Ambos jóvenes se encontraban viendo The Truman Show. Ambos amaban a Jim Carrey, ambos sentían que estaban viviendo controlados, ambos por sus propios miedos.
Gael había llenado el sofá de mantas y cojines para estar más cómodos. Estaban sentados y acurrucados el uno contra el otro con un bol de palomitas en medio.
Se sentían como dos adolescentes, enamorándose el uno del otro tan rápido que resultaba ser asfixiante. Habían pasado ya cuatro meses desde aquella horrible pelea, pero Gael estaba cumpliendo su palabra, no quería perderla por nada del mundo.
Ahora llegaban ambos a la empresa, trabajaban un poco y luego se iban a comer juntos. Luego Gael volvía al trabajo y Malia pasaba la tarde con Toby y sus amigos. Y, cuando llegaba la noche, Gael iba a casa de Malia a dormir. Se podía decir que pasaba más tiempo en la acogedora casa de la chica que en su lujoso ático.
Malia nunca había estado en el piso del mayor, y no porque ella no quisiera, sino porque éste no quería que viese su frivolidad y todo el dinero que había invertido en cosas que le podrían haber costado muchísimo menos. Por una vez en su vida, le avergonzaba la fama.
En el trabajo, Gael había conseguido un par de masajistas para sus trabajadores con la auda de Malia. Toda la plantilla estaba muy contenta con la llegada de la chica a la empresa, y es que claro, todos notaban el gran cambio de su jefe: ahora rara vez se enojaba o estaba serio, sonreía todo el rato y pasaba más tiempo intimando con sus empleados y escuchando las quejas y propuestas directamente de ellos en vez de por su secretaria. Sí, se podía decir que todo estaba bien desde que el uno apareció en la vida del otro.
— ¿Te apetece que vayamos a cenar por ahí? — le preguntó Gael a la morena apagando la televisión una vez terminada la película.
— Mhm... claro, no me apetece cocinar.— le miró — ¿Te apetece mcdonalds?
— Ya sabes que nunca he comido en un resturante de comida rápida, y no pienso hacerlo ahora.
— Venga, son sitios divertidos, no siempre tenemos que ir a restaurantes con alguna estrella, ¿sabes? Además, nunca has ido, no puedes criticarlos.— sonrió Malia sintiéndose victoriosa. Gael suspiró mirándola. No iba a negar que adoraba verla sonreir como una niña, ¿pero ir a un restaurante donde no se sabía la procedencia de sus productos? No creía que eso fuese a suceder en esta vida.
— No vas a convencerme.— dijo acariciando la mejilla de Malia.— Pero podemos ir a un restaurante menos formal, si quieres. Hay una hamburguesería muy buena en el centro, podemos ir si quieres.
Malia torció los labios no estando totalmente de acuerdo. A ella le daba igual la comida, solo quería otro tipo de ambiente y, sobretodo, ver a Gael comportándose en ese ambiente.
— Está bien.— suspiró ella finalmente.
Gael miró a la chica, sabía que en realidad no estaba del todo bien, pero no le gustaban esos ambientes, a parte de que debía mantener una imagen frente al público.
Ambos se levantaron del sofá y, mientras Malia se arreglaba un poco, Gael miraba hacia la ventana pensativo. Sentía que la había decepcionado y había prometido no hacerlo nunca más. Suspiró y miró hacia la puerta de la habitación de Malia. Sonrió al verla en ropa interior poniéndose varios conjuntos delante mientras se miraba en el espejo. Gael se acercó a ella y la abrazó por la espalda, provocando en ella un respingo.
— ¿Por qué no el vestido negro de margaritas? Te queda muy bien.
— Está para lavar, resulta que el idiota de mi jefe derramó café en él.— sonrió esta y se giró para mirarle.
— Lo siento por eso... realmente no me acordaba.— apartó la mirada hacia la cama y divisó toda la ropa que había sobre esta.— Mhm... ¿por qué esto no? — dijo cogiendo una falda blanca y un top lencero.— Oh, ya sé qué le falta.— se dirigió al cajón donde guardaba su ropa de repuesto y cogió una de sus camisas blancas.— con esto irías perfecta.
Malia sonrió inconscientemente. Ese detalle le había afectado demasiado, más de lo que se esperaba. Con Gael siempre se sentía así, cada mínima cosa que hiciese, sobretodo le encantaba cuando le pillaba mirándola, el cómo la miraba le hacía sentir querida y especial, pero no quería confiarse. Le daba miedo. Le daba miedo enamorarse y que volviesen a jugar con ella, le daba miedo ilusionarse y salir con el corazón roto.
— Mhm... me gusta tu elección.— sonrió esta y comenzó a vestirse.
— Me encanta verte con mi ropa.— dijo el mayor comiéndosela con los ojos. A Gael ya no le importaba demostrar sus sentimientos, no con ella. Notaba su miedo y sabía que era igual que el suyo, por eso no temió empezar a soltarse con ella, quería que sintiese la misma confianza que él.
— Gracias.— sonrió Malia levemente sonrojada.— ¿Nos vamos entonces?
— Claro.— sonrió de vuelta Gael.— Entonces... ¿McDonalds?
