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El castaño caminaba descalzo por una de las playas más reconocidas de Buenos Aires. No había nadie. Sus pies hacían contacto con la suave arena que se metía entre sus dedos y respiraba el fresco aire que le provocaba una sensación de libertad y pureza.

Manuel miró al mar que parecía interminable, azul como la lapislazuli, color que conmovía sus ojos, admiraba así la hermosa vista que la playa le otorgaba, con olas rebeldes y pájaros aleteando en el fondo del panorama; ¿En que estarían pensando aquellos pajaritos?

Era temprano, así se podría apreciar el lugar sin tanto ruido por parte de las personas.

Una de las cosas que observó, era una gran roca. No estaba en un lugar muy hondo, así que decidió sacarse la ropa, quedarse en traje de baño e ir a sentarse allí.

Se acercó con calma al mar y un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir el contacto con el agua, estaba tan helada que se le pusieron los pelos de punta y no pudo evitar soltar un pequeño quejido, pero ignoró ese detalle porque sabía que al poco tiempo se acostumbraría, además de que, hasta llegar a la roca, solo necesitaba mojarse hasta abajo de las rodillas, no el cuerpo entero, por suerte.

Cuando llegó, se sentó y siguió admirando el lugar.

Esa calma con la que observaba el paisaje se acabó por culpa de unos ruidos en el agua.

Eran como chapoteos, lo cual se le hizo extraño, los peces no se acercaba hasta allí, y si fuera esa la situación, serían peces pequeños como para hacer chapoteos tan sonoros, entonces, ¿Quién o qué los provocaba?

Observó a los lados y no vio nada, en eso, sintió que algo pasaba por al lado de la roca.

—¿Q-Qué chucha? —Alarmado empezó a mirar hacia todos lados, quería pensar era solo su imaginación.

Trató de relajarse nuevamente cerrando los ojos. Inhaló y exhaló. Al poco tiempo de abrirlos, en frente de él, había una sirena mirándolo curioso.

No tuvo reacción y volvió a cerrarlos con tranquilidad.

—Espera...

Ahí notó que algo no estaba del todo bien. Los abrió con rapidez para ver si no lo había imaginado, pero ahí estaba, la sirena enfrente suyo, bueno, no era una sirena, parecía más bien un hombre, así que sería un tritón.

El castaño empezó a retroceder asustado al verlo, haciendo que el chileno caiga al agua, quedando empapado y temblando de frío.

—¡Uh! Che, ¿Estás bien? Te hiciste bosta, boludo.

¿El tritón le estaba hablando? Lo que faltaba.

Sacó su cabeza del agua rápidamente y tosió por culpa del líquido que había tragado para luego quedarse paralizado observándolo, analizándolo de arriba a abajo, admirando aquellas escamas azul claro que brillaban por los débiles rayos del sol que se atrevían a salir a estas horas, sin olvidar sus mechones rubios que no se quedaban quietos por culpa del leve viento.

No dio ninguna respuesta, sus ojos estaban abiertos como platos, estaba tratando de recalcular la situación.

—Eh... ¿Hola? —Se acercó a él lentamente mientras pasaba su mano en frente de su cara con un movimiento de lado a lado para despabilarlo.

El chileno de repente salió de su trance, haciendo que el rubio se estremezca y retroceda unos pocos centímetros.

—Soy Martín, pero me podés llamar Tincho —Sonrió al poco tiempo de ver que la acción del chileno no era nada malo —Ya sé, ya sé, re flashero todo, bueno, para vos, yo estoy acostumbrado, pero te aviso que no estás drogado ni nada.

one-shots argchi // latin hetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora