Acepta tu destino

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En la casa de Acuario...
- ¿Crees que se pondrá bien?- preguntó Kardia un poco inquieto, pues Deuteros yacía en la habitación de Dégel desde tres horas antes, sin despertarse. - Tranquilo, Asmita ya lo está examinando- le calmó Dégel, quien aceptó ayudar en esa situación por su amiga Elfriede. - ¿Podemos confiar en esa virgen?- inquirió Kardia dudoso- Oh, ¿qué le diré a la enana si le pasa algo a su novio?- dijo agobiado. - Elfriede confía en Asmita- planteó Dégel. - Además, lo que le hice a Deuteros no es para tanto- se les unió Aspros, entrando en el onceavo templo. En ese momento, Asmita salió de la habitación. - El joven se recuperará- afirmó- Debe sobreponerse al Cosmos que obstruye sus sentidos, pero pronto despertará. - Es lo que les dije- dijo Aspros con una sonrisa torcida- No desperdiciaría demasiado Cosmos en ese. - Realmente, las pitonisas se equivocaron de hermano- comentó Dégel en tono neutral. - ¡Escuché eso, cubo de hielo francés!- exclamó Aspros, sintiéndose herido en su orgullo. - Eso significa que no eres sordo- dijo Dégel con indiferencia, pues nunca había simpatizado con Aspros. - Basta, Dégel, no vale la pena que discutas con él- intervino Asmita con serenidad. - Tienes razón, Asmita- dijo Dégel, mirando torcidamente a Aspros- Gracias por todo. Asmita se retiró del templo, mientras pensaba: "Así que fue esa persona quien le obsequió los jazmines orientales a Elfriede. Jazmines orientales... Tan difíciles de cultivar como el amor."
En la casa de Sagitario...
Elfriede había llorado tanto, que se había quedado dormida sin darse cuenta. La única buena noticia era que Kardia le había comunicado, vía Cosmos, que Deuteros estaba bien y había despertado. Aún así, la joven estaba inconsolable. Entonces, sintió una cálida voz en sus sueños. - Te dije que no serías feliz en el Santuario- dijo Arkhes- No es muy tarde, acepta tu destino y ven conmigo. - ¿Y abandonar a Deuteros, a mi hermano y mis amigos?- inquirió Elfriede enojada. - Volverás por ellos- respondió Arkhes en tono persuasivo. - ¿Lo prometes?- preguntó Elfriede, titubeando. - Te lo juro, mi pequeña- dijo Arkhes con dulzura. - Está bien, pero, ¿cómo evadiré a mi tío? ¿Adónde iremos?- aceptó Elfriede, aún dudosa. - Déjamelo a mí- contestó Arkhes- Iremos a un lugar maravilloso, destinado a los dioses y sus portavoces. Elfriede despertó y vio la figura de la pitonisa frente a ella. - Es el momento de irnos- anunció. Se pusieron en marcha enseguida, pues Arkhes le indicó a su sobrina que no debía llevar nada con ella, salvo lo que ya tenía. Extrañamente, las doce casas parecían vacías, sin rastros de vida alguna. Solo a la salida del Santuario encontraron a Sasha, quien tenía una sonrisa triste. - Elfriede, decidiste convertirte en pitonisa- dijo la diosa con pena. - Athena-sama... No, Sasha-san, yo siempre le serviré con mucho orgullo, mi diosa- dijo Elfriede triste, inclinándose y abrazando a la pequeña diosa. - Buena suerte, amiga- dijo Sasha, derramando unas lágrimas que conmovieron a Elfriede. - Cúidate...Sasha- murmuró Elfriede, separándose de la niña y limpiando sus propias lágrimas. Arkhes tomó suavemente del brazo a su sobrina y la hizo avanzar, dejando el murmullo de su Cosmos detrás: Pierda cuidado, diosa Athena. Cuidaré de ella con mi vida.

Arkhes guió a Elfriede a través de un camino escarpado y pedregoso. - Es un atajo- le había explicado. Entonces, llegaron a un punto entre dos montañas que se abrían, dejando paso a un valle...que dejó a Elfriede anonadada con la impresionante visión que ofrecía. La esencia misma de la naturaleza parecía vibrar en aquel hermoso jardín (como el de multimedia), paradisíaco como los Campos Elíseos. - Esto es precioso- susurró la joven. Una mujer acudió a su encuentro. Era muy hermosa, de mirada triste, rostro maternal, cabellos color ámbar que se movían como las olas del mar y la cubrían hasta los pies, piel que dejaba traspasar la luz , ojos dorados y portaba un vestido blanco que guardaba su regia figura. - Veo que la has traído, Arkhes- dijo la mujer, cuya voz parecía el mismo viento nocturno, fresca y suave. - Confío en que cuidarás de ella, Démeter- dijo Arkhes. - No te preocupes- dijo Démeter, con una sonrisa que parecía una flor abriéndose en sus labios- Ella está bajo mi protección ahora- se acercó a la sorprendida Elfriede y le tomó delicadamente la mano- Eres realmente hermosa- la joven se sonrojó y bajó la mirada- No te avergüences- Arkhes había desaparecido- Me recuerdas a mi hija Perséfone- señaló a su alrededor- Bienvenida al Jardín de las Hespérides, un lugar de los dioses y su descendencia. - Démeter-sama, usted es la diosa de la naturaleza- dijo Elfriede en voz baja, sintiéndose pequeña ante ese lugar sagrado y abrumada- Yo soy una simple humana, no debería estar en este terreno de los dioses. - ¿Por qué no?- inquirió Démeter, alzando una ceja- Después de todo, tú eres la nieta de Apolo- Elfriede la miró con sorpresa- Ah, ya veo, Arkhes no te lo dijo. Ella y tu madre son hijas de Apolo, pero aunque no lo fueran, tienes mi permiso para estar aquí- le acarició la mejilla- Tu padre era de los pocos seres humanos que veneraban y respetaban la naturaleza, por eso recibió mi bendición- Elfriede cada vez estaba más sorprendida- Al igual que él, tú amas a la madre tierra. Por si fuera poco, sirves a mi bienamada Athena, quien está en guerra con ese degraciado de Hades, a quien odio- sus bellos ojos se ensombrecieron- Es una pena que no se me permita interferir en esa batalla, pues me gustaría hacer algo por Athena, la única que trató de salvar a mi Perséfone de ese maldito dios del Inframundo e intercedió por mí ante Zeus para que la recuperara. - Athena-sama tiene mucho amor en su corazón- comentó Elfriede, adaptándose poco a poco a la situación. - Así es, querida- confirmó Démeter con dulzura- Las ninfas del lago serán tus servidoras- señaló con sus finos dedos un cristalino estanque que estaba en el centro del jardín, del cual surgieron unas muchachas hermosas, con escasa ropa, que no cesaban de corretear y reírse. - ¡Chicas!- llamó Démeter, a lo que las ninfas acudieron obedientes- Ustedes cuidarán de esta joven, es mi invitada de honor. - Sí, señora- dijeron las cinco chicas a coro. - Mi nombre es Elfriede- se presentó la joven. - Síganos, Elfriede-sama, le mostraremos sus aposentos. Cuando iba tras ellas, Elfriede notó la presencia de alguien más. Se volteó y vio a un hombre envuelto en una capa roja. Su Cosmos era tremendo y violento. - ¿Quién es ella?- escuchó que decía, y sintió la incomodidad de ser escrutada con la mirada- Es demasiado hermosa para ser humana. - Aleja tus lujuriosas miradas de ella, Ares- advirtió Démeter, muy molesta- Es la nieta de Apolo y está a mi cuidado. - Es una pena- dijo el dios, causando que Elfriede se marchase con una punzada de miedo y se cuestionara si había sido buena idea ir a ese lugar.
En el Santuario...
- ¡Dime dónde está Elfriede!- gritó Sysiphus fuera de sí, agarrando violentamente el cuello de la camisa del moreno. - ¡Te lo repito, no está conmigo!- exclamó Deuteros con ojos sinceros. - Basta, Sysiphus, él dice la verdad- intervino Dégel, tratando de hacerlo entrar en razón. - Sí, espantaste a la enana y ahora mi vida será aburrida- se lamentó Kardia. A regañadientes, Sysiphus dejó a Deuteros. - Tal vez Elfriede-san haya ido a reparar su piano, que estaba desafinando- aventuró este último. - ¿Elfriede tocaba el piano?- inquirió Dégel con expresión de asombro. - Sí, su madre era pianista...- comentó Deuteros. - Elfriede nunca habla acerca de su madre, ni siquiera con Regulus- dijo Sysiphus, suavizando su expresión- Le resulta un tema demasiado doloroso- miró con dulzura y culpabilidad a Deuteros- Tú...en verdad la conoces bien. En ese momento, Asmita se personó en la Arena de los Espíritus. - Athena-sama ha convocado a una reunión- informó. 
Después de la reunión...
- Eso fue lo que sucedió- dijo Sasha con tristeza. - Fue mi culpa- dijo Sysiphus, autorreprochándose duramente- Ilias me confió a sus hijos, sus tesoros, y no hice más que cometer errores con Elfriede- cabizbajo y con mirada triste- Ahora, ni siquiera sé en dónde está. - Ella estará bien, lo sé- alentó la optimista y dulce Sasha. En cambio, allí había una persona que tenía ideas sobre el paradero de Elfriede y estaba más que dispuesto a buscarla...

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora