En la academia Yulia se dio a la tarea de preguntar con todos acerca de alguna propuesta de trabajo, amigos, maestros, todos, verificó todos los días la cartelera de anuncios que se encontraba en el amplio pasillo que se recortaba periódicamente por las puertas de cada salón... nada, había pasado ya más de una semana desde que su único trabajo era el del colegio, podía respirar tranquila por las cuentas de la casa, pero en su interior se sentía inútil, ella ya había tomado como propio el papel de proveedora de la casa, según ella esa era una responsabilidad que le correspondía... se sentía incómoda por llegar a casa y ver que su pelirroja aún no había llegado, ahora volvía hasta las cinco... no le molestaba su éxito, no, se sentía orgullosa de que su amada niña al fin fuera recompensada por el esfuerzo y la perseverancia en todo lo que hacía, su pelirroja merecía eso y más, pero lamentaba enormemente el perder preciosos momentos con ella.
Lena observaba a la morena mientras cenaban, estaba callada, sabía muy bien que el no tener un empleo le preocupaba, espera... dijo levantándose de la mesa... tengo algo que te gustará... la pelirroja fue hasta el pequeño frigorífico y sacó un trozo grande de pastel... crema batida y fresas... dijo en un tono melodioso, tu favorito... Yulia sonrió débilmente... gracias amor... pero no tengo mucha hambre... Lena no quiso forzar nada, comprendía muy bien el carácter de su amor, sus ojitos azules estaban tristes, mañana... cuando tengas hambre comerás... dijo sonriendo y dando un beso en la bronceada mejilla... la pelirroja confiaba en que Yulia se desahogara con ella o que pronto saliera de ese estado de abstracción en el que llevaba ya varios días... quizá debiera hablar con ella, pero por otro lado no quería hacer sentir peor a su amor, decidió esperar unos días para observar cómo evolucionaban las cosas, era mejor dar tiempo, tampoco había que hacer escándalo, su niña pasaba por una crisis y pues también podía apoyarla dándole su espacio y respetando sus silencios.
Ya vine amor... dijo Yulia al abrir la puerta, no escuchó respuesta, que extraño, los jueves Lena volvía casi a las tres de la universidad, ese era el único día en que no se quedaba en el departamento de psicología infantil, o cómo ella le llamaba, el mini psiquiátrico, se dirigió a la habitación, empezó a mudar sus ropas, necesitaba sacar sus piernas de los vaqueros, estaba por congelarse, por un afortunado incidente se había mojado las ropas en la facultad, en realidad le habían metido a una de las fuentes de la entrada por haber obtenido nota perfecta en una de las materias y como era costumbre entre estudiantes... nota perfecta significaba chapuzón, logró saltar a tiempo y sólo los zapatos y los pantalones se empaparon. Se quitó la ropa despacio y mientras buscaba otra que ponerse encontró el disfraz de conejo... sonrió, una idea pasó por su cabeza, sin más se puso el disfraz y se dirigió a la sala a esperar que su amor regresara... se recostó en el sofá cuando el sonido del teléfono le hizo dar un salto... diga?... mi amor... escuchó decir a la suave voz al otro lado del teléfono... Lena, dónde estás?... dijo sin dar tiempo a la pelirroja hablar... pensé que ya estarías en casa... lo siento, es que aún estoy en la universidad, Nadya me prestó su teléfono para llamarte, estoy revisando algunos documentos, cambiaron mi día de descanso para los viernes, así que llegaré hasta las cinco... pero aún faltan dos horas, dijo en tono suplicante la morena, lo sé mi amor, lo sé, pero haré todo lo posible para terminar el trabajo lo más rápido que pueda... Lena lamentaba tanto escuchar a su amada niña con ese tono triste, sabía que en estos días la necesitaba más que nunca...sabes? dijo la morena, te estoy esperando... hoy soy conejo... la pelirroja rió, si le hubieran visto se habrían percatado muy bien del calor que invadió su cuerpo, su rostro sin duda estaba teñido de carmesí, ya llegaré conejo... y cenaré conejo... y no quieres merendar conejo?... dijo la morena... mi vida... empezó nuevamente la pelirroja, no te preocupes, interrumpió, anda, tómate tu tiempo... yo te espero... te amo pecosa... hasta pronto alfiler... dijo la pelirroja antes de oprimir el botoncito rojo del teléfono, sintió el impulso de salir corriendo a casa, luego pensó el llamar otra vez, no, era mejor terminar con lo que estaba haciendo para irse pronto... terminó en menos de las dos horas señaladas, salió y encontró a Nadya en la cafetería, allí estaría hasta pasadas las seis, pues siempre se quedaba hasta tarde para estar con su novio, Ilya, gracias Nadya, dijo Lena al devolver el aparato, adiós Ilya, les veo mañana chicos... iba apurada, apenas se despidieron cuando ella ya iba por la puerta, se dirigió hasta el estacionamiento para conducir hasta los brazos de su amor.
Subió las gradas despacio, no eran muchas, apenas era la siguiente planta, quizá 10 ó 12 escalones metió la llave en la cerradura, por qué cada vez que sabía que Yulia le esperaba su corazón quería adelantársele?, rió por un breve momento y abrió... un nudo se formó en su garganta, que imagen más tierna... allí estaba la pequeña chica morena, con el disfraz de conejo, recostada en el sofá con el pequeño Vlad durmiendo sobre su pecho.
Trató de no hacer ruido, allí estaba su amada niña, durmiendo con aquel chico tan parecido a ella, sería lindo poder llegar a casa y encontrarse con una personita que abrazara con sus manitas su cuello, una personita que tuviera los mismo ojos azules que Yulia... era un sueño, sin duda no era posible... quizá, pero no por ahora, pero igual esa fantasía le hizo sentir el corazón rebosante de dicha.
Se dirigió hasta la habitación caminando de puntillas, tomó una cobija y volvió a la salita, despacio la colocó sobre el par, Yulia se movió un poco, pero continuó con los ojos cerrados... Lena se sentó en el sofá pequeño, se quedó allí, observando esa bella escena... apenas pasaron unos minutos y Yulia abrió los ojos, hola, dijo dibujando con sus labios la palabra, la pelirroja se levantó para luego hincarse junto al sofá, hola mi vida, dijo en un susurro, cómo estás?... Tatiana me pidió el favor de cuidar al grillo este, claro que acepté... dijo también en tono bajo la morena, supongo que se sorprendería de encontrarte vestida de conejo, dijo Lena, una hermosa sonrisa se dibujó en aquel rostro... sus ojos azules parecían brillar aún un poco más... rió, Tatiana me dijo: ni me cuentes, que con tu sonrisa me basta... y me dejo a la pulga... la pelirroja rió, Tatiana sabía de qué se trataba todo eso...
Lena levantó al chico de encima de Yulia, le alzó sin despertarle, Yulia se incorporó y extendió los brazos para llevar ella al niño... deja, yo lo llevo, dijo... la pelirroja accedió y ambas caminaron hasta la habitación, acomodaron al pequeño en su cama... ven, dijo la pelirroja extendiendo su mano a la morena, Yulia sujetó su mano y volvieron a la salita.
Ven acá conejo... dijo a su pequeña al atraerla a ella hasta el sofá, Yulia volvió a la posición en que la encontró la pelirroja, sólo que esta vez era ella misma quien ocupaba el lugar del niño... tenemos mala suerte conejo... dijo riendo, por qué? Preguntó Yulia, porque aunque tengo ganas de merendar no se puede, allí está Vlad y pues... aún está muy chico para aprender... la pelirroja sonrió, sus ojos formaron dos rallitas que hacían ver esa expresión hermosa... ja!... dijo la morena, el bicho es inocente igual no se enteraría de nada... sonrió y pellizcó suavemente las caderas de Lena... se fundieron en un beso suave, no se dejarían llevar, pero la complicidad de estar en la sala sin hacer ruido hacía de ese momento un muy especial.
Cómo te fue el día de hoy? Preguntó Yulia a su pelirroja, muchos documentos que revisar, bastante del trabajo del chico que murió quedó inconcluso... hay muchos datos que se deben evaluar, clasificar, en fin, mucho que hacer... Yulia admiraba en la pelirroja esa pasión por su carrera, sin duda tendría éxito con lo que se propusiera.... amor, dijo la morena, creo que mejor voy y me quito el disfraz, ya pasé un rato divertido mientras miraba la sonrisa de Tatiana... las chicas se levantaron, Lena sacó de uno de los cajones unos pantalones holgados y una camiseta para su morena, le mudó la ropa... como siempre que podía, le encantaba hacerlo.