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El gran Gael Avallon buscaba una masajista para su prestigiosa empresa. Muchas chicas desfilaron por las puertas de Group Avallon cada quince días durante el último año para ver si el gran magnate las contrataba por algún casual.

La gente en la empresa estaba contenta por esta gran decisión que había tomado el señor Avallon: habilitar un cuarto en una de las plantas del alto edificio para que sus empleados se pudiesen relajar, ya que eran muy eficientes y exigentes con su trabajo.

Había pasado casi un año completo desde que había decidido poner en marcha esta idea en la empresa, pero ninguna de las masajistas que pasaban por ahí le habían liberado tensión con un buen masaje, la gran mayoría acababan sus desastrosos masajes, que más bien se sentía como si le estuviesen dando golpes como si fuese un saco de boxeo, con una paja, y el otro tanto restante con una mamada.

A Gael no le molestaba, conseguía desquitarse de otra manera, pero ninguna de esas chicas daban la talla para pertenecer a Group Avallon, solo eran mujeres muy poco experimentadas que querían tener un contacto físico con él y, sinceramente, es entendible el por qué.

Gael Avallon era un hombre sexy y apuesto, olía a una mezcla de algún perfume caro y menta y su cuerpo estaba tonificado y cubierto por unos impresionantes tatuajes. Su pelo negro, corto por los lados y un poco más largo por el centro, provocaba que todas las mujeres quisiesen tirar de este. Los ojos penetrantes e intimidantes del magnate eran un gris tan potente que harían estremecer a cualquiera en cuanto mirase hacia estos. Su boca era perfecta, los labios rosados y rellenos, dientes perfectamente blancos y con una pequeña mancha muy blanquecina en uno de sus dientes, sus colmillos eran realmente notorios, le hacía lucir como un vampiro, o peor, ya que este hombre podría robar más de mil suspiros cada vez que sonriese. Por último, su marcada mandíbula y las venas de sus brazos, detalles que a cualquier mujer (e incluso algunos hombres) les vuelve locas. A simple vista era el hombre perfecto: metro noventa, guapo, sexy e imponente.

Mientras Gael le dictaba un correo a su secretaria, la pequeña Malia corría lo más que podía entre la gente. Llegaba tarde a su entrevista ya que tuvo un problema con su querida mascota, Salem, un pequeño y revoltoso gato negro que le encantaba revolverle el armario y jugar con su ropa.

Pretendía llevar un vestido negro y elegante para la entrevista y luego cambiarse por algo más cómodo para hacer la parte práctica, pero a su gato le pareció más divertido esconderle la única ropa cómoda limpia y elegante que tenía en ese momento, por lo que se decantó por unos skinny jeans negros y un top lencero negro, combinándolo con una americana para darle un toque más elegante y sus viejas vans negras old skool ya que sabía que le tocaría correr.

Al fin había llegado a la empresa. Se había hecho un moño ya que el pelo se le colaba entre la cara durante la carrera, aunque realmente no se acordó de este y entró sin aliento admirando todo el lugar. El recepcionista la miró divertido y le indicó por dónde debía ir. No era lo que se solía ver cada quince días, esta chica era diferente, no venía con un escote hasta el ombligo, tacones muy altos o falda realmente corta o pegada.

Malia se dirigió a donde le indicaron y cuando se abrieron las puertas del ascensor su cuerpo se tensó mirando a aquel hombre. Sabía que Gael Avallon era muy guapo, pero no que fuese tan guapo. Se quedó petrificada mirándolo y cuando este sintió su mirada, la miró y luego dirigió su vista al reloj de su muñeca.

— Vaya, al fin se digna a aparecer.

Malia casi se desmaya ahí mismo. Su voz era tan grave que sintió cómo había conseguido que sus huesos temblaran.

— Lo lamento, señor Avallon.— hizo un esfuerzo para sonar serena.

— Vaya a mi despacho, iré enseguida.

Malia asintió por miedo a hablar y que le fallase la voz. Caminó hacia la oficina de Gael Avallon y cuando se sentó en uno de los sillones de cuero sintético, cayó en la cuenta de que esa entrevista se le haría complicada con un hombre así delante.

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