015

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Lo observaba cada noche.

Lo anhelaba.

Lo quería.

Lo amaba.

El manto negro ya había cubrido el cielo, dejando a la vista pequeñas luces blancas lejanas.

El ángel rubio observándo como siempre al humano castaño. Con pupilas interesadas, admirando cada facción de este, derritiendo su corazón de amor y sientiendo extrañas sensaciones en su estómago.

Ya había dejado de ser un trabajo el cuidarlo, al parecer la famosa frase de “Sí te gusta tu trabajo, nunca trabajarás” se había vuelto cierta. Tan cierta que odiaba que lo fuera. Prefería sufrir por el odio a su trabajo antes que  por un amor imposible.

Porque dolía. Ya no sólo su corazón, sino su mente. Era algo extraño en verdad, su cuerpo se debilitaba y sus ojos se llenaban de lágrimas mientras que un dolor constante atacaba su pecho, y todo con el solo hecho de pensar que aquellos suaves labios nunca podrán decir un te amo hacia él.

Sus ojos esmeraldas en la inquietud de la noche se posaron sobre la tez clara. No, no era tan clara. Era más bien un suave café con leche, de esos cafés que tomas en la mañana. Que, cuando el suave aroma llega a las fosas nasales, los sentidos te cautivan y tan sólo llevan a tomar un poco más, cayendo así en la obsesión. Justo como le pasó a Martín con Manuel.

Piel suave como la porcelana y delicada cual seda, tan suave y tan delicada que al posar las yemas de los dedos su corazón bombeaba sangre fuertemente, sintiendo que este se salía de su pecho.

Trataba de tranquilizar todo ese color carmesí que se asentaron en sus mejillas; ¿Qué tan fuertes podían ser estos sentimientos? Sus cabellos castaños, despeinados, no hacían más que cautivarlo. A Manuel le gustaba que le acariciaran el pelo —Nunca lo admitió, admite ni admitirá, pero al cuidarlo tanto tiempo ya se sabía varios de sus secretos—, el rubio deseaba ser esa persona que le concediera ese capricho, despertándolo por la mañana con suaves caricias o tratando de tranquilizarlo cuando rompía en llanto al ya no poder más.

Echó un sonoro suspiro, al fin y al cabo, él nunca podría oírlo.

Odiaba no poder ver sus ojos en estos momentos, ¿Por qué se tenían que ocultar tan preciosas gemas?; siempre se preguntaba lo mismo.

En realidad, se hacía muchas preguntas.

¿Por qué tuvo que morir?

¿Cómo llegó a enamorarse de un simple humano?

¿No había alguna forma de ser humano y estar con él?

¿Estaría así toda su vida?

¿Estaba bien mirarlo tanto?

Y podríamos seguir, pero esto duraría miles de capítulos.

Suspiró mientras que un mareo intenso atacaba su cabeza, que en el momento no supo decir si era porque estaba pensando demasiado o si era por el poco tiempo que le quedaba, ¿No debería conformarse con poder verlo?

Se acercó lentamente, viendo el rostro de Manuel con aún más detalle, elevando las comisuras de sus labios y formando así una sonrisa llena de ternura y amor.

Posó sus labios en su frente y susurró un »Te amo«, para luego sentir como se sus pies ya no tocaban el suelo, y se iba poco a poco convirtiendo en una ceniza blanca que el viento llevaba a quién sabe dónde, hasta no quedar nada de él, excepto restos de cenizas y su amor.

one-shots argchi // latin hetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora