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Después de la ducha y de colocarse la ropa de dormir, de por sí bastante abrigada, se sienta frente al espejo del coqueto peinador y se dedica a cepillar su hermoso cabello negro, este brilla como perlas, todo por las gotas que se deslizan como si se negaran a caer.

Lo tiene completamente mojado debido al baño que minutos antes acaba de tomar.

      — ¿Cómo te sientes? tía.

      — Bien, cariño... bien... — resopla fuerte. — Agggggg... — se jala el cabello como si quisiera arrancárselo. — Tengo una piedra que casi no me la aguanto. — ahora inclina la cabeza y con la frente golpea el mesón del mueble. — Si pudiera le arrancaba la lengua por ser tan mentiroso. — vuelve y se inclina y vuelve y le da dos golpes. — Es increíble lo que me hizo ese desgraciado, sinceramente es para no creerlo, la verdad.

      — ¿Lo dices por Marcelo?

      — ¡Claro... imagínate... — asesa como si el aire se le hubiese desaparecido de los pulmones. — El muy maldito seguro me ha estado engañando con todas las que dice ser sus amigas... y yo... uuufff...  tan estúpida, que ni siquiera lo intuí.

      — ¡Pero es que no parece, tía... — se calla un instante mirándola fijamente mientras se muerde el labio inferior, también mueve la cabeza como si quisiera negar todo lo que acaba de escuchar. — Es tan agazapado que finge que no es capaz de partir un plato.

      — Claro, con esa cara de que tiene de atolondrado ninguno sospecha la desfachatez que se gasta.

      — Como lo descubrió.

      — ¿Tú al fin no le dijiste nada?

      — No porque apenas uds los dos se fueron, ahí mismo desapareció, lo busque y lo busque y nada que di con él.

      — ¡Entonces mira! — se levanta y le larga el celular.

Kelsy comienza a manipularlo, cuando da con las fotos, su rostro cambia automáticamente.

      — ¡Ese es mucho desgraciado! — rezonga.

Alex no se inmuta, solo se dedica a seguir con el cepillado, para segundos después utilizar el secador.

      — ¿Quién es ella? tía.

      — El día que me la presentó me dijo que era una colega de la universidad.

      — ¿Y tú lo comprobaste?... bueno, en ese tiempo no sabíamos que fuera tan mentiroso.

      — Pues ese día que yo recuerde, estábamos en una fiesta con los que formaban parte de ese curso y como se saludaban tan efusivamente, supuse que eso era cierto.

La Ronda de Negocios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora