Domingo 10:27 - Sin dejar rastro

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Si el sólo hecho de quedarse encerrados en la escuela les traería problemas, ahora que las cámaras los habían grabado quitándole los almohadones a las sillas, emborrachándose, comiendo de lo que había en el minibar, y teniendo sexo, entre otras cosas, podían considerarse muertos. Bien muertos.

Yoongi bajó a la planta baja para buscar una manera de solucionar el asunto de las cámaras mientras Jimin ordenaba los almohadones y trataba de recordar todo el desorden que habían hecho en esos días, para que luego pudieran acomodarlo de la mejor manera posible. El mayor estaba tranquilo, aunque un poco preocupado por la desesperación del otro. Para él, no era tan grave. Es decir, tal vez los echarían de la escuela, pero no iban a morir por eso. Quizás se lo estaba tomando con demasiada serenidad.

Aun así, no quería que un video más de él circulara por ahí. Menos si la persona que estaba con él no era Sook, si no alguien que sí lo quería. Así que recorrió velozmente todos los cables que encontró, para poder encontrar alguno que le diera una pista. También se aseguró de buscar una llave o algo con lo que pudieran abrir la puerta sin hacer destrozos, en caso de que fuera su única opción. A esa altura, también tuvo en cuenta las ventanas del primer piso. Tenían que prepararse para casos extremos.

Continuó su búsqueda hasta que su compañero bajó para encontrarse con él. Tenía los ojos llorosos por el estrés. Eso lo impulsó más a buscar una condenada salida.

–¿Y? –Consultó Park, aunque estaba casi seguro de que conocía la respuesta.

– Aún nada. –El menor estaba a punto de llorar otra vez, hasta que notó algo.

Le señaló al otro un pequeño agujero en la pared que daba al patio. A través de él pasaba un cable muy extraño, que terminaba en una hilera de tomacorrientes, que eran suficientes como para conectar todo lo que una computadora como la del mostrador requería; el monitor, el teclado, el pequeño parlante que se escondía detrás de estos, etcétera, e incluso sobraba uno. Los dos chicos se miraron. ¿Funcionaría?

A la velocidad de la luz, enchufaron todos los aparatos e intentaron prender la computadora. Jimin casi da un salto de la alegría cuando ésta comenzó a funcionar, pero recordó que no estaba seguro de que desde allí pudieran acceder a las grabaciones. Min se sentó en la silla del mostrador y comenzó a explorar los archivos. El menor se apoyó con las manos en el respaldo para ver lo que hacía. Aquello le recordó el día en que habían ido a su casa a empezar el trabajo. El recuerdo parecía muy lejano. Si no fuera porque recordaba  los últimos días con mucha intensidad, habría asegurado que aquello había ocurrido hacía, por lo menos, un mes.

Lo miró trabajar, y se sobresaltó cuando ante ellos apareció una recopilación de las grabaciones de las ocho cámaras de seguridad de la biblioteca. El chico pálido abrió una nueva ventana que contenía distintos archivos de video con fechas. Abrió el del sábado, y comenzó a reproducir los ocho videos. Avanzó un poco. Se vieron a ellos mismos escondiéndose cuando entraron los tipos de las máscaras, luego trabajando, y por último, besándose sobre los almohadones. El menor se ruborizó ante la imagen, que le traía recuerdos sobre la noche. Yoongi pausó el video y comenzó a abrir y cerrar cosas. Su compañero notó que no tenía idea de cómo borrar el archivo ni hacer que las cámaras dejaran de funcionar. Se sentó en el mostrador, junto a la computadora, para comer el contenido una lata de duraznos que había sacado del minibar. Aunque había estado ignorándolo por la preocupación, tenía hambre.

– Dime, ¿la luz de la cámara que está detrás de mí se apagó? –Preguntó el que estaba en la computadora unos cuantos minutos más tarde. El otro confirmó con la cabeza. El mayor suspiró– Entonces creo que ya está.

– ¿Crees? –Park olvidó la comida y volvió a su estado de nervios.

– Sí, creo. Es que falté el día que explicaron cómo manipular cámaras de seguridad en mi curso de hacker principiante –Explicó Min con un evidente sarcasmo–. ¡Estoy haciendo lo que puedo, ¿está bien?!

– Lo siento... –Murmuró el contrario. Los dos se miraron, viendo el estrés reflejado en los ojos del otro.

– No, yo... –Comenzó a disculparse el primero, pero luego calló y le sonrió– No te preocupes. En todo caso, el video ya lo eliminé. Lo peor que nos puede pasar ahora es que nos den algún tipo de discurso si es que hice mal lo de las cámaras... –Apagó la computadora y empezó a desenchufar todo, ante la mirada de su compañero. Luego acomodó la silla frente a él, tomó un tenedor y lo acompañó en el desayuno.

– No veo la hora de salir de aquí. –Suspiró también el menor. El otro asintió.

– Lo sé. Entiendo que estés nervioso, pero tenemos que actuar con tranquilidad –Jimin agredía un pobre pedazo de durazno mientras asentía, como un niño al que lo están semoneando–. Ahora deberíamos ordenar, e intentar dejar la biblioteca tal y como estaba cuando llegamos –El chico frente a él dejó el trozo de comida y lo miró con los ojos como platos. No había manera de que pudieran dejar todo exactamente como estaba. El chico pálido ignoró el gesto y se concentró en hablar sin alterar más al contrario–. Mañana tendremos que escondernos en el mismo lugar que cuando entraron los tipos de las máscaras, y esperar a que llegue alguien para poder irnos sin que nos vean. Se supone que apagué las cámaras, así que no tendrán las grabaciones a partir de ahora –Park lo siguió con la mirada mientras se volvía a parar, depositaba un breve beso en sus labios y se marchaba, luego de avisar:–. Iré a ordenar nuestras cosas para guardarlas detrás de la estantería. Luego subo a ver la otra estantería, con la que te tropezaste.

Cierto, esa estantería. Todos los libros habían caído. No tenía idea de cómo los iba a ordenar. El menor decidió ir a verla, para pensar cómo podrían arreglar ese desastre. Cuando estuvo allí, el llanto trató de regresar al ver la montaña de libros que había quedado frente al mueble cuando lo levantó. Aún si se le ocurría cómo organizarlos, le llevaría horas. Miró la estantería de al lado y trató de encontrar la manera de ordenarlos. Como no encontró ningún patrón, se rindió, y comenzó a ordenarlos por el número que tenían en la primera página.

Un buen rato después, Yoongi se le unió, y entre los dos completaron los estantes. Cuando terminaron, bajaron a limpiar los restos de su desayuno. Por último, ubicaron las cosas que debían llevarse detrás de la biblioteca. Tras terminar la limpieza, el mayor observó a su compañero de pies a cabeza. A sus ojos, siempre se vería perfecto, llevara la ropa que fuera (o incluso si no llevaba nada), pero debía admitirlo, se notaba que había tenido un fin de semana complicado. Su cabello era un nido de algún tipo de pájaro exótico que, aunque le parecía... Atractivo, dejaba claro que no había visto un cepillo desde hacía días. Unas profundas ojeras delineaban el párpado inferior de sus ojitos, revelando que había no había dormido muy bien las últimas noches; y su ropa, si bien no tenía ninguna mancha visible, estaba completamente arrugada.

– Creo que no sería mala idea que pasáramos por las duchas de los vestuarios del gimnasio antes de clase –Comentó–. Solía tener algunas cosas como jabón y desodorante en la mochila... Pero podemos revisar en el baño de aquí. –Jimin asintió.

Subieron para buscar algo útil para ducharse, pero no encontraron nada. Ni siquiera jabón líquido. En fin, no podían esperar que la biblioteca realmente tuviera absolutamente todo lo que necesitaban. Ya se las arreglarían después. Colocaron dos almohadones sobre uno de los bancos para reducir la incomodidad y Min se sentó, invitando al otro a recostarse con la cabeza sobre sus piernas. Luego, le acarició el cabello, intentando hacerlo dormir. Ambos debían descansar durante todo el tiempo que pudieran para estar preparados para su huída, el lunes.

– Estoy muy cansado de... todo esto. Quiero volver a casa –Murmuró Park–. Especialmente ahora, que sé que vendrás conmigo. –El chico pálido se congeló por unos segundos. Aún no se adaptaba a la idea de vivir con el otro.

– Antes de que esto se termine... –Susurró también él– Necesito saber... ¿Nosotros somos...?

– ¿Pareja? –El menor completó la frase por él, y giró para verlo a los ojos. También lucía cansado, pero ahora tenía otro brillo en los ojos. Eso alegraba a Jimin. Yoongi asintió– Creo que sí. ¿Estarías de acuerdo con eso? –Le sonrió. El otro asintió, también con una sonrisa tímida en el rostro. El primero se levantó con cuidado y besó al mayor, para luego regresar a su lugar y quedarse dormido allí.

Min se acomodó como pudo, evitando despertarlo, y se preparó para úna siesta algo incómoda. Quería estar tan despierto como pudiera el lunes. Tenía que asegurarse de que no los descubrieran a la hora de escapar.

Entre pasillos [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora