3. El que vive en las sombras

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Esa noche, Elfriede estaba dormitando junto a su hermano. Siempre dormían juntos, desde muy pequeños. Ella no estaba del todo dormida, pues debía relevar a Shion en el turno de guardia de la medianoche. - ¡No, no te mueras, papá!- gritó Regulus entre sueños, para luego despertar sobresaltado. Elfriede lo acarició, con preocupación en la mirada. Para Regulus había sido muy dura la muerte de su padre, la cual tuvo que presenciar, por lo que tenía continuas pesadillas al respecto. - ¿Otra pesadilla?- preguntó Elfriede con dulzura. - Sí, pero estoy bien- dijo Regulus, abrazando a su hermana- Son solo sueños, tú estás aquí, nee-chan, nos tenemos el uno al otro. - Así es, nunca lo olvides, Regulus- dijo Elfriede, besando la frente de su pequeño. - ¡Elfriede, hora del cambio de guardia!- gritó Shion desde afuera. Elfriede se levantó, le sonrió a su hermano y salió a relevar al Santo Dorado.

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Dos horas después, Elfriede contemplaba la luna llena de marzo. Entonces, sintió una explosión de Cosmos a sus espaldas. Dio unas vueltas para ver qué pasaba, y sintió un Cosmos poderoso que provenía de la Arena de los Espíritus. Intrigada y a la defensiva, Elfriede fue a ese lugar; pero se tranquilizó al ver a alguien entrenando allí. Se acercó sin ser percibida. - Hola- saludó amistosa- ¿Quién eres tú? La persona se volteó sorprendida, y alzó un puño para atacarla; pero se detuvo, como paralizado, cuando vio a la chica, parecida a una visión divina por su belleza. Abrumado, el hombre bajó el puño lentamente. - Tranquilo, no te haré daño- dijo Elfriede, con una sonrisa que conmocionó al joven ante ella- Yo soy Elfriede de Orión. ¿Quién eres tú? - Yo no soy nadie- dijo el joven- Si eres una saintia, ¿por qué no  usas máscara? - Porque es injusto- dijo Elfriede, un poco molesta- ¡Es absurdo que una mujer deba esconder su cara para ser una guerrera! ¡Yo estoy orgullosa de ser mujer! Y tú, ¿por qué usas máscara? - Porque sí- contestó el joven enojado, se notaba a pesar de la máscara de cuero que cubría casi todo su rostro. - "Porque sí" no es respuesta- replicó Elfriede, un poco colérica- Yo estoy cumpliendo con mi deber para con el Santuario. - No me interesan los asuntos de los que colaboran con el Santuario- dijo el misterioso joven, secamente. - Si tienes algún problema con el Santuario, yo no tengo la culpa- dijo Elfriede, finalmente enojada. - Si te lo digo, ¿me dejarás en paz?- preguntó el joven, dándose por vencido. Elfriede asintió enérgicamente. - Mi nombre es Deuteros- dijo el desconocido con simpleza- ¿Feliz ahora? Elfriede lo miró detenidamente a la luz de la luna. Él tenía cabellos largos color azul marino, era robusto, alto y de piel con un exótico y hermoso color moreno; pero lo que cautivó a Elfriede fueron sus ojos azules, cuya mirada podía parecer fría al principio, pero luego de un segundo vistazo, se veía que, en realidad, era una mirada triste y dulce a la vez, con más ansias de cariño que ira, lo cual derritió al instante el compasivo corazón de Elfriede. - Déjame ver tu cara- pidió la chica. - No- fue la lacónica respuesta. - ¡Espera!- exclamó Elfriede, deteniendo por un brazo a Deuteros, quien se disponía a marcharse. - Suéltame- reclamó él. - No hasta que te quites la máscara- contestó Elfriede, riendo. Entonces, Deuteros la empujó para obligarla a soltarlo; ella perdió el equilibrio, se cayó y se golpeó la cabeza con una roca. - ¡Auch! ¡Bruto!- se quejó ella, frotándose el golpe, que ya formaba un chichón con algo de sangre- ¡Yo solo quería ser amable! - Yo... Yo lo siento mucho- dijo Deuteros con timidez, tendiéndole la mano- No quería lastimarte. - Pero lo hiciste, ahora déjame- dijo Elfriede más enfadada que nunca, levantándose ágilmente para marcharse. - ¿Me disculparás si me quito la máscara?- preguntó Deuteros, queriendo compensar su poca amabilidad con ella. - ¿Lo harás?- preguntó Elfriede, volteándose. Cuando Deuteros se quitó aquel pedazo de cuero y reveló sus atractivas facciones... Elfriede se quedó pasmada y boquiabierta. Y no era para menos, pues aquella cara era, sin dudas, la de Aspros. - ¡ERES EL HERMANO GEMELO DE ASPROS!- gritó Elfriede, apenas saliendo de su asombro. - Así es- dijo Deuteros, mirándola con extrañeza- ¿Has oído sobre mí? - Algo- dijo Elfriede con curiosidad- Y, ¿qué haces aquí escondido? Deuteros le sonrió con tristeza. - Es una larga historia- dijo. - Yo no tengo prisa- afirmó Elfriede- Ah, y estás disculpado. Deuteros examinó el golpe de la cabeza con la vista. - Lo siento- murmuró- Te lo diré todo, Elfriede-san, ¿verdad? - Dime solo Elfriede- dijo ella. - No tiene cara de llamarse así- dijo Deuteros. - Oye, puedes tutearme- dijo Elfriede- ¿Y cómo tengo cara de llamarme? - Luna- respondió Deuteros. - ¿Luna? ¿Por qué?- preguntó Elfriede, asombrada. - Porque eres de esas mujeres que provocan mareas- dijo Deuteros, mirándola. Elfriede sintió sus mejillas enrojecidas y ardientes, y vio que el tono moreno de la piel de Deuteros era aún más oscuro debido, probablemente, a que también estaba sonrojado. - Cuéntame la historia- dijo ella, para cambiar de tema. - Con gusto- dijo Deuteros, agradeciendo el cambio de conversación.  

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora