Capítulo tres: hago de psicóloga para el bufandas

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Ingrese al instituto de Beacon Hills junto a Lydia Martin. 

Nunca creí decir algo así. Sigue siendo algo tan loco. Y es que yo aún creo que sigo soñando, aunque sé que no es así y lo que estoy viviendo es completamente real como yo, a menos que yo tampoco sea real.

Algunas personas volteaban a vernos cuando pasábamos por su lado, me incomodaba ser el centro de atención, fui la chica nueva por muchos años y no tengo un buen recuerdo de mis años escolares.

―Ven, mi mamá me dio tu número de taquilla, que es al lado mío, tus libros nuevos ya están ahí ―dijo en voz baja, se notaba algo incomoda por las miradas.

Camine a su lado, mirando entre ratos el lugar, un poco curiosa. Si estaba atrapada aquí, al menos disfrutaría de explorar el lugar. 

Llegamos a su casillero. A lado se encontraba una especie de altar donde había fotos de una azabache de ojos castaños que conocía bien: Allison Argent. Había notas pegadas con algunas flores, también una foto grupal donde se encontraba toda la manada, incluida Kira. 

Me quede mirando aquel gesto por bastante tiempo. Si yo llegara a morir ¿alguien se tomaría la molestia de recordarme así? ¿alguien adornaría mi casillero y me llevaría flores? ¿me escribirían una carta? 

Yo lo hice por aquellos que perdí. Mis memorias me transportaron a los momentos más devastadores que he vivido, donde respirar dolía tanto que se convirtió en un deber más que en querer hacerlo. Se que sus muertes no fueron mi responsabilidad, pero mi instinto de proteger a los que quiero me hacía ver lo contrario. 

―Ella era mi mejor amiga ―murmuro Lydia al notar mi atención en la foto de Allison sonriente. El dolor en su voz me hizo sentir un poco de remordimiento por haber considerado la muerte de esa chica como algo sin importancia, era claro que para sus amigos no lo era.

―Allison —dije en voz baja, y añadí ante su mirada: —. Leí el periódico, su muerte causo conmoción como el de los otros. —Era una mentira, pero debía improvisar. Lydia asintió, sus ojos volvieron a la fotografía y note la tristeza en su rostro. —Lo siento mucho, Lydia. Entiendo por lo que estas pasando y sé que no es nada fácil. Los días son difíciles y las noches muy largas. A veces aun pienso en las personas a las que perdí y me siento culpable por haberles fallado, de haber actuado antes tal vez los hubiera salvado, aunque sé que no habría hecho diferencia alguno cuando el destino ha decidido nuestro final. Su muerte será siempre la carga sobre mis hombros.

Hablar sobre lo que siento es algo que no suelo hacer porque aún duele, porque a pesar de que sucedió hace bastante tiempo, aun se siente como si fue ayer, porque aún no me perdono los errores que cometí y las vidas que quite, y las personas que me fueron arrebatadas. Era una niña, pero a la vida no le importo, a los Dioses no le importo, a la guerra no le importo. Fue el precio que pague por ser hija de un Dios.

Nerea Jackson en Teen wolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora