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— S-Señor Avallon... — tartamudeó Malia. Nada más conseguía salir de su boca, no se esperaba encontrarse a su jefe de fiesta y aún menos un día antes de su primer día de trabajo.

— Buenas noches.— saludó al otro par con su copa, que lucían casi igual de impresionados que Malia.— Entonces... ¿puedo unirme?

— Am... s-sí, claro.— la joven echó un vistazo a sus amigos pidiéndoles ayuda.

— Bien, pues repitan el brindis, por favor, no me gusta repetir lo que otros ya han dicho.— dijo Gael.

— Bueno... estábamos brindando por Malia y su trabajo... y por usted.— dijo Alissa habilidosamente.

— Claro... bueno, entonces me gustaría brindar porque esta muchachita no me defraude nunca.— alzó su copa al centro del pequeño círculo que habían formado.

Los tres amigos sonrieron aliviados y chocaron su trago con la copa de Gael. Cada quién bebió el contenido entero, excepto el empresario, que simplemente dio un sorbo a su copa.

— Espero que no acostumbre a salir todos los días, señorita Flores.

— Fue por una ocasión especial, no todos los días te contratan en una gran empresa y mucho menos trabajar directa y exclusivamente con el jefe.— dijo Liam rápidamente.

Gael simplemente asintió y levantó su copa a modo de despedida. Cuando por fin lo perdieron de vista, Malia soltó el aire que ni si quiera sabía que estaba reteniendo en sus pulmones.

— Eso ha sido intenso.— comentó distraidamente Alissa.

— Debería irme, chicos.— suspiró Malia.— sabía que no debía haber salido.

— Lo siento mucho.— dijo Alissa mordiendo su labio culpable.

— No es tu culpa, me lo he pasado genial.—la abrazó y besó su mejilla.— Os amo mucho.

— Y nosotros a ti, culito de algodón.— ahora fue Liam quien las abrazó. Las chicas tan solo rieron por el comentario de Liam y ambas besaron su mejilla.

— Eres un bobo.— dijo Malia sonriente.— Ya nos vemos, ¿bien? y haced todo lo que yo no haría.— canturreó alejándose de ellos.

— Lo haremos, tranquila.— gritó Liam riendo y abrazando a Alissa por la cintura.

Malia les dedicó una rápida mirada sonriente. Esos dos realmente hacían muy buena pareja, y no lo decía porque fuesen sus mejores amigos, sino porque realmente la hacían, tenían una complicidad que ella simplemente admiraba, quería tener también algo así.

Cuando la joven salió del local se maldijo a sí misma por no haber traido un paraguas. Las gotas caían de forma torrencial golpeando fuertemente la acera. Malia suspiró armándose de corage y simplemente se puso a caminar a paso rápido. Ni si quiera llevaba una mísera chaqueta.

Se maldijo a sí misma por segunda vez. Sabía perfectamente que esa noche llovería y con los nervios y el calor que hacía antes, se olvidó por completo del tiempo.

No vivía muy lejos, pero lloviendo parecía eterno. Se centró en sus pensamientos para distraerse hasta que resvaló levemente con una baldosa y se hizo daño en el tobillo.

Maldijo por tercera vez y se paró al lado de un banco. Estaba mojada así que simplemente ya le daba igual mojarse más. Tenía muchas ganas de llorar, el gran día que estaba teniendo se había fastidiado en tan solo unos minutos. Tan solo pensar en el camino que le quedaba, la estaba agobiando.

Tras un par de minutos decidió emprender su marcha, su tobillo no dolía tanto, o tal vez sí, pero estaba tan congelada que sentía su cuerpo totalmente entumecido.

Siguió pensando para distraerse de todo, cualquier pensamiento era mejor que dejar que sus ojos derramasen las lágrimas que quería soltar.

Estaba tan metida en sus pensamientos y en pensar cómo iría a trabajar mañana que cuando un coche paró a su lado e hizo sonar el claxon, pegó un leve bote asustada. Miró hacia el automóvil totalmente desorientada y alerta, no estaba entendiendo nada y cada vez sentía más cerca el llanto.

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