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Malia había despertado sintiendo mucha presión sobre su cuerpo. Se sentía verdaderamente aprisionada y no fue hasta que abrió los ojos y vio al empresario que consiguió calmarse.

Recordaba todo lo que había pasado ayer, desde el brindis con sus amigos y Gael, hasta Tobias y los cuidados del empresario.

Intentó mover su tobillo pero un dolor agudo se instaló de repente en la parte exterior de su tobillo derecho. Soltó un quejido que despertó a Gael y éste le miró sobresaltado.

— ¿Qué pasó? ¿te lastimé? ¿estás bien? — dijo este incorporándose rápidamente. Malia tan solo soltó una risita, le parecía adorable.

— Estoy bien, Gael, es solo que moví mi tobillo para ver cómo se encontraba y aún me sigue doliendo, eso es todo.

Gael suspiró y miró a la joven que aún se encontraba recostada y con el pelo desparramado por la almohada.

— Voy a llamar a mi médico y que venga a curarte eso, hoy no irás a trabajar, necesitas reposo, ¿entendido?

— ¿Qué? No, no, no pienso faltar a mi primer día de trabajo.— dijo esta incorporándose también.

— Estás hablando con tu jefe, claro que no irás.

— ¿No que aquí solo eras Gael nada más? — dijo ésta alzando la ceja divertida.

— No te pases de lista, pequeña Malia.— amenazó divertido el empresario.— Iré a hacer el desayuno, ¿quieres que te lleve a la cocina o prefieres quedarte aquí?

— ¿Ver a mi jefe cocinando para mí? definitivamente eso es algo que no me perdería por nada del mundo.— rió Malia.

Gael sonrió y la cargó hasta la cocina. La sentó en una silla y colocó su tobillo con cuidado en otra. Antes de ponerse a cocinar, hizo una llamada rápida a su médico, el cual llegaría en unos 40 minutos.

El muchacho empezó a cocinar y Malia se deleitaba con sus ágiles movimientos. No tenía mucha comida en casa, pero Gael se las estaba ingeniando bastante bien.

Tras un rato cocinando, Gael sirvió el desayuno, que constaba de un café, zumo de naranja y tortitas.

Malia estaba realmente impresionada, olía todo maravillosamente bien. Miró al empresario y sonrió.

— Gracias por esto, pero de verdad que con un café y cuatro galletas iba bien.

— Claro que no, ambos necesitamos recuperar fuerza de ayer, es increible que no te hayas puesto enferma.— comentó Gael mientras se sentaba al lado de la morena— Espero que te gusten.

Ambos desayunaron en un silencio bastante cómodo, uno que hacía mucho tiempo que Gael no tenía y uno que Malia deseaba encontrar algún día. De vez en cuando se daban alguna mirada y se sonreían o soltaban una pequeña risita. Definitivamente habían congeniado muy bien.

— Bueno, creo que es hora de que me vaya a trabajar, el médico vendrá dentro de diez minutos así que no te asustes si pican, no va a ser un ladrón.— dijo éste intentando bromear.

— ¿Desde cuándo un ladrón llama antes de entrar, señor Avallon?

Gael rió negando, estaba un poco avergonzado porque, claramente, los ladrones nunca llamarían antes de entrar.

Se levantó y dejó los platos sucios en el fregadero. Llevó a Malia al sofá y le puso una bolsita de maíz congelado sobre el tobillo malo.

— ¿Sabes que yo me como eso? — dijo la morena señalando la bolsa.

— Te compraré más, pero ahora lo importante es tu salud.— contestó Gael y fue al cuarto de Malia a por su ropa— Am... te la devolveré en cuanto salga det trabajar, mi ropa sigue algo húmeda.

— Claro, no te preocupes.— sonrió la muchacha.

Gael le sonrió de vuelta y miró su reloj. Se despidió de Malia con un beso en la frente y, justo cuando iba a salir, se topó con el doctor, lo que le dejó más tranquilo.

Su chofer le recogió y se cambió en el coche de camino al rabajo. Siempre llevaba una muda por si acaso se manchaba de camino a una reunión.

Nunca antes había llegado tarde al trabajo y no pensaba hacerlo ahora. Había tenido contratiempos otras veces y siempre conseguía llegar a su hora.

Gael Avallon era una persona muy puntual, odiaba la impuntualidad, pero a veces daba segundas oportunidades, otras veces daba hasta terceras, pero nunca una cuarta.

Había llegado justo a tiempo a su trabajo. Llevaba ya un par de horas trabajando muy concentrado en el contrato que estaba redactando, tan concentrado que se sobresaltó cuando escuchó a su secretaria hablar por el altavoz.

— Señor Avallon, la señorita Flores acaba de llegar.— Gael frunció el ceño entre confundido y molesto ante sus palabras.

— Hágala pasar.— dijo levantándose de su silla y se colocó frente a su escritorio apoyando su cuerpo sobre este y cruzando sus brazos sobre su pecho. En cuanto la joven entró con un par de muletas, esta sonrió inocente esperando así evitar que Gael la regañara, pero obviamente su intento de apaciguarle no funcionaría.

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Bueno, este capítulo lo subo dedicado a mi bebé bizzIedallas que acaba de tatuarse y para hacer más ameno su sufrimiento. 🖤

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