera no encontraría un trabajo decente y… bueno, en ese caso, su madre estaba segura de que su vida sería completamente miserable.

Después el tono de la conversación se aligeró y Pam le recordó que debía alimentarse bien, abrigarse y volver de una maldita vez a su casa. No hubo cuelgue de línea furioso, solo un “no olvides que te quiero” compungido y el suave sonido del corte de comunicación.

Emily se había quedado un rato con el teléfono en las manos, pensando que, al menos su madre no había intentado ponerla en contra de Alison. Y es que Pam conocía a su hija muy bien, y sabía que tendría más posibilidades de hacerla cambiar de opinión si la atacaba a ella directamente. No había gritado ni una sola vez. Sabía que Emily era quien tenía el poder en aquel momento y que podía excluirla de su vida fácilmente, solo tenía que dejar de llamarla y la habría perdido para siempre… ¿qué madre quiere eso?

La conversación se había quedado en la superficie de su cerebro, cargándola de dudas. Por eso ahora estaba perdida en pleno centro de París. Había conseguido circular correctamente por el metro, cierto, pero las calles de la ciudad eran otro mundo que requería una mayor concentración.

Estaba en el distrito 6, en la zona de St. Germain de Prés, donde las avenidas no eran interminables y la gente parecía más relajada. La familiaridad que emanaba del barrio, con sus pequeños comercios, floristerías y tiendas de productos caseros, deberían haberla reconfortado, pero el entresijo de estrechas calles al que se enfrentaba la tenía aterrorizada.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora