Capítulo 13

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El viento de la noche chocaba contra el cristal de la ventana, haciéndolo temblar. La luz de la lámpara que colgaba sobre la cama iluminaba el cuarto, cada día más oscura, perdiendo potencia. Y Emily sostenía las llaves de la habitación del hotel en una mano y el pomo de la puerta en otra, observando en silencio como Alison estaba tumbada boca abajo en el colchón, donde se la encontraba todas las noches, apuntando algo en una hoja de papel mientras mordisqueaba el tapón del boli.

- Quizá deberías haber cogido un trabajo antes. – Dijo la morena, haciendo que la chica se sobresaltase. – Creo que te estoy viendo estudiar más que nunca. En serio, el Sr. Fillis estaría orgulloso.

- Hola a ti también. – La rubia arrugó el rostro ante la mención de aquel antiguo profesor de historia que tan mal le caía, vaya saludo.

Emily suprimió una risa y cerró la puerta, entrando en la habitación. Aquello ya era una costumbre. Cuando la aguja pequeña del reloj que descansaba en la mesita de noche de la rubia se acercaba a las once, seguida de cerca por su compañera de mayor envergadura, la morena regresaba a su pequeño nuevo hogar, aun activa por la adrenalina del restaurante. Y Alison siempre estaba esperándola en la cama, sentada, tumbada o incluso de pie, rodeada de papeles, con el pijama puesto, absorta en algún concepto. Resultaba extrañamente cómico que la sorprendiese cada noche al aparecer, como si la rubia fuese capaz de abstraerse completamente y olvidar que la otra chica llegaría en algún momento. Se estaba tomando muy en serio eso de hacer las cosas bien y las dos parecían estar creando una rutina.

Una vez dentro del cuarto, la morena se despojaba de su bolso, colgaba la chaqueta que llevase puesta en un perchero y se acercaba a la rubia.

- Hola. – Le dijo Emily, agachándose para besar su mejilla. Pero entonces Alison giró la cara ligeramente y la morena se quedó a escasos centímetros de sus labios.

Por muchas rutinas que estableciesen, Emily no sabía si se llegaría a acostumbrar a verla y saludarla con el roce de su boca. Probablemente nunca consiguiese suprimir ese vuelco que le daba el corazón cuando acababa tan cerca de ella y se perdía en la intensidad de su mirada, que la retaba a que diese el primer paso.

Juntó sus labios con suavidad y percibió como a ella se le escapaba un sutil suspiro.

Al finalizar el escueto beso se permitió el lujo de conectar sus pupilas. Alison dejó que las comisuras de sus labios se elevasen.

Era tan bonito poder mirarla así después de besarla y sentir como se le acumulaba la sangre caliente en las mejillas cuando le sonreía tan abiertamente.

Era tan bonito ver como brillaba felicidad en el azul de sus ojos.

Ella… ella era tan, tan bonita.

¿Cómo iba a dudar nada en esos momentos? ¿Cómo iba a pensar que no le importaba? ¿Cómo iba a ser aquello una mentira, un engaño? Era imposible… nadie podría fingir algo así, ¿no?

- Por cierto, - Comenzó la rubia, aun mirándola a los ojos. – no estaba estudiando, estaba haciendo números.

- Números. – Repitió Emily, confundida. Se sentó junto a ella y vio que a su derecha había una calculadora (¿de dónde la habría sacado?) y que, efectivamente, todos los papeles que la acompañaban estaban llenos de números.

- Sí, he estado intentando calcular cuándo podremos irnos de este tugurio. – Buscó entre las hojas de papel y le mostró una en concreto. – Teniendo en cuenta lo que cobraremos y lo que aún tenemos de reserva, nos quedan cuatro meses aquí. – Emily desorbitó los ojos. – Pero… - Alison giró el papel, enseñándole resultados subrayados que parecían de suma importancia. – si vamos con mucho cuidado con los gastos de comida, lavandería y demás podríamos empezar a buscar piso en dos meses.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora