06

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Tiempo

Entramos en el restaurantes de postres. Cinco me ve sonriente mientras golpea dos veces la campanita.
Un hombre algo mayor y regordete toma lugar junto a mi hermano. Después de unos segundos, aparece la mujer de uniforme rosa.

—Lo siento. El fregadero se tapó —Sus ojos caen en señor—. ¿Qué desean?
—Tráeme un éclair de chocolate.
—¿Señorita?
—Una taza de café con leche y una dona de...
—Frambuesa —completa el ojiazul—. Tus favoritas.
—Lo recuerdas —me sorprendo asintiendo.
—¿Y para el niño, un vaso de leche o algo? —Río por lo bajo con burla.

—El niño quiere café. Negro.

La rubia se retira con una mueca de extrañeza en su cara.

—No recordaba que este lugar fuera tan feo —Suspira echándole un ojo al lugar—. Solíamos venir cuando éramos niños —le cuenta al calvo—. Nos escabullíamos con el resto de nuestros hermanos y comíamos donas hasta vomitar.
—Todo era más fácil —comento recargando mi mentón en mi mano.
—Supongo —Es todo lo que dice—. Yo pago.
—Gracias —decimos al tiempo.
—Debes saber moverte por la ciudad —El chico continúa hablando mientras me dispongo a disfrutar de mi rosquilla.
El hombre se retira después de terminar su chocolate y darle una dirección a Cinco.
—¿Para qué quieres esa dirección?
—Luego te cuento —Toma una servilleta, que pasa por mi barbilla—. Comes como bebé, rayitos.
El sonido de la puerta interrumpe mi respuesta y siento como su cuerpo se tensa.
—Eso fue rápido —habla. Giro mi cabeza, encontrándome con hombres apuntándonos con armas—. Creía que tendríamos más tiempo.
—¿Cinco?
—Bueno seamos profesionales, ¿sí? —comienza el moreno—. De pie y ven con nosotros. Quieren hablar.
—No tengo nada que decir —le resta importancia con un movimiento de cabeza.
—No tiene que ser de esta manera —respiro intentando calmarme—. ¿Crees que quiero dispararle a un niño y a una linda chica?
—A ella déjala en paz.
—Lo haremos si no te rehusas.
—No te dejare, Cinco —Lo observo y forma una sonrisa traviesa.
—No quiero ir a casa con dos muertes en mi consciencia.
—Yo no me preocuparía por eso —El uniformado me guiña un ojo apretando mi mejilla—. No irás a casa.
Sujeta el cuchillo mantequillero. Rápidamente reacciono y hago explotar las bombillas del techo.
Cinco usa su poder para teletransportarse detrás del hombre. Yo me encargo de los dos a mi derecha. Los rayos celestes salen sin esfuerzo de mis manos.
—Oigan, idiotas —Los distrae apareciendo recostado en el mostrador.
Los cuatro hombres disparan sin importar que ya no esté ahí. Me río con fuerza, atrayendo sus miradas aterradas.
Un lazo amarillo rodea el cuerpo del armado más cercano y lo empujó contra otro. Mi hermano toca la puerta del local y cuando el hombre se dispone a disparar, Cinco reaparece frente a mí, tomando el palo de un trampeador que encaja en el estómago de uno.
Sujeto del cuello con su propia energía a otro encapuchado y lo arrastro sobre la mesa. Éste lucha por la falta de aire. Uno de sus compañeros corre hacia mí, pero Cinco encaja un lápiz en su ojo antes de me toque.
Los dos restantes, que había lanzado a una esquina, se levantan apuntándonos. El cuerpo de mi hermano me abraza y nos hace desaparecer antes de la lluvia de balas.
Cuando los cuerpos caen por sus propias balas, nos lleva de vuelta al lugar.
—¡Eso fue genial! —me río respirando aceleradamente—. Hace años que no sentía esa adrenalina.
—¿Años? —suena sorprendido mientras sujeta un aparato del suelo—. Lo hiciste fantástico, como agarraste a ese hombre y a explosión de bombillas nunca falla.
—Gracias, supongo —Me siento en mi antiguo lugar—. ¿Qué eso?
—Me pusieron un rastreador —aclara cortando su brazo.
—Auch —Muerdo mi dona, lo que queda de ella—. ¿Quienes eran esos hombres?
—Larga historia —Saca un pequeño aparato que parpadea luz verde—. ¿Puedo quedarme en tu casa?
—No si no me vas a decir qué pasa —exijo cruzando mis brazos.
—Bueno —Encoge sus hombros—. ¿Dónde queda el departamento de Vanya?
—Larga historia —Me levanto ofendida—. Nos vemos.
Salgo y camino hacia el coche. Le saqué las llaves cuando estaba concentrado en su brazo.
—¡Bien, te lo diré! —Choco con su cuerpo—, pero necesito que Vanya escuche. No lo repetiré dos veces.
Sonrío y aplaudo, abriendo la puerta del piloto.
—Tú, maldita y silenciosa, ladrona —me acusa con los ojos entrecerrados—. ¿Cuando me las quitaste?
—Un mago nunca revela sus secretos —Enciendo el coche y la radio.
Lo que empezó como un tarareo se convierte en nosotros cantando a gritos la canción que suena. Reímos y aparco frente al edificio.
—Su departamento está en el segundo piso —Hago una mueca—. Probablemente aún no llega. Tendremos que esperar afuera.
—Qué aburrida te volviste, hermanita —se burla estirando un poco mi cabello—. Sígueme.
Riendo, hago lo que me pide. Escalamos con agilidad la pared hasta llegar a la ventana, que, afortunadamente, está abierta.
—¿Quién deja su ventana abierta? —cuestionó el chico sentándose en el sillón individual.
—Vanya —respondo simple y enciendo la lámpara—. Déjame curarte eso.
Me dirijo hasta el baño y saco lo necesario del botiquín, como si fuera mi casa.
Visito muy seguido a Siete. Mi trabajo no me quita mucho tiempo y si no estoy con Klaus divagando por la ciudad o viendo a Diego pelear, estoy aquí.
Cuando regreso a su lado, ya se ha quitado el saco.
—¿Cómo sigue tu frente? —señala el pequeño parche.
—Solo fue un rozón —Desinfecto la herida.
—Debe estar retorciéndose en culpa —Con su mano sana, juega con un mechón de mi cabello—. Se nota que eres a la que más soporta.
—Bueno, Diego es algo reservado, pero tenemos una buena relación.
—Me remplazaste con ese troglodita —Termino de vendarlo—. Yo era tu favorito.
—Lo sigues siendo —confieso—, pero no se lo digas a nadie.
—Me reiré en la cara de Klaus.
—Todos son mis favoritos, en diferentes cosas —Me siento bien y apago la lámpara bajo su confundida mirada—. Hay que asustarla.
La cerradura siendo abierta suena y la puerta se abre.
—¡Cielos! —grita en cuanto nos ve.
—Debiste cerrar tu ventana —comenta el chico.
Yo solo me río.
—Vivo en el segundo piso —Cierra la puerta.
—Los violadores escalan —Ahora suelto una gran carcajada, por la seriedad de su voz.
—Eres tan raro —se sienta junto a mí—. Los dos lo son.
—¿Qué te pasó? —señala el vendaje.
—No es nada.
—¿Por qué están aquí?
—Decidí que son las únicas en las que puedo confiar.

🌂🌂🌂🌂⚡️
Disfruteeeeeen.

Pd: me encanta que comenteeen, las tkm

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Pd: me encanta que comenteeen, las tkm

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