Capítulo 2: Reencuentros.

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Unos veinte minutos más tarde, finalmente llegué a casa. Guardé cuidadosamente mi deportivo en el garaje para evitar algún accidente y me quedé un momento dentro del auto, con las manos en el volante, pensando sobre mi situación un tanto nerviosa.

¿Qué sucederá a partir de ahora? No estaba muy segura, todo era muy nuevo para mí. ¿Cómo serán todos los días con la persona que voy a conocer? Espero, para poder estar tranquila, ser capaz de llevarme bien con él.

Solté un largo suspiro.

—¿Cambiará algo?—Pregunté en voz baja, tan baja, que salió como un murmuro contra el silencio que me rodeaba.

¿Cambiaré... yo?

Aunque intenté acomodar mis pensamientos, fue inútil. Bajé del auto aún más confundida y sin ninguna respuesta que me ayudara. Traté de despejarme, miré la hora en mi celular y me sorprendí al ver los números que resaltaban en la pantalla.

Eran las siete y veinte de la tarde.

—¿Cuánto tiempo estuve hablando con Lily? —Exclamé, prácticamente, sin creerlo, mientras guardaba mi celular en el bolsillo de mi pantalón, y caminé hacia la puerta para entrar a casa.

Cuando llegué a nuestro living, mi madre estaba hablando por teléfono. La saludé con un movimiento de mi mano y ella hizo lo mismo; también, mostró una amable sonrisa muy usual en ella. Me dirigí hacia las escaleras con la intención de ir a mi cuarto para darme una ducha, pero ella me llamó desde abajo.

—¿Qué sucede?—Susurré ya que todavía estaba hablando por teléfono.

Mamá puso el aparato contra su pecho.

—Necesito que estés lista para las ocho. Él vendrá a esa hora.—Me susurró en respuesta.

—¿Él?—Fruncí el ceño al no saber a quién se refería. Pero segundos después, comprendí de quién hablaba—. Oh. Está bien.

Ella me sonrió y siguió hablando por teléfono, alejándose hacia la cocina.

Por alguna razón, me puse un poco emocionada. Subí hacia mi habitación y rápidamente me desvestí para entrar en la ducha, bueno, no tan rápida ya que mi mente seguía pensando sobre qué pasaría los siguientes días y al fin terminé media hora después.

Cuando terminé de bañarme, envuelta en mi toalla como estaba acostumbrada, fui a buscar algo para cambiarme. Y estuve un buen rato decidiendo lo que iba a usar, casi con toda la ropa fuera de mi armario.

Al final, me decidí en algo cómodo: una falda de color crema; una blusa con tirantes color celeste claro y unas tacones -no muy grandes-, del mismo color que mi falda. Arreglé mi cabello mojado y lo dejé suelto. La verdad es que mi cabello es muy fácil de manejar, así que no hay problema cuando se seca; para mi buena suerte.

Cuando estuve lista, fui hacia al living y ahí estaba mi padre, muy elegante como siempre con uno de sus trajes oscuros. Le sonreí al verlo y él me devolvió la sonrisa junto con un guiño. Fui hasta la cocina, donde oía a mi madre, y me puse de buen humor al ver cómo preparaba la cena. Cada vez que cocina, su comida se compara la de un perfecto chef.

—¿Ayuda?—Pregunté al acercarme a ella.

Negó con su cabeza y me sonrió, entonces decidí ir a preparar la mesa para cuando fuera hora de cenar.

Cinco minutos después, terminé de arreglar todo con mucho cuidado y la mesa quedó perfectamente puesta, para mi sorpresa. El mantel, junto a las copas de cristal y el pequeño centro de mesa con flores rojas, combinaron de una manera preciosa. Satisfecha con mi trabajo, caminé hasta el living para buscar a mi padre, pero no estaba; al parecer, siguió hablando por teléfono desde su estudio.

Bajo el mismo techo | Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora