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La rubia rió de felicidad. - ¿No debiste primero preguntarme antes de meter tu anillo en mi dedo?

-Dime qué aceptas, Betty, qué te vas a casar conmigo -demandó con voz ronca. No quiso que su voz se oyera como una seca orden pero lo dominante era parte de él.

-Aceptó jughead -ella se lanzó hacia sus brazos-, claro qué acepto -murmuró.

-Gracias -él la abrazo posesivamente- Espero qué no tengas prisa por llegar al altar -su aterciopelada voz fue un golpe-. Deseo cortejarte, enamorarte, salir y compartir momentos juntos -por primera vez en la vida, el rostro de jughead adquirió un sexy sonrojo. No estaba acostumbrado a eso-, puesto que te robé el placer de tu primera vez.

-jughead -suspiró ella-. No importa que no haya sido en una cama con pétalos de rosa -sonrió apenada-. Fue hermoso porque fue contigo -cerró sus palabras con un beso lleno de promesas y amor.

La sonrisa no se borró del rostro de Jughead mientras le abría las puertas del pasajero a su Betty. La llevó a su pent-house. Por la forma en qué la apresuraba parecía que tenía solo un destino en mente. Prácticamente la cargó a ella junto con sus maletas al bajar las escaleras. Sus protestas de niña enfurruñada acariciaron sus oídos. ¿Qué hay del ama de llaves, del mayordomo y de todos tus empleados?

- Es sábado por la tarde... nadie estará trabajando -jughead la bajo con delicadeza al piso mientas sus manos presurosas la desnudaban.

¿Cuántas veces no había estado ella ahí para empacar la ropa de él para un viaje de negocios?

-No voy a dormir en esa cama -decretó ella con convicción.

La cabeza del pelinegro cambió de dirección, mordisqueando el cuello de ella. La expresión en su rostro se endureció. Sí. Muchas -demasiadas que había perdido la cuenta- mujeres compartieron su cama. Supuso que era lo justo, después de todo Betty iba a ser su esposa. La mujer que él amaba... la mujer a la que le robó la virginidad. Por tanto, tendría que cambiar de inmediato la cama de su habitación.

-La cama de la habitación de a lado ha sido usada sólo por Sra. Weber, ¿está bien para ti? -inquirió él. Las mejillas de Betty adquirieron un vergonzoso color rojo.

Eso a ella no le preocupaba pues la señora Weber se aseguraba de qué la mansión entera estuviera meticulosamente limpia y brillante. Sabía de antemano que la habitación estaba reluciente después de su última ocupante. Dormir en una cama que usaron anteriormente no debía de ser un problema. Sólo era insostenible el pensar en sus predecesoras, tumbadas sobre la cama de jughead. Atraía al monstruo verde de los celos. Tenía grabadas en la pupila cada una de las conquistas que pasaban por la oficina desde que comenzó a trabajar con él.

-Sí -ella llegó hasta él-. La habitación de Elizabeth está más que bien hasta que tengamos nueva cama -expuso con tacto. Había una orden tácita en sus palabras.

o

Después de una noche de de sexo apasionado y fogoso. Betty perdió la cuenta de las veces que hicieron el amor ¡Wow! Sólo había una palabra para describirlo... orgásmico. El domingo por la tarde, ella se encontraba acurrucada en el sofá de la sala del pent-house, esperando a que jughead finalizara la llamada en la qué estaba ocupado.

-Mis amigos nos han invitado a una barbacoa esta noche.

- ¿Les has contado de nosotros? -un gruñido suave y poco femenino abandono sus labios.

Ella aún no se lo había contado a veronica y cheryl. Sólo les había enviado un mensaje de texto, prometiéndoles una cena una de estas noches e inmediatamente apago su móvil. No sabía cuándo sería capaz de mantenerse alejada de jughead y mucho menos qué noche en concreto. Sus amigas la habían estado acosando, a juzgar por las llamadas perdidas.

Jughead sonrío como un felino satisfecho. -Acabó de decirle a mi madre que le propuse matrimonio a una mujer especial y ella quiere conocer a mi hermosa prometida.

- ¿Tus padres saben que se trata de mí? -la rubia volvió a gruñir.

-Sólo saben que le he propuesto matrimonio a alguien... no saben a quién es -rió el misteriosamente mientras le ofrecía una copa de champagne.

- ¿Y si ellos no lo aprueban? -Betty se sentía demasiado insegura sobre su pobre condición. Después de todo era una simple asistente de oficina.

- ¡Si sentido! A parte, mis padres están entusiasmados de que su hijo finalmente le haya propuesto matrimonio a alguna mujer.

- ¿Qué tal si ellos deciden que no soy los suficiente buena para ti?

-No lo harán -afirmó-. Yo soy el que decide con quién casarse.

-Espero qué sea con la aprobación de ellos.

-No la necesitas -la tranquilizó el pelinegro.

Las palabras de jughead la hicieron sentirse segura y feliz.

- camila está feliz -sonrió él- al igual qué Jane.

Betty le regresó la sonrisa. Jughead tenía un lazo muy fuerte con sus hermanas, aunque fuera muy estricto, en especial con camila como si fuera su Señor. Sabía qué amabas hermanas estarían maravilladas con la próxima boda de su hermano. Cada que podían dejaban ver su deseo de verlo atado a una mujer. De hecho, camila tenía la manía de buscarle prospectos con el fin de emparejarlo. Desde ya, amaba a sus futuras cuñadas e intuía que ese amor crecería a manera en que ellas vieran el amor que se tenían jughead y ella. Sus orbes azules se iluminaron, en sus labios se dibujó una sonrisa cálida cuándo él tomó asiento a su lado, pasando posesivamente sus brazos por los hombros. Ella se acurrucó como una gatita, buscando el calor que desprendía el cuerpo masculino. En su cercanía estaba a salvo, segura. Ese era el principio del resto de una vida plena.

FIN.

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𝕾𝖊𝖉𝖚𝖈𝖎𝖉𝖆 𝖕𝖔𝖗 𝖒𝖎 𝖏𝖊𝖋𝖊(𝖇𝖚𝖌𝖍𝖊𝖆𝖉)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora