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El rubio andaba por los pasillos de la escuela con la mirada perdida, aquella mirada sin alma que se estuvo volviendo propia de él estos últimos meses.

Saludaba a algunas personas, pero seguramente solo era por educación.

Martín estaba raro, demasiado. Y Manuel parecía ser el único que lo notaba. Todo de él cambiaba, y no exactamente para bien.

Apenas hablaba con la gente, solo se relacionaba con sus primos, su novia y alguna que otra persona, pero solo sí era demasiado necesario.

El castaño todavía recordaba como su sonrisa deslumbraba el lugar, contagiaba la felicidad y era capaz de alegrarte hasta en el peor día. Ahora solo era una sonrisa fría y fingida. ¿Dónde había quedado ese encanto que a tantas chicas dejó a sus pies?

Antes se la pasaba diciendo lo genial y groso que era, y ahora dudaba de él hasta en las cosas más pequeñas.

Ya ni siquiera salía a los boliches, se la pasaba en casa, y si llegaba a salir, era solamente con su pareja a comprar algo o al colegio.

Veía que las cosas estaban mal.

Martín solía aparecer con golpes en las piernas y en los brazos. El castaño se había acercado varias veces a preguntarle si necesitaba ayuda, sin embargo, siempre afirmaba que todo iba perfecto, que sus heridas eran porque se había golpeado con alguna cosa o que estuvo jugando fútbol y se cayó.

El celular de el chileno empezó a sonar a las 02:38 AM, era una llamada de Martín, ¿Qué querría a estas horas?

—¿Manu? ¿Estás? ¡Por favor, contestame! —Susurraba en un tono desesperado.

—¿Rucio? ¿Qué pasa?

—Boludo, te necesito, yo... ¡La puta madre, cargó la pistola!

Su voz se estaba quebrando cada vez más, se notaba que en cualquier momento se iba a poner a llorar, no soportaba escucharlo de esa manera, ¿Qué estaba pasando? Ya se estaba preocupando demasiado.

—¿Martín? ¿Estaí bien?

De repente se empezaron a oír pasos en el fondo.

—Dios mío, está viniendo...

Y la llamada se cortó.

Se quedó en shock por unos segundos, no sabía sí ir él mismo a la casa, llamar a la policía, dejarlo pasar, volver a lllamarlo; tantas opciones que podrían llevar a distintos finales.

Decidió por ir a su casa. No se preocupó por cambiarse, simplemente tomó un abrigo, su celular, y salió con el corazón a mil por hora.

Nadie estaba por las calles, el frío erizaba los pelos de su piel, cuando exhalaba se formaban pequeñas nubesitas, tan solo se encontraban él y lo miles de pensamientos que venían a su mente. Trataba de no imaginar lo peor, porque aunque hayan tenido sus diferencias en un pasado, lo consideraba alguien muy importante en su vida.

Paso tras paso era un segundo más donde le podría haber pasado algo.

Pasaron varios minutos hasta que llegó a la casa. Las luces estaban encendidas. Se acercó a la puerta, pero no tocó ni nada. Se podía escuchar la voz de una mujer adentro, se notaba el enojo.

—Martín, ¿Con quién MIERDA estabas hablando? —No hubo respuesta. Luego de unos segundos la chica retomó la conversación. —Tú sabes lo que pasa cuando no me quieres contestar, así que habla.

—Estaba hablando con Man-

No pudo terminar de hablar, al parecer le habían pegado una cachetada, el solo escucharla le había dolido a Manuel.

one-shots argchi // latin hetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora