Ambos se encontraban hablando animadamente en el coche, Malia se había puesto loca de contenta cuando Gael sugirió ir al McDonalds y llenó toda su cara de besos y de pintalabios. Después de limpiar el desastre que había dejado en su cara, no sin antes sacarle una foto porque se veía realmente adorable, se retocó el pintalabios y se dirigieron al coche del mayor.
Si había algún lujo que Gael no había abandonado, son los coches. Tenía cinco preciosos coches y a Malia le encantaban. Sabía mucho de ello gracias a su padre, que fue mecánico, y su marca de coche favorito era Audi. Recordaba jugar con su abuelo y su hermano a ver quién contaba más coches: su abuelo iba a por los Mercedes, su hermano a por los Volkswagen y ella a por los Audi. Cuando Gael escuchó esa pequeña historia sonrió. Audi era su tercera marca de coche favorita, los Porsche y Lamborghini le podían.
Gael siempre usaba el único Audi que tenía cuando iba con ella, y Malia realmente apreciaba ese pequeño gesto. Si su familia la viese... no se creerían la suerte que ha tenido con este hombre. Y es que deseaba que se conociesen, pero ellos estaban en España y les quedaba demasiado lejos.
La morena suspiró mirando hacia la ventana. Tenía morriña, mucha. Extrañaba su hogar, su familia... le hubiese encantado poder llevárselos a todos con ella. Pero las cosas no funcionan así.
Gael notó que su amada estaba decaida, con la cabeza perdida en cualquier parte, así que decidió colocar una mano en su muslo y acariciarlo cariñosamente con el pulgar. Cuando Malia le miró, le dio un pequeño apretón para reconfortarla, para que ella supiera que siempre iba a estar ahí para ella. Y ella lo sabía, pero no podía decirle que quería ir a España a ver a su familia junto a él, que quería que les conociese... no podía porque no eran novios.
Solo eran un algo. Un encuentro estúpido después del trabajo. Un escape para Gael de su vida lujosa.
Pero Malia estaba equivocada pensando eso. Para Gael ella era un romance secreto, era su nueva acompañante que deseaba que fuese permanente. Pero era prohibida, él era su jefe y no podía perder esa posición de superioridad a los ojos de nadie de la empresa. Y eso le fastidiaba, y mucho. Le fastidiaba porque ella era la única mujer con la que había sentido una gran compenetración, la única que había sido capaz de enamorarlo, porque sí, estaba enamorado y sí, jamás se había enamorado.
Claro que tuvo relaciones cuando era un adolescente, pero solo le gustaban aquellas chicas, no estaba enamorado, y ahora creía estarlo, porque ese sentimiento que florecía en su pecho al verla cada mañana, con el pelo esparcido por toda la almohada, pegada a su pecho, con la boca entreabierta y, a veces, soltando pequeños suspiritos y ronquidos, le estaba carcomiendo, pero de una manera buena, sentía una calidez increible cuando estaba con ella. Su estado de ánimo le pasaba factura a él, se preocupaba cuando la veía mal y sentía su tristeza. Como ahora.
— Lia... dime, ¿qué ocurre? — dijo tras estacionar el coche en el parking del restaurante de comida rápida.
— No es nada... — suspiró Malia.— Son solo tonterías, de seguro tienes cosas más importantes en la cabeza.
— Malia, la única cosa importante que tengo en la cabeza eres tú, ¿entendido? — dijo girándose en su asiento y agarrando la barbilla de la chica para que lo mirara.— Odio verte mal, florecilla.
— Solo... tengo morriña de mi hogar y mi familia, eso es todo.— suspiró y cuando Gael comenzó a acariciar su mejilla, inconscientemente cerró los ojos y dejó caer levemente su cabeza contra la mano del chico.
— Lia... — suspiró Gael.— Podemos hacer un viaje si quieres, solo tienes que decírmelo.— se acercó a ella y le dio un leve beso en los labios.— Lo hablaremos comiendo, ¿te parece? Espero no acabar perdido con todas esas cosas que llevan las hamburguesas.— dijo divertido intentando que la pequeña chica riera, cosa que logró y suspiró aliviado.
— Estoy deseando verte toda la cara manchada de salsa.— rió Malia y quiso burlarse un poco más.— El pan no es tan resistente como lo que acostumbras a comer.
— No hagas que me arrepienta.— gruñó el chico y ambos salieron del coche camino del restaurante.
Durante la cena, Malia se hartó a sacar fotos a Gael, a reirse de él y, de vez en cuando, robarle algún pequeño beso. Gael estaba contento por verla así de feliz, de que lo besara sin miedo y que se burlase de él, la sentía menos cohibida que otras veces, la veía agusto y eso le encantaba; por eso decidió dejar la conversación del coche para otro momento, en el momento en el que había mencionado ese pequeño tema, la cara de su amada se descompuso y prefirió dejarlo y tener una velada tranquila, dentro de lo que cabe.
Ahora Malia se encontraba riéndose de él. Le estaba enseñando cómo colocarse las patatas fritas en la boca imitando una morsa y Gael estaba rojo a más no poder, le avergonzaba que ella estuviera haciendo eso y le avergonzaba tener que hacerlo él,
porque si eso hacía reir a Malia, lo haría sin dudarlo.— No bobo, no es tan difícil, entre los dientes y el labio, pero no te rías o se te caerán.— advirtió Malia risueña.
— Esto es imposible, Lia... ya deja de reirte de mí.— dijo enfurruñado y lo intentó una vez más, consiguiendo el resultado. Iba a anunciarlo feliz, pero cuando se giró hacia Malia, se sonrojó aún más al ver que lo estaba enfocando con el móvil.
— Di algo, mi morsita.— sonrió Malia grabándole. Gael se quitó las patatas y agachó la cabeza avergonzado. Soltó una pequeña risita y negó con la cabeza.
— Déjame el móvil, pero no dejes de grabar.— le dijo y Malia se lo pasó. Gael cambió la cámara y enfocó a ambos. Sonrió y cogió a Malia de la nuca para estampar sus labios contra los suyos en un no tan suave beso, descolocando por completo a la sonrojada chica y dejándola con ganas de más.
