Al rato, cuando tiene todo casi terminado, se escucha unos golpes en la puerta que al estar tan concentrado, lo sobresalta causándole un brinco.
— Mi amor ¿puedo pasar?
— Claro Mamá... no estamos peleados, ¿cierto?
— No mi amor, no... claro que no... ¿qué razón abría?... — sonriendo enternecida.
Amorosa, Madre amantísima.
Enseguida le dice después de haberlo besado en la mejilla
— Hijo, recuerda que tienes que preparar la maleta. — apenas traspasa la entrada.
— Seguro, cuando termine con esto, Madre. — se lo dice sin mirarla.
Ella se acerca, le acaricia la nuca y le alborota el cabello.
Sentado frente al computador la mira como camina, siente que los deseos por su tía se desatan como si fuese una avalancha, es ver a cualquiera de las hermanas de sus padres y sentirse en un extraño paraíso de lascivia latente, de morbosidad implícita, de desenfreno contenido.
Se sorprende porque al ver a su Madre, los deseos por su hermana le rebotan como un fogonazo.
Es como el obturador que dispara las ganas y que le desata las ansias por las hermosas hembras que forman el más increíble de los ramilletes que familia alguna pueda haber tenido nunca.
— Recuerda que es una semana lo que vamos a estar por allá... que no se te olvide nada, sobre todo los abrigos, son tan necesarios casi o más que la misma ropa interior.
— ¡Ya sé lo que tengo que empacar, Mamá... ya me sé de memoria lo que tengo que llevar, porque esto lo he vivido muchas veces, por si ahora no lo recuerdas!
— ¿Sabes qué?... mejor voy hablar con tu tía y le voy a pedir que te eche una mano.
— ¡Mamá!... tranquila... no es necesario que la moleste por algo que ya sé cómo se alista... por favor, no se ponga en eso, de pronto ella tenga cosas más importantes, para que la vayas a importunar por tontería sin fundamento. — sin mirarla.
No sabe cómo finge que lo de no molestar a su tía.
Porque lo que más desea en este instante es que su Mamá vaya y la moleste, es lo que más ansía desde que le dio el besazo con el que casi se lo traga, esa mujer lo tiene tan agitado que apenas logra disimularlo.
Al mismo tiempo añora con todas las fuerzas que su progenitora no se arrepienta con lo que acaba de proponer.
— Mi amor, yo sé que eso a ella no le molesta, también sé que si se lo pido, lo hace con todo el gusto del mundo... no te imaginas como te quiere. — abriendo las puertas del vestier.
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La Ronda de Negocios.
RomanceAlguien dijo una vez, "Cuando entro en mi cuarto solitario después de un fracaso, éste no me hiere; pero si estuviese obligado a encontrarme con los ojos interrogadores de la mujer que le ha dado sentido a mi vida y tenga que decirle que he fallado...