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Gael se había desnudado y colocado una toalla en su cinura mientras que Malia se ponía su batín de trabajo tras la pequeña esterilla que estaba colocada en la pequeña y acogedora sala.

Había encendido el calefactor nada más entrar, lo cual a Gael le pareció muy profesional por su parte. Malia se acercó a la camilla y se untó aceite en las manos para así calentarlo un poco antes de esparcirlo por la espalda del empresario.

Gael gimió agusto cuando la joven comenzó a masajear sus hombros. Esta se sintió orgullosa al haber oido ese pequeño gemido, era muy buena señal: su masaje estaba funcionando. Gael miró a Malia a través del espejo de la sala y suspiró al verla moverse ágilmente mientras acariciaba cada parte de su cuerpo. Se estaba excitando y temía por la reacción de su cuerpo, cuando se diese la vuelta Malia podría quedar espantada o podría acabar como las demás. Gael no sabía si quería o no la segunda opción, ya que esa pequeña chica llamaba su atención y realmente su cuerpo estaba respondiendo a ella, pero si lo hacía no tendría más remedio que sacarla de la empresa.

Tras media hora Malia anunció que el masaje se había acabado. Se acercó a un rollo de papel para limpiarse las manos y cuando se giró se encontró con Gael bocarriba y con una gran erección escondiéndose bajo la toalla.

— Lo siento.— se lamentó el empresario por haber reaccionado de esa manera. Ella le miró compasiva y soltó una pequeña risita, una que le calmó en seguida, puesto que esta no estaba llena de malicia o burla.

— No se preocupe, señor Avallon, el cuerpo reacciona ante los estímulos.— se encogió esta de hombros restándole importancia haciendo menos tenso el ambiente.— es normal que una persona se excite cuando le hacen un masaje, es un toque demasiado íntimo.

— Sí... pero no deja de ser una falta de respeto hacia usted y su profesión.— añadió este incorporándose sobre sus codos para verla mejor.

— ¿Falta de respeto? No quiero que lo que le voy a decir ahora suene con doble intención... pero me encanta verle así.— dijo ella levemente sonrojada. Realmente sonaba mejor y menos pervertido en su cabeza.— Q-Quiero decir... saber que mi masaje le ha gustado tanto como para... bueno... eso.

Ahora fue Gael quien soltó una pequeña risita. Esta situación era simplemente descabellada, nunca antes le había pasado algo así y sinceramente, le gustaba esa comodidad que sentía con ella a pesar de la situación tan desastrosa.

Este se levantó y se vistió mientras Malia se cambiaba y una vez recogido todo, ambos volvieron al despacho de Gael.

Malia estaba nerviosa jugando con sus manos mientras que Gael se encontraba merodeando tranquilamente por su despacho pensando en lo que decirle. Finalmente se acercó a ella y sonrió mirándola.

— Está contratada.— dijo simplemente. La cara de Malia se descompuso totalmente ante la sorpresa. Estaba feliz, nerviosa, eufórica, avergonzada... todo se mezclaba en su interior y solo pudo sonreirle de vuelta.— Mañana mismo la quiero aquí.

— ¿En su oficina?— preguntó ella algo confusa, a lo que Gael asintió.

— Será mi masajista personal, señorita Flores.

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