Capítulo 19

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Los platos chocaban entre sí al apilarse en la encimera de mármol blanco, formando una torre peligrosa. La gente se estrujaba en la pequeña sala de recogida de pedidos y, por mucho que Nicolette intentase poner orden con cortantes exigencias en francés, el caos era ineludible.

- Esto es imposible. – Se quejó Emily, sin poder ni tan siquiera entrar en la sala a la que subían los pedidos desde cocinas para recoger los entrantes de la mesa 11. Probablemente los Falafels con salsa de remolacha ya estuviesen fríos, le tocaría bajar ella misma al piso inferior para que se los cambiasen.

- Es lo que pasa cuando meten a suplentes porque la mitad del personal ha cogido la gripe. – Dijo Chloe con calma, la chica llevaba ya unos minutos cruzada de brazos en la puerta, sin inmutarse ante el descontrol que las rodeaba, parecía que ya había visto de todo en aquel restaurante.

- Pues ya podrían haber contratado a alguien para que nos ayudase con nuestras mesas, porque tú y yo no podemos solas con toda esa sala.

Justo aquel día George había caído enfermo y, justo aquel día, había más de 10 mesas que esperaban que se les sirviese en inglés.

- Nicolette es alérgica a los americanos, por eso estamos tan pocos. – Le explicó Chloe.

En aquel momento ambas vieron un hueco entre la muchedumbre y aprovecharon para rescatar sus platos, por suerte aún conservaban la temperatura.

- Falafels con salsa de remolacha en su punto. – Anunció la morena con una sonrisa mientras colocaba un par de platos frente a los dos señores con traje que ocupaban la mesa 11. – Que aproveche.

Se retiró con premura, volviendo a la infernal sala de recogida de platos. Había dos mesas que llevaban esperando sus pedidos más de 10 minutos y la mujer repeinada de la mesa 6 ya le había lanzado un par de miradas reprobatorias, solo era cuestión de tiempo que le llamase la atención.

Natalie. – La llamó Nicolette cuando pasó por su lado y, al principio, Emily pasó de largo, tan concentrada en la carrera de obstáculos humanos que se extendía ante ella que ni siquiera reaccionó ante el nombre. – Natalie!

- ¿Sí? – Preguntó, parándose en seco ante la segunda llamada, lo último que le faltaba aquella noche era una reprimenda por parte de su jefa y ese ceño fruncido en el espacio entre sus ojos no auguraba nada bueno.

- Tienes que atender la mesa 34. – Le exigió en inglés con acento francés y la chica parpadeó extrañada, pues rara era la vez que Nicolette abandonaba su idioma.

- Vale… - Emily se volvió hacia el salón sin darle muchas vueltas a la petición, actuando de forma automática.

Se aproximó a la mesa con presteza, dispuesta a anotar pedidos, pero se quedó estática en cuanto vio la placa que había junto al número 34 en el centro del mantel. Una bandera francesa. Emily desorbitó los ojos, ¿se suponía que era una broma o tenía que…? No, no, no, ella no podía… ¡ella no sabía! Deshizo sus pasos y volvió a las afueras del salón.

- Eh… perdona… - La chica se acercó tímidamente a Nicolette, sintiendo como los nervios empezaban a removerse en su interior. Debía de haberse equivocado de número, seguro que eso era lo que había pasado.

- ¿Qué quieres? – Le espetó, sin ni tan siquiera dedicarle una fugaz mirada, estaba completamente absorta en el caos que se había frente a ella, ¿cómo podían ser tan inútiles todos aquellos sustitutos?

- Es que… en la mesa 34 hay… una bandera francesa…

Oui. – Afirmó simplemente. Emily tragó saliva.

Contra todo el desencanto que pudiera haberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora