¿Papi?
—Escucha, anciano. Si me hubieran asesinado y uno de mis hijos.
Al entrar al salón veo como Klaus habla hacia las cenizas de mi padre.
—¿Qué rayos haces?
—¡Por Dios, qué susto! —Se gira con la mano es su pecho—. Solo hablo con Reggie.
—Oh... raro —Camino hasta quedar frente a la barra y sentarme en ella. Acomodo mi vestido y lo veo—. Prosigue.
—Bien —Lo veo pasar saliva—. Si me hubieran asesinado y uno de mis hijos —repite las palabras y sus ojos caen en mí—, adoptivos, porque no eres nuestro padre y no somos hermanos —aclara señalándose a sí mismo y a mí—. Nada de sangre de por medio, ni siquiera un poco de genes iguales y...
—Vale, ya entendí que no somos hermanos —lo interrumpo—. Papá también lo sabía.
—Sí, sí —Golpea levemente su frente—. Como decía, si uno de mis hijos tuviera la capacidad de comunicarse con los muertos, podía pensar en, no sé —Se acerca con sus ojos fijos a la urna—. ¡Manifestarse! —Su risa me hace sonreír—. Hacer todo eso de fantasma enojado, decirle a todos quién lo hizo y encontrar la paz eterna —Levanta sus brazos—. ¡Seguro está sobrevalorada!
Suspira con frustración y gira unas cuantas veces sobre su propio eje.
—Vamos, Reggie —Sostengo la fotografía del difunto—. En vida nos jodiste mucho y no tienes tiempo de de hacerlo ahora.
—Exacto, por favor, Reggie —El ojiazul juega con mis dedos para señalar a la nada—. En cualquier momento.
Después de unos segundos se aleja de mí. Suelto una gran carcajada al ver como simula hablar con su ombligo.
–¡Necesito estar sobrio! —Golpea repetidamente su rostro y talla sus ojos—. Mente clara.
—Vamos, Reginald —Observo todo el lugar—. Hazle el trabajo fácil a ouijamen.
—¡Siempre fuiste un maldito testarudo!
—Relájate, deja que fluya —Sobo su brazo en cuanto está a mi alcance—. ¿Ben no lo ha visto?
Susurro solo para él, pues el hecho de que veía a nuestro pequeño hermano era algo que no sabían los demás.
—Ese cabrón está enojado conmigo —Rueda los ojos exageradamente—. No sé tú, pero necesito un trago.
—No, Klaus —Estiro de él—. ¡Tienes que estar sobrio!
—Solo un poco —Me mira suplicante, pero niego—. Andaleeeee, un traguito.
Mi cabeza se mueve de lado a lado mientras estiro con más fuerza, forcejeamos hasta que logra zafarse chocando contra la urna.
—Mierda —decimos al unísono viéndonos con miedo.
—Fue tu culpa —Abro la boca ofendida—. Bueno, fue mía.
Ruedo los ojos en respuesta. Bajo de la barra y la rodeo para limpiar y volver a colocar las cenizas en su lugar.
—Fuimos los dos, no te enojes —comenta ayudando a sostener el recipiente.
—Mhm —Termino mi tarea y abrazo la urna.
El hombre me da la espalda por unos segundos y camina al comedor.
—¿Klaus? —me ignora y observo como saca una bolsita de su bolsillo—. No, Hargreeves.
—Solo una —Su voz es suplicante—. No me hará nada.
Acelero mis pasos dejando a mi padre en la mesa e intento arrebatar la droga de las manos de mi hermano.
—No, no, no
—Sí, sí, sí —Es más rápido y se lleva la pequeña pastilla azul a su boca.
—¡Klaus! —Golpeo su pecho con molestia—. Maldito, hijo de...
Me callo abruptamente. Una canción empieza a resonar por toda la casa. Sonrío al reconocer el sonido: la canción favorita de Luther cuando éramos niños.
El pelinegro observa el techo, buscando de donde proviene la música. Inevitablemente mi pie se mueve con ritmo. Los ojos azules me ven pícaros antes de tomarme de la cintura con una mano mientras sostiene los restos de Reginald con otra.
—Estoy enfadada contigo —Cruzo mis brazos, quedándome estática.
—Relájate, deja que fluya —Me mezo al ritmo de la canción.
Río y lo hago, bailo, dejando todo el enfado de lado.
Nos soltamos y dejamos que la música nos mueva.
—Holdin' on to one another's hand —canto y Klaus coloca sus manos en sus ojos enseñando sus tatuajes, los cuales me encantan—. Tryin' to get away into the night, and then your put your arms around me.
Mi espalda choca con su torso, sus brazos me rodean y nuestras manos se entrelazan. Nos movemos con ritmo mientras reímos. Me da varias vueltas hasta quedar frente a frente.
Un fuerte ruido interrumpe nuestras risas y miradas. Las luces parpadean y la urna se desliza por la madera. Klaus la logra atrapar antes de llegar al borde.
—¿Papi? —Quiero reír por su expresión, pero el miedo es más fuerte.
Me agacho justo antes de que unos cuchillos vuelen, clavándose a la pared.
—Mierda, corazoncito. ¿Estás bien? —Me ayuda a levantarme, solo muevo la cabeza aún sorprendida.
—Vamos con los demás —Caminamos hacia la potente luz azul, el patio trasero.
Los otros cuatro Hargreeves ya están afuera. Antes de salir el chico sujeta un extintor y corre esquivando a todos.
—¡Háganse un lado! —Diego me ve confundido y solo me encojo de hombros.
Klaus no logra apagar nada, obviamente, y para su cabeza lanzar el extintor es una buena idea.
—¿Qué se supone que hará eso? —cuestiona Allison incrédula.
—No sé, ¿tienes una mejor idea?
La extraña mancha lanza más rayos y la luz se intensifica.
—Todos detrás de mi —demanda Número Uno.
—Sí, detrás de nosotros —Dos se interpone frente a mí "cubriéndome"
—Yo podría absorberlo —les comento ganándome una mala mirada de ellos—. Es energía.
—Ni de joda, no sabemos qué es —El moreno niega rápidamente—. Es peligroso.
Klaus se abraza a mí desde atrás cuando, lo que parece ser un viejito, aparece en medio de todo. El hombre rejuvenece hasta caer fuera de la luz, la cual se apaga.
—¿Alguien más ve al pequeño Número Cinco o solo soy yo? —El único que puede hablar es el ojiazul. Los demás estamos demasiado impactados para hacerlo.
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The umbrella academy
Hayran KurguEn la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres del mundo dieron a luz, lo raro de esto que ninguna de ellas había estado embarazadas cuando comenzó el día. Sir Reginald Hargreeves, multimillonario excéntrico y avent...