019

4.4K 222 32
                                    

A la mañana siguiente, ambos jóvenes se encontraban extrañamente eufóricos. Irradiaban alegría por donde quiera que pasasen.

Habían decidido ir a desayunar a una cafetería francesa que había casi a las afueras del centro. La cafetería era pequeña y acogedora, y un delicioso olor a café y dulce salía del interior embriagándolos al momento.

Decidieron tomar asiento en el pequeño invernadero que se encontraba en la parte de atrás de la cafetería, al cual se accedía cruzando por esta.

Malia se sentía como una niña pequeña en una tienda de golosinas. Adoraba el café y las plantas. Gael se encontraba también impresionado por aquel lugar, ya que desde fuera parecía pequeña, pero cuando entrabas en el interior, era mucho más grande de lo que pensaban.

Aquella reflexión hizo pensar a Gael. Sentía que esa cafetería representaba a cualquier persona: por fuera aparentas una cosa, pero cuando la vas conociendo, es otra completamente diferente.

Malia miró curiosa el ceño fruncido de Gael. Se había quedado mirando fijamente hacia el fondo del invernadero con una expresión pensante, casi parecido a la escultura de "El Pensador". La joven rió levemente al imaginarse a Gael imitando aquella escultura y el empresario por fin reaccionó.

— ¿De qué te ries, florecilla? — preguntó alzando una ceja, a lo que Malia negó levemente.

— No es nada, solo ocurrencias mías. — sonrió a medias.— ¿En qué pensabas?

— Ocurrencias mías.— contestó Gael y ambos sonrieron.— Solo pensaba en cómo engaña la cafetería desde el exterior.

— Al igual que las personas.— le interrumpió Malia y Gael sonrió inconscientemente.

— Exacto, ¿cómo lo supiste?

— Pensaba lo mismo.— dijo encogiéndose de hombros.

— Eres increible, ¿lo sabías?

— Me lo sueles decir mucho.— rió levemente y, después que fuesen a atenderlos, un silencio sorprendentemente cómodo se instaló entre ellos.

Ambos pensaban en esta noche, sabían que iba a ser especial, tenían ese presentimiento.

Al poco tiempo, la misma persona que les había atendido regresó a llevarles su pedido. Se despidió con una amable sonrisa y se retiró para seguir con su trabajo.

Malia dio un sorbo a su capuccino, manchándose así el labio superior provocando que Gael soltase una risilla divertida.

— ¿De qué te ríes? — preguntó Malia confundida.

— Te has manchado encima del labio, me hizo gracia, luces adorable.— sonrió y miró atentamente como Malia se relamía el labio superior. Un pequeño escalofrío recorrió su espina dorsal y tuvo que respirar hondo para controlar sus impulsos.

— ¿Ya está? — sonrió Malia sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo. Gael asintió y dio un sorbo a su café sin apartar la vista de los ojos de la chica, provocándole a Malia un pequeño hormigueo en el cuerpo.

Se gustaban, y mucho. Era imposible no verlo. Sabían lo malo del otro y lo bueno, claro que no todo, nunca conoces a alguien al cien por cien de su ser.

La cabeza de Malia era tranquila con pensamientos un poco negativos a veces, más de lo que ella quisiera; mientras que la de Gael era una máquina, todo a mil por hora, analizando siempre la situación en todo momento y sobrepensando tal vez demasiado. Ese pequeño don, o tara, lo adquirió gracias a su trabajo.

Tras tomar el café, Gael dejó a Malia en su apartamento y él se dirigió a su casa. Hacía mucho que no pasaba por allí y necesitaba hablar con el personal y, tal vez, pasar un rato solo en su hogar intentando organizar sus ideas.

Mientras tanto, Malia se encontraba hablando con Salem animadamente, aún sabiendo que este no la comprendía, seguía contándole lo bien que le iba con Gael y lo mucho quense había abierto hacia ella.

Salem, en cambio, a pesar de ser un gato, notaba la alegría que irradiaba su dueña y se restregaba contra ella feliz, pidiendo caricias.

El día pasó y Gael fue a recoger a Malia a su casa cuando ya quedaba menos para la puesta de sol y salida de la luna.

Malia estaba entusiasmada y Gael estaba más que contento al ver la reacción de Malia con respecto a su infancia.

— Hoy quiero llevarte a un sitio.— dijo Gael en un momento de silencio.— Quería llevarte ayer, pero pensé que hoy tendría todo más sentido.— le dedicó una rápida mirada a la chica y colocó su mano encima del muslo de Malia.

— ¿Por qué tanto misterio, Avallon? — preguntó Malia causando que al empresario se le escapase una pequeña risilla.

— No es misterio, cariño, solo estoy creando expectación.— sonrió con sorna y Malia rodó los ojos.— No hagas eso, es de mala educación.— dijo al verla por el ravillo del ojo y, seguido de esto, dio un pequeño apretón a su muslo, a lo que Malia se quejó.

— No empieces con tus dotes de liderazgo o pienso golpearte en esa estúpida sonrisa que tienes.— bufó ella y Gael sonrió nuevamente parando en un semáforo.

— Eres toda una fierecilla, Lia, pero mejor guarda toda esa energía para esta noche, aún queda mucho por hacer.— la miró un momento y le guiñó un ojo causando que la joven se sonrojase al instante.

El semáforo se puso en rojo para los peatones y ambos siguieron camino al pueblo de Gael en silencio, aunque la cabeza de Malia ahoramismo gritaba por todas las emociones que acababa de sentir con esa última frase de Gael. ¿A qué demonios se referiría este chico?

massageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora