— Ya hemos llegado.— anunció Gael en cuanto el chofer estacionó.
Malia no contestó y parecía no tener ninguna intención de moverse, no quería perder el calor que por fin había logrado acumular, aún seguía temblando.
Gael suspiró y decidió cargarla con cuidado. Con la ayuda de las indicaciones de la morena, consiguieron llegar hasta su puerta y esta sacó las llaves para abrir la puerta. En cuanto entraron, Gael la posó en el sofá y la miró.
— Iré a prepararte un baño y luego miraremos ese tobillo.— dijo firme y no dejó que ella contestase. Se dirigió hacia la única puerta que había y encontró una acogedora habitación con un pequeño cuarto de baño.
La casa era muy pequeña, nada más entrar veías el salón y la cocina, que estaban separados por una larga encimera. Un poco más allá, estaba la puerta que daba a la habitación y dentro de esta, otra puerta que te llevaba al baño. La verdad era bastante acogedora, tenía unos enormes ventanales industriales que dejaban entrar mucha luz y hacía que todo pareciese menos reducido y, al estar todo decorado con fotos y plantas, se veía menos agobiante.
Gael se acercó a la bañera y dejó que el agua corriese hasta que se calentase. Tras unos tres minutos esperando a que el agua se pusiese caliente, desistió y cerró los grifos.
— En este edificio se comparte el agua caliente por plantas.— dijo la morena apoyándose en el marco de la puerta.— Alguien se pasaría usando el agua caliente.— suspiró.
Gael la miró completamente horrorizado. Sabía que debía haberla llevado a su mansión, pero no quería que se malinterpretasen las cosas o que ella se sintiese incómoda o intimidada.
— Entonces tendré que hervir el agua.— dijo este acercándose hacia ella.— Y si me secas la camisa con el secador o lo que sea te lo agradecería.
— Claro.— sonrió ella amablemente.— Tengo ropa de Liam por ahí, seguro que algo te servirá.— Se movió para acercarse a una cómoda, pero Gael se interpuso.
— Dime dónde está, tú solo siéntate y reposa, ¿si?
Ella tan solo suspiró y le fue dando indicaciones al magnate. Tras rebuscar entre la ropa, se decidió por unos pantalones de chandal, una camiseta y una sudadera. Entró al baño a cambiarse y miró a la morena.
— Iré a calentar el agua para tu baño, debes estar helándote y yo aquí como un idiota pensando en vestirme.
— No hace falta, en serio... puedo meter unas bolsas de agua en la cama, vas a tardar siglos en llenar esa bañera.
El empresario suspiró rindiéndose ya que vio que ésta tenía razón. Malia se congelaría antes de que él acabase.
— Está bien, entonces dime dónde están y las caliento, mientras aprovecha para cambirte y ponerte algo más abrigado.
Malia asintió y le dijo dónde tenía las bolsas de agua. Tenía tres: una para su periodo, otra para cuando viniese su mejor amiga y ambas tuviesen el periodo y otra para cuando ambas tuviesen el periodo y tuviesen los pies helados.
Mientras Gael iba calentando las bolsas de agua y entrando en calor, Malia decidió ponerse su pijama, que simplemente consistía en una larga camiseta de su mejor amigo. Ella nunca llevaba pantalones en casa, se le hacía realmente incómodo y simplemente no podía estar agusto, lo cual era un handicap para los días de mucho frío, aunque siempre le quedaban las bolsas de agua.
Se metió en la cama y suspiró agotada. El tobillo estaba empezando a dolerle, así que cogió un ibuprofeno del cajón de su mesita y agaró la botella de agua que siempre tiene cerca de la cama. Lo tomó y vio a Gael entrar con las tres bolsas de agua y con Salem en sus brazos.
— He hecho un amigo en la cocina.— dijo éste sonriente y Malia juró que en aquel instante sintió su corazón derretirse.
