Ingresa presentado la identificación, la escarapela la lleva colgada del cuello.
Camina arrastrando la maleta, la mente la tiene abarrotada, los recuerdos le llenan la mente, esa mujer lo despoja de todo, hasta de sus secretos pensamientos.
No quiere protestar, pero cuantas veces le agradecería a la vida sino no los hubiese hecho de la misma familia, pero piensa que tal vez la naturaleza los creo de esa manera para que no tuvieran problemas a la hora de encontrarse, porque siendo de la misma edad, crecieron juntos más que como tía y sobrino, como los mejores amigos que se quieren desde el día que supieron de la existencia del otro por primera vez.
Camina buscando el cubículo donde sus padres y familiares van a exponer los productos de los que ellos han obtenido su sustento, está seguros que con los diseños que van a exhibir, los negocios que van acordar, los van a tener ocupado por el resto del año y tal vez por muchos más.
De pronto una voz cantarina resalta por encima de los gritos de la gente y del ruido del lugar.
— ¡Luis... hermanito... como estás de guapo, mi churrito hermoso. —saltando hacia sus brazos.
La atrapa casi en el vuelo.
— ¡Cone... cariño... pero a quien tenemos aquí, como estás de grande, mi pequeña... el clima te ha sentado de maravilla, preciosa... — retirándola para detallarla. — Nunca me imaginé que mi hermanita menor se fuese a poner tan linda.
La levanta y le da varios giros riendo a carcajadas, después la besa en el cabello y luego en la mejilla, mientras tanto ella extiende los brazos y da varias vueltas como si flotara.
Es una joven hermosa, con unos ojos miel que empalaga a cualquiera que se fije en su mirada.
Su cuerpo, de ondina, su piel, de nácar, un poco más clarita que la de su hermano, su esbeltez asemeja a la de su madre, son casi de la misma talla.
Su cabello tinturado de un rojo oscuro brillante le resalta la graciosidad de la tez; la sonrisa pícara por la forma de los dientes, le da una imagen de chica divertida, por eso el apodo de conejita, ese es otro atributo parecido al de su progenitora.
Viste un pantalón vaquero, un abrigo gris de algodón con mangas largas, este le oculta la blusa celeste pálida, tenis blanco con las pintas parecidas a las de su camisa y el pelo enmarañado, lo lleva a la moda como los jóvenes de hoy.
— ¿De verdad te parezco bonita?
— ¡Que si bonita?... ja... preciosa, mi amor... pre_cio_sa! —mientras la aprieta contra el cuerpo.
La hace por largos instantes y la besa en el cabello.
— Gracias... hermanito... gracias... viniendo de ti, me siento más que halagada, orgullosa.
ESTÁS LEYENDO
La Ronda de Negocios.
RomanceAlguien dijo una vez, "Cuando entro en mi cuarto solitario después de un fracaso, éste no me hiere; pero si estuviese obligado a encontrarme con los ojos interrogadores de la mujer que le ha dado sentido a mi vida y tenga que decirle que he fallado...