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Si bien la majestuosa luna ya había salido de su escondite, el sol todavía seguía un poco asomado, proporcionando los pocos e intensos rayos que podría dar en un atardecer.

El cielo cada vez se oscurecía más y más, como un violeta muy oscuro que se iba expandiendo poco a poco, mientras que un pincel iba dejando pequeños puntitos blancos y deslumbrantes por todos lados. A la vez que, las nubes que habían, lograban conseguir un tono lila, como si todo fuera un cuento de fantasía.

El leve viento revolucionaba los cabellos de Manuel y Martín, quienes se encontraban en la cima de aquella colina, sentados y admirando aquel paisaje, sintiendo el fresco aire entrar en sus pulmones y el césped en sus dedos.

—Es hermoso... —expresó el rubio con un tono de voz calmado y sujetando sus piernas con suavidad. Con un tierno destello en los ojos, mientras que veía como el sol terminaba de ocultarse, dandole la bienvenida mentalmente a la noche.

Manuel dejó de mirar aquellos tonos violetas para dirigir su mirada a esos orbes jade, esa nariz puntiaguda y esos labios finos, que según las imaginaciones de cada noche, eran dulces como el caramelo.

No sabía bien en que momento paso, pero sin darse cuenta ya se había formado una pequeña sonrisa en su rostro. ¡Y cómo no! si estaba admirando el paisaje más hermoso para él, con esas facciones bien marcadas y esa sonrisa que le provocaba gritos internos.

—Sí —rompió su propio mini silencio, mientras seguía hipnotizado ante la belleza de su amado —, es completamente hermoso...

¿Cuándo se había enamorado perdidamente de Martín? No lo sabía. Había sido un proceso demasiado lento en su opinión, aunque podría jurar que estaba en ese estado desde hace unos cuatro años. Lo que sí sabía, es que deseaba recorrer con sus finos dedos la piel blanquecina de Martín, admirar cada mínimo detalle de su cuerpo, desde los lunares más pequeños hasta las finas hebras de su cabello dorado.

Su rostro se incendió al ver como Martín volteaba su cabeza a él, con una sonrisa de oreja a oreja, de esas que tanto le gustaba y que le había enamorado. De esas que odiaba ver como se las entregaba a otra persona y que quería que fueran todas para él. Con un brillito en los ojos especial, con un no sé qué que le encantaba.

Giró su rostro rápidamente, esperando de que no se haya dado cuenta de esa sonrisita de tonto enamorado, de como lo comía con la mirada y como iba acercando su mano poco a poco para poder entrelazarla, intentando crear un pequeño momento romántico que el solo pensarlo lo ponía nervioso. Aunque claro que, apenas sentir los ojos del argentino sobre él, su mano se deslizó rápidamente a su anterior lugar, más cerca de Manuel, más lejos de Martín.

Claro que si solo el hecho de juntar sus manos, de sentir su respiración o el hecho de que Martín existiera lo teñía de un fuerte carmesí, se imaginarán el estado de el chileno al sentir como la cabeza del contrario se apoyaba en su hombro y se acomodaba como si de un gato se tratara.

Se quedó así por unos minutos. Minutos en los cuales Manuel, quien estaba demasiado tenso, fue relajando su cuerpo poco a poco, acostumbrándose a la calidez que Martín desprendía y dejándose apoyar su cabeza sobre la de su amado. Cerrando poco a poco los ojos y sumiéndose en un momento de pura tranquilidad.

—Che —llamó el rubio al castaño, quien abría sus ojos, atento a lo que estaba por decir—, estoy cansado.

—Pero cansado de qué weón, si no habí hecho nada en to el día —rió levemente ante ese estado del argentino.

—No, no —dijo levantando su cabeza, arruinando la posición en la que se habían mantenido y dejando un tanto triste a Manuel, quien deseaba seguir así un rato más—. No físicamente.

Acercó su rostro al del castaño, quedando a milímetros de sus labios.

Manuel sentía la respiración de Martín. Tenerlo tan cerca lo mataba por dentro, ¿acaso intentaba provocarlo? Mierda, ese argentino lo traía completamente loco.

No podía evitar dirigir su mirada sus labios, deseoso de unirlos con los suyos, de conocer su sabor y conectarse con él de una forma inimaginable.

—¿Entonces de qué? —Lo volvió a mirar a los ojos, sintiendo como se derretía poco a poco, y más al sentir las yemas de los dedos de Martín rozar contra la palma de su mano, subiendo por sus brazos y acariciándolo levemente.

Tragó saliva, y aunque el rubio lo exponía ante todas esas situaciones, lograba mantener su semblante serio, aunque Manuel no era capaz de decir cuánto iba a lograr durar.

—De que no me des bola, flaco. ¿No te das cuenta?

Su otra mano se posó en la mejilla del castaño y empezó a acariciarla levemente, sintiendo la suavidad de esta y lo frágil que era. Que contrario, piel frágil para alguien con un carácter tan fuerte. Aunque Martín tenía algo así como un superpoder, o al menos así le gustaba llamarlo a Manuel, con el cual lograba que aquel chileno logre sacar una faceta mas dulce y tranquila de él.

—No —lo miró incrédulo, ¿Se le estaba declarando? ¿Le estaba reclamando algo?

Martín tenía una mirada dolida.

» Por favor, no me mires así, me duele que tus ojos tengan un aire de tristeza «, pensó.

—Weón, ¿Qué estai diciendo? —Volvió a hablar al ver que Martín no decía nada.

Martín suspiró.

—Que me volves loco de amor, boludo.

Estuvo a punto de decir algo, pero no tuvo la oportunidad al sentir como los labios húmedos de Martín se posaban en los suyos, y comenzaban un baile que Manuel pensaba que nunca sería capaz de participar, al menos no con aquel rubio.

No tardó en corresponder ni en sujertar la nuca del ajeno profundizando más el beso.

Por un momento desapareció todo, se sintió transportado a otra realidad y dejó de pensar en todo lo que lo tenía preocupado.

Eran él y Martín. Martín y él. Nadie más.

Cuando sintió como los labios del contrario se iban separando por la falta de aire, se dio cuenta de que ya había incorporado a Martín y sus labios como una necesidad al sentir un pequeño vacío al ver como se alejaba unos pocos centímetros.

—Voh también me traí loco, rucio... —Martín estuvo a punto de decir algo, pero fue interrumpido por Manuel— No, no. Cierra el pico, weón, y vuelveme a besar —expresó con un semblante enojado, aunque verdaderamente no lo estaba. Aun así, era imposible quitar el color rojo de sus mejillas.

Martín no pudo hacer más que reír y obedecer las peticiones de su amado, otorgándole todos los besos que quiso esa noche y los que quisiera tener por el resto de su vida.

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BUENO, AL FINAL SÍ VOY A HACER EL PREGUNTAS Y RESPUESTAS.

SoOoO...

DEJEN SUS PREGUNTAS ACÁ.

Pueden hacerles todas las preguntas que quieran a Martín y Manu, y si por alguna razón quieren preguntarme algo a mí, también pueden 💫💕.

Bueno, eso, bai bai.

one-shots argchi // latin hetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora