Capítulo 6

2.6K 102 7
                                    

Dejaron la cafetería unos diez minutos después de que CeCe pagase su café y saliese con paso ligero del local. Habían hablado de cosas sin importancia, bueno, CeCe había hablado, ellas se habían limitado a escuchar. Resultaba que la chica se hacía cargo de una pequeña tienda de antigüedades y que, incluso, había conseguido su propio apartamento en un distrito bastante céntrico de la ciudad. No salía con nadie en especial pero, al igual que en Rosewood, cada noche tenía un plan diferente. Les recomendó algún que otro sitio y les habló de las maravillas de París, pero ellas evadieron en todo momento formar parte de la conversación, aún tenían demasiadas cosas por resolver como para prestar atención a las principales tiendas de ropa o a los nombres de las grandes avenidas parisinas.

- Necesitamos esos trabajos. – Dijo Alison, mientras caminaban lentamente de vuelta al hotel. El cielo se había nublado y el viento soplaba cada vez más frío a su alrededor.

- ¿Cuánto dinero tenemos? – Preguntó Emily, no quería entrar mucho en el tema porque realmente no quería saber de dónde habían salido sus fondos monetarios, pero le preocupaba seriamente durante cuánto tiempo podrían pagar por un techo bajo el que vivir.

- Suficiente para un mes en esa casa del terror, teniendo cuidado con lo que gastamos para comer…

En ese momento, el estómago de Emily rugió y la chica se sonrojó. No habían comido nada sólido desde el avión, y el triste café que se acababan de beber solo había conseguido avivar el apetito de la morena. Alison sonrió.

- Quizá deberíamos empezar a preocuparnos por la comida. – Dijo la rubia sintiendo un vacío en su propio estómago. En sus años de huida había llegado a acostumbrarse a no comer durante ciertos periodos de tiempo, pero aun así sentía los efectos del hambre debilitando su cuerpo.

- Creo que vi un supermercado cuando íbamos a encontrarnos con CeCe…

- Vivian. – La corrigió Alison rápidamente y la morena la miró interrogante. – Debes acostumbrarte a llamarla Vivian.

- ¿También tendré que acostumbrarme a llamarte Estella?

- ¡No! – Lo exclamó con más horror del que le causaba considerar aquella cuestión. Aquel nombre le gustaba, por algo lo había escogido, pero prefería escuchar el suave “Ali” que Emily pronunciaba cuando se dirigía a ella. – Y yo no te llamaré Natalie, al menos no cuando estemos las dos solas.

- Algún día nos confundiremos. – Les iba a tocar fingir ser personas completamente distintas en aquel país y la morena no sabía si sería capaz de mentir convincentemente, a pesar de la práctica que, contra su voluntad, había acabado adquiriendo.

- Pues tendremos que ir con cuidado, porque si no… 

Todo pasó muy deprisa, en apenas segundos. El pie de Alison abandonando la acera. La bocina del coche imparable. El grito que se ahogó en la garganta de la morena…

- ¡Eh! – La rubia sacudió las manos que, como el resto de su cuerpo, acababan de cubrirse de una extraña mezcla semejante al barro, pero un poco más líquida. - ¡Idiota! – El coche ya había desaparecido por la calle más próxima, dejando tras de sí el eco del claxon y las ondas que había generado sobre la superficie del inmenso charco que ahora resbalaba por la ropa de Alison, estaba goteando suciedad, por todas partes. – Menudo gilipollas…

- ¡Ali! – La reprimió Emily, que aún mantenía el brazo de la rubia fuertemente sujeto. Si no hubiera reaccionado a tiempo no quería ni pensar que habría pasado.

- ¡Ha sido culpa suya! – Se defendió la chica, tanteando su pelo, le iba a ser imposible deshacerse de toda esa porquería. – Tendría que haberse parado, ¡o no haber acelerado! – En realidad el semáforo del paso de cebra estaba en rojo, pero a Emily no se le ocurriría ponerlo de manifiesto.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora