013

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Y ahí estaba el argentino, en medio del parque, oculto tras un gran árbol, viendo la espalda del chileno desde la distancia, y escondiéndose cuando Manuel decidía darse la vuelta a su dirección.

El rubio no pudo evitar elevar las comisuras de sus labios, formando una sonrisa enamoradiza tan típica en algún adolescente como él, haciéndolo soltar un suspiro. Aunque en este punto ya no sabía si era por lo enamorado que estaba o si era para tratar de disminuir sus nervios.

No podía no sentir cierto cosquilleo en su cuerpo al ver como los rayos de sol se reflejaban en la blanca piel del castaño, mientras que sus mechones de cabellos no paraban de bailar por culpa del rebelde viento que venía hacia él, haciendo que ya se haya llevado varias a veces su mano a la cabeza para acomodarse.

Sus ojos miraban atentos aunque calmado hacia todos lados. Un rato a la derecha, otro rato a la izquierda, esperando que Martín apareciera en algún momento, ya que él lo había citado.

Sintió como su estómago se llenaba de mariposas y se teñía de rosado sólo con ver los hermosos ojos chocolates de aquel príncipe.

Hace cinco minutos tenía que estar ahí con el chileno, pero sus nervios no lo dejaban ni siquiera dar un paso, preguntándose constantemente en si cuando se declarara Manuel lo rechazaría o no, o hasta si podría tener la oportunidad de seguir siendo amigos, en caso de que todo salga mal, claro.

Miró sus manos, la derecha tenía un ramo de lapagerias —Las flores favoritas de su amado—, y en la izquierda se encontraba una caja con bombones de chocolates, algo que seguramente pondría muy feliz al castaño, ya que, aunque no lo pareciera, era un persona amante del dulce.

Posteriormente, observó su ropa, dudando en si estaba bien o no. Vamos a ver, él siempre solía decir que estaba bien, pero en momentos como este hasta el como estaba vestido podía arruinarlo todo, o al menos así era en su mente.

Inhaló y exhaló nervioso. Tenía que salir y confesar su amor.

Se acercó lentamente al chileno con un paso débil y el carmesí ocupando sus mejillas. Tocó su hombro al ver que estaba de espaldas, viendo como el chileno se volteaba, dejando a la vista cada uno de su hermosos rasgos que volvían loco al argentino.

—¡H-Hola, Manu! —Sonrió como el adolescente enamorado que era, sin poder evitar un tartamudeo. No podía creer lo débil que se volvía frente a él.

—Hola, weón, ¿Qué traí atrás tuyo?

—Ah, bueno... —Aclaró su garganta—Son para vos —Le entregó los chocolates y las flores, a lo que el chileno lo miró confundido, y antes de que dijera algo, decidió confesarse—Escuchame, nos conocemos desde hace banda, pasamos un montón de momentos juntos y la verdad que disfruté cada uno de ellos. Yo... cada vez que te miro siento como mi estómago se revuelve, —Su rostro Empezó a ponerse como un tomate— Siento como mi cerebro no reacciona bien y sólo pienso en vos y en que quiero estar al lado tuyo. Boludo, posta que me gustás un montón, con vos sentí cosas que no sentí con nadie más, y tan solo quiero saber sí vos sentís lo mismo que yo.

Sintió la incomodidad del silencio que se había formado, mientras que un escalofrío recorría su cuerpo. El argentino, que anteriormente miraba al suelo, dirigió su mirada al chileno, viendo como sostenía sus regalos asombrado y con un sonrojo notorio. Tenía los ojos como platos y la boca un poco abierta, como si fuera lo último que se esperaba, aunque aún así, no pasó mucho hasta que decidió dar su respuesta.

—Rucio... yo... de veras que lo siento, po, pero no me gustaí, ni siquiera me atraen los hombres, ¿Sabí? Erí super bacán, pero... no. —Le devolvió los regalos al argentino, dándole una mirada de lástima mientras que veía como Martín lo miraba en shock por lo sucedido, como si fuera que esperaba conseguir un final feliz como en los cuentos, como si todas sus ilusiones y sueño se hubieran desplomado en el suelo en cuestión de segundos— Perdón, de verdad, weón...

Se quedó unos cortos segundos mirándolo, algo que Martín sintió como si fuera un pequeña consolación en silencio, pero que no había provocado ninguna efecto de tranquilidad en él.

Luego de eso, el chileno se fue con un paso acelerado, con las manos en los bolsillos y dejando a un argentino con el corazón roto y miles de lágrimas amenazando por salir.

one-shots argchi // latin hetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora