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Cuando su rodilla, casualmente, empujó entre las suyas, el cuerpo de su joven asistente se rindió aún más. El cerebro de ella trató de advertirle que resistiera. La lógica le dictaba que debía alejarse lo antes posible, pero ¿desde cuándo la lógica le ha ganado a los sentimientos? Nunca en la vida.

-La deseo, betty.

Ella permaneció en silencio. Cerró los ojos. El cobrizo sería paciente, sólo un poco. La seducción estaba hecha para saborearse lentamente. Jughead había tratado de ser un santo, trató de ignorar la excitación entre sus piernas que pedía a gritos poseer a betty, pero ahora su necesidad de penetrar la suave y húmeda carne femenina estaba quebrantando su autocontrol. Al diablo con él, no iba a ir en contra del deseo que le consumía las entrañas. No más. Ella tenía que ser suya. El cuerpo de su asistente le respondía con ardor a pesar de que ella estaba inmóvil y en silencio. Un gemido estrangulado llenó los oídos de Betty, pero aún así, siguió enraizada al suelo, hipnotizada; sus ojos achocolatados reflejaban el mismo abrumador deseo que consumía a jughed. Los quemaba por dentro y pronto necesitarían liberación.

Betty trató de decir "no", intentó detenerlo, pero las palabras no salieron de su boca, no cuando su propio cuerpo anhelaba el contacto masculino desesperadamente con un crudo y descarado deseo. Jughead estaba esperando que ella se le negara, pero el rechazo nunca llego. La rubia pretendió dar un paso a un lado pero el fibroso cuerpo de su jefe se lo impedía, sólo podía sentir las caricias que él le ofrecía. Sus labios, sus manos, su boca, su masculino cuerpo presionado contra el de ella.

Su boca tomó posesión de la de ella. La adrenalina corrió en su interior. Ya no sentía el enojo de él, sólo su lasciva pasión.

Jughead presionó más, si eso era posible, su menudo cuerpo contra la pared. Ya no podía pensar ni razonar por más tiempo, sus pensamientos solo están dirigidos hacia una dirección: poseer a su asistente, rendirse a la tentación.

Cuando la boca del cobrizo descendió sobre la de Betty, ella no mostró índice de resistencia. Sin aviso y permiso la estaba devorando parsimoniosamente. El beso no era brutal, pero tampoco gentil. Ella abrió la boca, incitándolo. Jughead gruñó, su lengua aceptó la invitación de su apertura. Con maestría, sus dedos se encargaron de los botones de la blusa que terminó por lanzarla a algún lugar de la oficina. El cierre de su falda no fue gran dificultad, en segundos cayó al suelo. Betty abrió sus ojos. Ahí estaba ella, con un conjunto de encaje en color blanco que apenas cubría la desnudez de su cuerpo y esas botas que había comprado en su tarde libre. No pudo controlar el rubor que cubrió sus mejillas ante la mirada examinadora de su jefe a cada una de sus curvas. Él admiró sus perfectos pechos, su vientre plano, las caderas, sus cremosos muslos y largas piernas. Las hambrientas manos de él ascendieron directo a sus pechos para torturar los pezones que se endurecieron como pequeñas rocas ante su contacto. Con deleite, la rubia cerró sus ojos. Las insistentes manos de su jefe se adentraron al interior de su sujetador, cerrándose en la suave curvatura y sopesando su delicada carne. Sus diestros dedos enviaban ondas de placer a cada una de las células del cuerpo de betty.

Ella estaba congelada dentro del círculo de los brazos masculinos... la mirada azul estaba fija en como subían y bajaban sus pechos.

-Hermoso, betty -sonrió jughead complacido con la visión ante él. Ella lucía virginal y deliciosa. Temblaba como una hoja que estaba a punto de caer del árbol. Su cálida palma acaricio la ardiente piel femenina, causando más temblores en ella. Manoseando el contorno de las caderas y de sus muslos. Sus labios volvieron a tomar posesión de los de ella. Betty se fundió en él, su lengua libró un duelo con la suya. Él colocó los brazos de ella alrededor de su cuello. Dejó pequeñas mordidas juguetonas en la blanquecina piel de su cuello. El suave gemido que escapo de sus labios lo impulsó más. Sus dedos descendieron traviesos sobre su piel, abajo sobre su vientre plano, más abajo, acariciando entre sus muslos. Como un terremoto, todo dentro de ella se estremeció violentamente, su cuerpo devoró ávidamente el placer primario que jughed le estaba enseñando.

-jughead -su nombre salió de sus labios en forma de un susurro suplicante. La excitación, el deseo, el hambre, todo competía de forma simultánea, empujándola al desorden.

-Sí, betty -la voz del cobrizo sonó ronca, un gutural gruñido le siguió cuando sus labios encontraron su barbilla. Sus manos de adentraron en sus braguitas e inmediatamente la mano de ella sostuvo al prisionero dentro de los pantalones.

El cobrizo amó la forma en que su nombre fue pronunciado por los labios de Betty. Ella casi nunca lo llamaba por su nombre de pila. Una sonrisa felina se dibujo en sus labios, apartando sutilmente la mano femenina. Sus ambiciosas palmas se deslizaron sobre sus redondeadas nalgas, moldeándola contra su cuerpo, cerca de su pelvis. Ella estaba envuelta por su poderosa fuerza masculina. Betty estaba bajo su poder. Él la llevó al diván que estaba en una de las esquinas de su oficina, cerca de la ventana. Su boca estaba sobre la de ella, el sensual beso inquebrantable. La rubia era vagamente consciente de cómo habían llegado a esa parte de la oficina. En un hueco de su mente, se registró el que la puerta de la oficina de jughed no tenía el pestillo puesto. Cualquiera de sus ejecutivos podría tocar y pasar sin invitación, pero en ese momento, ese era el último de sus problemas. Ella ya no tenía el control. No más. Eso también debería ser un problema, sin embargo sólo estaba enfocada en el placer, no en los problemas.

 Eso también debería ser un problema, sin embargo sólo estaba enfocada en el placer, no en los problemas

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𝕾𝖊𝖉𝖚𝖈𝖎𝖉𝖆 𝖕𝖔𝖗 𝖒𝖎 𝖏𝖊𝖋𝖊(𝖇𝖚𝖌𝖍𝖊𝖆𝖉)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora