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Cuando terminaron de cenar, Gael decidió que no quería que esa noche acabara ahí, quería alargarla, trasnochar con ella y hacer locuras. Por una vez, su estatus e imagen no importaban, por una vez, se sentía libre.

Malia miraba por la ventana distraida, intentando reconocer el camino por el cual Gael la estaba llevando, sin embargo, no reconocía el camino.

— ¿Dónde me llevas, Avallon?

— Al fin del mundo, hermosa. — dijo este mirándola un momento y guiñándole un ojo. Malia se sonrojó al instante, no sabía cómo debía reaccionar a eso, así que optó por volver al tema principal.

— Gael... hablo en serio. — dijo mirándole y mordiendo su labio inferior nerviosa.

— Pues si no dejas de morderte el labio ahoramismo, voy a tener que estacionar a un lado de la carretera y hacerte el amor.— dijo sin apartar la mirada de la carretera.

Malia jadeó sonrojada y miró por la ventana en un intento de ocultar su nerviosismo. Nunca habían hecho el amor, nunca habían hecho nada más allá que un par de besos, y no porque no quisieran, sino porque simplemente no era el momento.

El coche de Gael se paró tras un rato conduciendo y miró a Malia, quien seguía afectada por su comentario. Cogió la mano de la chica y dejó un beso en el dorso, captando la atención de esta.

— Ya hemos llegado, florecilla.

— Uhm... ¿dónde estamos? — preguntó Malia desconcertada.

— Quiero enseñarte una parte de mí, vamos — Gael se bajó del coche y corrió a abrirle la puerta a su amada. La ayudó a salir del coche y abrazó su cintura desde atrás, apoyando su barbilla en el hombro de la chica.

Malia miró bien el lugar. Era un bosque, y un poco más a lo lejos, había un pequeño pueblo muy iluminado por pequeñas luces de fiesta.

— Ese pequeño pueblo era mi hogar hace mucho.— murmuró Gael.— Y en este bosque pasé muchas tardes solo, haciendo grandes planes... soñando.— Malia miró a Gael sobre su hombro. Estaba impresionada y se encontraba totalmente inmersa en sus palabras.— Hay un sitio en ese bosque que es muy especial para mí.— Añadió y dejó un pequeño beso en su hombro.— Te lo enseñaré después, ahora quiero que conozcas a mi gente, ¿te parece bien?

— Claro que sí.— sonrió Malia.— Me encantaría.

El mayor asintió y volvieron a subirse al coche. A medida que este se iba acercando, las luces se veían más nítidas, había banderines, espumillones y una festiva música se colaba a través de los cristales.

— Son las fiestas de la luna.— dijo Gael.— Una vez al año, la luna se acerca mucho a esta zona y se ve realmente enorme y brillante.

— ¿En serio? Nunca lo había visto.— dijo Malia impresionada.

— Desde la ciudad nunca se ve, demasiados rascacielos.— suspiró Gael.— Mañana te traeré para que la veas.— sonrió el chico y estacionó el coche a un lado.— Estas fiestas duran tres días.— dijo bajando del coche y volvió a abrir la puerta de la chica.— El último día es el Día de la Luna. Hay un gran apagón en el pueblo para así poder verla bien... y como estamos cerca del mar, no hay mucha contaminación lumínica que nos impida verla con claridad.

Malia se sentía como una niña pequeña en una tienda de golosinas. Estaba tan feliz de que Gael compartiese esto con ella que no pudo controlarse. Abrazó al hombre por el cuello y se puso de puntillas para así alcanzar sus labios. En el momento en que estos conectaron con los suyos, Gael colocó sus manos en la cintura de la chica, dejándose llevar por aquel impresionante y sentido beso. Ambos corazones gritaban, estaban experimentando el mejor sentimiento del mundo y no quería que se fuese nunca. El amor que sentían era casi asfixiante, o tal vez era la pasión con la que se besaban lo que les afixiaba.

Malia se separó levemente de los labios del chico para respirar, apoyó su frente contra la de Gael y mantuvo los ojos cerrados, intentando controlar sus latidos y su aliento.

— Te quiero.— murmuró Gael cerca de los labios de la chica.

Malia había sentido una corriente muy fuerte recorrer todo su cuerpo. Era la primera vez que Gael le decía que la quería. Y claro que ella sabía que él la quería, pero oírselo decir le había robado el aliento. Quería gritar de felicidad en aquel instante, pero optó simplemente por abrirse, igual que él lo había hecho con ella.

— Yo también te quiero, Gael.— suspiró.

La sonrisa de Gael no tardó en extenderse por su cara. Se había sentido nervioso al ver que su amada no reaccioaba. Y sí, el gran Gael Avallon se había puesto nervioso por primera vez en mucho tiempo. Nuevos sentimientos florecían en el interior de ambos, pero no tenían miedo, ya no.

— ¿Vamos a la fiesta, mi preciosa flor? — murmuró Gael en los labios de la chica, dejando un pequeño beso en estos. Malia asintió aún emborrachada en las sensaciones que Gael causaba en ella. Y es que ambos se sentían ebrios por el amor del otro, ambos por fin se permitieron dejarse llevar.

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