Genial, no habían pasado ni dos horas y ya se encontraba en problemas otra vez.
Malia respiró hondo y se giró para ver al empresario con una cara de disgusto mezclada con enojo. No sabía cómo arreglaría esto.
— Y-Yo solo... recordé que ayer guardé una cosa en tu americana y b-bueno am...
Gael había soltado la muñeca de la chica y ahora ambos se encontraban cara a cara. La tarjeta se había quedado dentro de la americana tan solo porque Gael le había pedido, no muy amablemente, que dejase lo que fuera que estuviese cogiendo donde estaba.
— Si no estabas haciendo nada malo, ¿por qué estás tan nerviosa, corazón? — dijo este acariciando el mentón de la chica con su pulgar.
La chica no contestó. No le salían las palabras, ni si quiera podía respirar con normalidad. Los nervios se la estaban comiendo viva, al igual que la intensa mirada del magnate.
Gael se alejó de ella y recogió su americana. Metió la mano en el bolsillo y sacó la pequeña tarjeta que había dentro de este. La leyó y gruñó en bajo, notoriamente molesto.
— Dime que no es... joder, dime que no es el hijo de puta del coche.
— Gael por favor, él solo... — no pudo acabar, porque la ira del empresario se hizo aún más presente interrumpiéndola.
— ¿Ese jodido mal nacido te dio su teléfono y tú vas y la guardas en mi chaqueta? — rugió molesto.
Malia tembló asustada y miró cómo el magnate hacía esa tarjeta añicos y la tiraba a la basura.
— Joder, Malia, ¿no te das cuenta de que ese imbécil pudo hacerte daño si no hubiese aparecido yo? Ibas a subirte en su maldito coche como una ingenua, ¿y luego qué? ¿te viola y vuelves llorando a mis brazos? Lo siento pero no voy a permitir eso.— bufó y alguien entró sin llamar a su despacho. Grave error porque lo único que consiguió fue un "¡Largo!" muy agresivo del magnate.
Estaba muy alterado, demasiado. Esa chica no sabía lo que aquel rubio podría haberle hecho. Se sentía muy frustrado y enfadado consigo mismo por haber reaccionado de aquella manera, pero sentía unas ansias terribles de proteger a la morena, que ahoramismo se hayaba temblando en su sitio y con los ojos lagrimógenos.
Gael se dio cuenta del estado de la chica y decidió acercarse a ella, pero un débil "no" salido de los labios de Malia, le hizo frenar inmediatamente.
Malia agarró sus muletas y salió cuanto antes del despacho. No quería seguir allí. Había visto a Gael pasar de un chico súper dulce y atento, a un monstruo sin piedad.
Le había gritado a ella, había gritado al pobre trabajador que seguro que tenía una urgencia y por eso entró de aquella manera al despacho, le había llamado ingenua, le había tratado como a una estúpida.
Cada vez que pensaba en lo sucedido hace tan solo un par de minutos, las lágrimas amenazaban con salir, pero se negaba a llorar por esa estupidez, se negaba a llorar por ese hombre y se negaba a llorar por la estupidez de ese hombre.
Decidió coger el transporte público por segunda vez en el día. Tendría que caminar unos diez minutos de la parada a su casa, pero siempre era mejor que caminar esos 40 minutos de la empresa a su casa.
Se sentó atrás del todo y miró por la ventana intentando callar sus pensamientos. Quería dejar de pensar en esa escena que se repetía una y otra vez en su cabeza haciéndola polvo.
Mientras tanto, Gael estaba también mirando por la ventana sintiéndose la mayor porquería de todo el país. La escena también se repetía en su cabeza, sus propias palabras le dolían... y es que la había cagado, y mucho.
