Dejó a Salem al lado de su dueña y colocó las bolsitas de agua al lado de su cuerpo por dentro de las mantas para que la chica fuese entrando en calor.
Gael se sentó a los pies de la cama y destapó su pie para mirarle el tobillo, aunque él realmente no sabía mucho de eso y tal vez una masajista como ella averiguase más rápido lo que le pasaba.
— Está algo hinchado, ¿tienes alguna tobillera o una venda? — preguntó Gael mirando a la chica. Ella negó y suspiró.
— Lo tenía todo donde trabajaba antes, así que no me hacía falta comprar el material...
— Bien uhm... puedo acercarme a la farmacia de guardia, no tardaré nada.
— No, no... por favor, ahora solo me preocupa entrar en calor y no morir de hipotermia.
— Está bien.— suspiró.— Pero mañana vamos a comprar una tobillera, ¿de acuerdo? — La pequeña chica asintió y Gael se quedó mirándola bajo la tenue luz de la lamparita de noche.
Estaba meditando su siguiente movimiento, no quería espantarla al primer día de haberse conocido, pero estaba preocupado por ella y no quería que enfermase, quería verla todos los días en su despacho, con sus mejillas coloradas y su pelo desastrosamente recogido. Le gustaba aquella imagen de ella, lucía muy natural, no como el resto de empleadas que iban siempre muy formales, excepto la cocinera que era una hippie en toda regla, también le encantaba la naturalidad de esa mujer, y sus deliciosas tartas.
Finalmente decidió actuar, así que apagó la luz de la lamparita y respiró hondo antes de echarse al lado de la muchacha y meterse bajo las mantas con ella. Se sentía extraño volver a estar con una mujer en la cama. Desde su última relación se había prohibido a sí mismo enamorarse de otra mujer o si quiera estar con alguna otra demasiado íntimamente, solo quería un poco de sexo y ya, lo suficiente para no romperlo de nuevo.
Malia miró nerviosa al empresario, se encontraban muy cerca a pesar de que la cama era grande. Para ocultar su nerviosismo decidió centrarse en calentar sus manos, así que acercó estas a su cara y comenzó a soplarlas y frotarlas para, al menos, conseguir que sus dedos funcionasen.
El joven empresario observó sus movimientos y tomó las manos de la chica entre las suyas. Un escalofrío recorrió sus brazos y se perdió en su torso, la muchacha estaba congelada.
— Por favor, no quiero que te espantes ni que las cosas se vuelvan extrañas por lo que voy a hacer ahora, necesitas entrar en calor y el resto debe ser el menor de los problemas ahora, ¿bien? — Dijo este y Malia asintió no muy segura. El aire se le había atascado en los pulmones a causa de los nervios y observó como Gael cogía sus manos y las metía bajo su sudadera y camiseta, dejándolas descansar en su pecho.
Éste soltó un jadeo y sintió su cuerpo tensarse debido a las frías manos de la chica. El jadeo de Gael se había mezclado con el suspiro de Malia al sentir el calor que irradiaba el cuerpo del chico y cerró los ojos del gusto.
Gael la miró y decidió acercarse más a ella, encerrándola entre su cuerpo y las bolsas de agua para que así entrase en calor más rápido. Abrazó su congelado cuerpo y entrelazó sus piernas con las de ella, dejándola prácticamente cubierta bajo su cuerpo. El empresario se sonrojó al notar la falta de pantalones de la joven y soltó una pequeña risita al sentirla estremecerse bajo sus brazos.
— No se ría usted, señor Avallon, es raro tener a mi nuevo jefe prácticamente encima de mí.— Comentó la muchacha en tono gracioso.
— No quiero que me veas como tu jefe fuera de la empresa, ni que me llames señor Avallon, ahoramismo soy Gael, nada más.— dijo este cerrando los ojos y apoyando su mentón en la cabeza de la chica. Malia suspiró y escondió su rostro en el cuello de Gael, con sus ojos aún cerrados.
— Muchas gracias por todo, Gael nada más.— murmuró la chica antes de caer dormida en los brazos del empresario.
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