Aniversario

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Marzo
Era otro día primaveral y casi común...de no ser por unos movimientos misteriosos en el hostal, susurros, risas y algo que sonaba a conspiración. - Ya está todo listo, amor- susurró Silvestre, acariciando al cachorro color canela, que Elfriede les había regalado cuando sanó. - Así es, mi cielo- confirmó Natasha en un murmullo. - ¡Natasha, un pedido para los señores de allá!- le gritó Nicky, señalando con su grueso dedo una mesa en el fondo del comedor. - Voy a servirles- dijo Natasha, agarrando una bandeja y colocándole encima un par de botellas de vino y algunos bocadillos. Al llegar a la mencionada mesa...la sorpresa que le ocasionó ver ese fino rostro blanco la hizo soltar lo que llevaba en sus largas manos. La comida se regó por el piso y una de las botellas se rompió, esparciendo fragmentos de vidrio enrojecidos por el suelo. Nicky y Silvestre clavaron su mirada estupefacta en el hombre, de una manera tan notoria que le incomodó. - Sysiphus, no debimos venir a este hostal- dijo Aspros, con un tono despreciativo y enojado- La cantina es mejor- miró despectivamente a Natasha, quien procuraba limpiar el desastre que ocasionó- La gente es demasiado torpe en este lugar- volteó a ver a Nicky y Silvestre, con una mirada amenazante- ¿Y ustedes qué miran?- espetó molesto. - Se parece mucho a él- murmuró Nicky. - Para nada- contradijo Silvestre en voz baja- Es demasiado grosero para ser hermano de nuestro Deuteros. Natasha se acercó a ellos con expresión de enojo. - Me vio muy feo- susurró- Deuteros solo se le parece en la cara, por suerte. - Ahora comprendo por qué la mirada triste de Deuteros cuando nos contó sobre su hermano gemelo- intervino Rakim. - Prometo no volver a quejarme de mi hermano- bromeó Ken. - Más te vale- dijo Nicky. - ¿Ahora, qué tanto cuchichean?- preguntó Aspros, mirándolos mal- ¿Tienen algún problema conmigo? - Es tan horrible como lo describió Elfriede-san- dijo Natasha, elevando la voz. - Así que es eso- dijo Aspros, torciéndoles los ojos- Mira, empleaducha... - Ya basta, Aspros- intervino Sysiphus, tratando de calmar los ánimos ante el tenso ambiente- Conozco a estas personas, son amigos de Elfriede y son gente de bien. No hay necesidad de que seas grosero con ellos. - Está bien, pero vámonos- gruñó Aspros malhumorado. - Es lo mejor- aceptó Sysiphus. Pero, cuando ya cruzaban el umbral de la puerta del local, una conocida figura femenina de cabellera rubia pálida interceptó a Aspros. - Aspros-san, debo decirle algo en privado que nos convendrá a los dos- dijo con maldad. - Interesante- dijo Aspros, contemplándola de forma nada inocente- Quiero escucharlo.
Después...
- Elfriede y Deuteros no deben enterarse de esta desagradable confrontación- advirtió Natasha a sus compañeros- Hoy es su aniversario y no dejaremos que nada se lo estropee. En ese momento, la hermosa pareja entró agarrada de las manos, sonrientes y hablando de sus cosas. - Hablando de los reyes de Grecia...- refraneó Silvestre. - Es de Roma- corrigió Nicky. - No estamos en Roma- terció Silvestre. La pareja estaba abstraída el uno con el otro y sus amigos se entretenían en sus discusiones coloquiales, por lo que ninguno se percató de una sorpresiva visita. - Crece, enana, que a tu novio se le va a dañar la columna si tiene que agacharse tanto para besarte- bromeó Kardia muy divertido. - Natasha, entró un bicho, busca la escoba para aplastarlo- dijo Silvestre a la defensiva. - ¡KARDIA!- gritó Elfriede, alarmada y un poco sonrojada, lo que provocó que Deuteros la abrazara posesivamente, a la vez que le dirigía una mirada fulminante a Kardia. - Oigan, oigan, relajen la raja- dijo este, bajando y subiendo sus manos extendidas delante del pecho en señal de pacificación- Yo no soy un soplón; de hecho, he estado sujetando a Dégel para que no le diga a Sysiphus que te vio besándote con un tipo aquí, hace unas noches. - ¿¡DÉGEL NOS VIO!?- exclamó Elfriede consternada. - Tranquila, no dirá nada, pero...- dijo Kardia, reparando en el rostro de Deuteros- La cara de tu novio me suena, enana. - No la llames así- le reclamó Deuteros, enojado- Elfriede-san es alta para ser mujer. - Te pareces a... ¿Aspros?- dijo Kardia, dudoso y bastante confuso. - Eres pésimo fisonomista, Kardia- dijo Elfriede con una sonrisa- Es su hermano gemelo. - ¿Ahia?- fue la interjección del sorprendido Kardia- No sabía que Aspros tenía un gemelo. - Por su constelación, es obvio- dijo Elfriede, rodando los ojos. Su amigo era divertido y alegre, pero no solía fijarse en los detalles. - Hey, quiero ver a los novios besarse- cambió de tema Kardia, con una expresión pícara. - ¿Aquí?- inquirió Elfriede, mientras sus mejillas se coloreaban. - ¿Delante de todos ustedes?- continuó la idea Deuteros, igual de ruborizado que su pareja. - ¡Beso! ¡Beso!- corearon Silvestre y Nicky. Kardia se acercó a Elfriede y la abrazó por la cintura, causando que Deuteros dejara su lado vergonzoso y cambiara al modo celoso. - ¿A que la beso yo?- amenazó Kardia, bromeando. Deuteros lo miró con expresión amenazante y un poco salvaje (intimidante como, digamos, la cara que hace cuando Tenma lo conoce, para que se den una idea). - Kardia, se lo diré a Calvera-san- amenazó Elfriede, desprendiéndose del agarre de su amigo. - ¡NO!- gritó este atemorizado. Todos se echaron a reír por la expresión de Kardia, y el ambiente se relajó. - Fiuu, pensé que tu novio me reduciría a polvo estelar, enana- suspiró Kardia con dramatismo- Aunque la reacción de Calvera sería peor- se acercó a Deuteros y le echó el brazo sobre los hombros, para desconcierto de este- Espero que nos llevemos bien, bizcocho- Deuteros frunció el ceño al oír cómo lo llamó el escorpión- Elfriede es mi mejor amiga, ella sí me quiere, no como Dégel- fingió un acento de dolor. Los demás solo se reían (y alguien estornudó en la onceava casa). - Bueno, me marcho- agregó Kardia, dirigiéndose a la salida- Ten cuidado, enana, que tu novio es celoso. - No te preocupes, yo soy peor- dijo Elfriede sonriendo, mientras lo veía alejarse- Uno menos de quien escondernos- agregó. En cierta forma, lo ocurrido le proporcionaba alivio. Silvestre carraspeó. - Deuteros, ve a preparar a Elfriede para "eso"- dijo con misterio. Deuteros asintió con una sonrisa; todo esto dejó a Elfriede intrigada, pero decidió que lo mejor era no preguntar nada. Ya lo averiguaría en su momento.
Unas horas después...
Elfriede terminó de hacerse las trenzas que envolvían su gran moño, alisó su ajustado vestido rosado y se calzó las zapatillas negras. No había querido usar maquillaje, pero igual estaba hermosa. Deuteros le había propuesto ir a un lugar secreto de una forma muy original: a través de la Otra Dimensión. - ¿Lista?- inquirió Deuteros, entrando en la habitación. - Lo estoy- dijo Elfriede, yendo hacia él. Deuteros abrió el portal multidimensional y tomó a Elfriede por la cintura. - No te sueltes- le dijo, y entraron. Unos segundos después, cayeron en un hermoso jardín de jazmines orientales (como el de multimedia, pero con flores blancas). Elfriede quedó fascinada al ver la multitud de flores blancas, que extendían su aroma y pureza hasta donde abarcaba la vista. Sobre algunas de ellas estaba, cuidadosamente colocado, un mantel a cuadros rojos y blancos, servido con diferentes manjares y bebidas. - ¿Qué es este lugar?- interrogó Elfriede, que seguía sin aliento. - Es un jardín que planté para ti- respondió Deuteros, acercándose a ella por detrás y abrazándola- Como tú plantaste esperanza en mi corazón y amor en mi vida- Elfriede volteó a verlo- Tú iluminaste mi vida, como los cálidos rayos del sol después de una noche de frías tinieblas- la joven le acarició la mejilla y él tomó su mano- Hace un año que los dioses me concedieron el milagro de conocerte, así que- se inclinó hacia ella, mirándola fijamente a los ojos-, aunque no merezco tanta dicha, quería pedirte que te casaras conmigo- Elfriede iba a decir algo, pero Deuteros continuó- Sé que no me puedes jurar fidelidad a mí, porque ya se la has jurado a Athena, pero...- se interrumpió- me conformaría con un "sí"- concluyó titubeante. - Claro que me casaría contigo, Deuteros- dijo Elfriede muy dulcemente, acariciándole el mentón- Yo nunca pensé enamorarme, mucho menos de esta manera- rodeó el moreno cuello con sus brazos blancos- Eres mi necesidad, a tu lado no siento que tenemos un duro destino, ni una guerra por delante en la que probablemente moriremos; tú eres mi refugio, contigo simplemente me siento viva. Deuteros le sonrió y se inclinó más para depositar un cálido beso en los labios amados. - Tal vez debimos traer unas colchonetas para dormir- dijo Elfriede al concluir el beso, pues vio que ya se iba haciendo de noche. - ¿Quién dijo que dormiremos?- fue la pregunta retórica de Deuteros, quien le guiñó un ojo con picardía. - Así que hoy no vamos a dormir... Mm, interesante- dijo Elfriede, sonriendo con malicia. Se sentaron sobre el colchón de jazmines y comenzaron a cenar. - Un lindo picnic, ¿no?- comentó Deuteros, tomando una copa- Natasha y Silvestre fueron los principales organizadores de todo esto. - Lo imaginaba- dijo Elfriede, embelesada con las flores y su aroma- Siempre me pregunté cómo lograste cultivar estos jazmines- tomó unas flores y las colocó en su cabello- Son difíciles de mantener, lo sé por experiencia propia. - No fue nada fácil- dijo Deuteros, con una encantadoramente ingenua sonrisa- Las sembraba una y otra vez y no brotaba nada, pero no desistí, porque sabía que te harían feliz, hasta que lo logré. Elfriede solo lo miró con ternura - ¡Pero qué romántico!- exclamó una voz burlona e irritante a sus espaldas. La pareja volteó y se encontró con la sonrisa malévola de Aspros, la cara iracunda de Sysiphus, la inexpresividad de El Cid, los rostros compungidos de Silvestre, Natasha, Ken, Nicky, Kardia y Rakim (quienes eran traídos a rastras por Sysiphus, Aspros y El Cid) y la expresión confusa de Dégel. - No quería creer esto, Elfriede, pero parece que es cierto- dijo Sysiphus, enfadado como nunca. - Tí...tío, ¿qué haces aquí?- tartamudeó Elfriede, sintiendo que la sangre se le paralizaba en las venas a causa de la conmoción. - No podías ocultar esto para siempre, Elfriede- dijo El Cid serenamente, aunque se notaba su molestia. - Enana, el chismoso de Aspros fue quien le contó todo al tío caballito- informó Kardia enojado. - Seguramente fue Thalía quien se lo dijo- añadió Natasha con pesar. - Sí, la envidiosa de tu hermana andaba por allí y lo descubrió todo- dijo Silvestre, sintiéndose frustrado y un poco culpable. - ¡A CALLAR TODOS!- rugió Sysiphus, dándole rienda suelta a su ira- ¡Aspros hizo bien! ¡Se comportó como un verdadero amigo, aún sabiendo que su hermano fue el desgraciado que se aprovechó de Elfriede! - ¡Tío, no soy una damisela!- se defendió Elfriede- ¡Nadie se aprovechó de mí, yo lo hice todo por mi propia voluntad! - ¡Ven aquí!-ordenó Sysiphus, tomándola del brazo y jalándola hacia él con rudeza- ¡Eres solo una chiquilla! Tú- señaló a Deuteros- te aprovechaste de su ingenuidad; con esa historia del hermanito sufrido y relegado, pusiste cara de pobrecito y le derretiste ese corazón de mantequilla que ella tiene. Tal vez parezca fuerte, ¡pero es tan bondadosa que no dudaría en caer a los pies de cualquier canalla que le pareciera indefenso! - Pensé que Sysiphus era un hombre tranquilo y dulce- le susurró Kardia a Dégel. - No cuando se trata de proteger a sus sobrinos- dijo este. - ¡Ustedes se callan!- tronó Sysiphus- ¡Los encubrieron como verdaderos celestinos! ¡Aquí todo el mundo va a recibir lo que le corresponde y nadie se librará! - Yo no soy un canalla, Sysiphus de Sagitario, yo amo a tu sobrina- dijo Deuteros calmadamente, al tiempo que le lanzaba una mirada desafiante. - ¡No me vengas con esas!- explotó Sysiphus- ¡La usaste para satisfacer tus repugnantes deseos carnales! ¿Qué hay de tus tratos con otras mujeres? - ¡Eso es una vil mentira!- bramó Deuteros, perdiendo la calma y apretando el puño en señal de ira. - Te has vuelto muy atrevido y bocón, sombra- intervino Aspros, quien parecía disfrutar del momento- Sabes muy bien que no eres digno de ella- se acercó a su hermano y lo tomó por el cabello, obligándolo a doblar el cuello- Baja la cabeza- Deuteros alzó unos ojos en los que se leía enojo y desafío- No deberías retarme con esa mirada. No eres más que el segundo, no eres nadie- se volvió hacia el Santo de Sagitario- Sysiphus, ¿cuál es el castigo para las guerreras que se atrevan a mancharse con pecados carnales? ¿Acaso no las pasean desnudas por todo el Santuario?- preguntó venenosamente. - ¡No se atrevan a ponerle un dedo encima a Elfriede-san!- gritó Deuteros indignado, apartando a su hermano de un manotazo. - ¿Te rebelas? ¿De verdad quieres enfrentarme? Bien-dijo Aspros con tono divertido, pero en realidad furioso. Sin dae tiempo a nada, le asestó un puñetazo a su gemelo en la frente, provocando que los sentidos de Deuteros fallaran y cayera al pasto semiinconsciente. - Bien, me retiro- dijo Aspros como si nada, dándose media vuelta. - ¡Deuteros!- gritó Elfriede muy preocupada, intentando ir con él; pero fue detenida por Sysiphus- ¡Déjame ir, tío!- exigió y volteó hacia Aspros- ¡Aspros, eres un maldito! ¡No te lo perdonaréééé! Este ni siquiera se dignó a mirarla. - ¡Basta, Elfriede!- gritó Sysiphus sujetándola fuertemente, pues ella pataleaba intentando soltarse- ¡A partir de ahora, no saldrás del templo de Sagitario más que para entrenar y te vigilaré a todas horas! ¡Te he descuidado, pero no dejaré que vuelvas a reunirte con este descarado! - ¡No, tío, no puedes prohibirme verlo!- chilló Elfriede, cuyas mejillas comenzaron a humedecerse con grandes lagrimones- ¡Yo lo amo!- sollozó. - Vámonos- indicó Sysiphus a El Cid. Ambos dieron la espalda, agarrando a Elfriede firmemente. - Devuélvemela- dijo una voz débil. - Bizcocho, no te muevas, no provoques más al Centauro pateón- le susurró Kardia. - Mi nombre es Deuteros- dijo este, poniéndose de pie- No sé por qué me llamas así...- agregó molesto. - Porque eres moreno y Deuteros es un nombre tan feo- dijo Kardia con tono juguetón. - De tu boca solo salen disparates, aún en estas circunstancias- dijo Dégel, rodando los ojos. En ese momento, Sysiphus se volteó. - Deberé darte un castigo drástico- dijo enojado- No quería hacerlo, puesto que no llevas armadura, pero...- hizo surgir el arco de Sagitario junto a una flecha que apuntó a Deuteros. - ¡No, tío, no lo hagas!- gritó Elfriede desesperada, tratando de escapar de los brazos de El Cid, a quien Sysiphus la había confiado. - No te preocupes por mí, Elfriede-san- dijo Deuteros muy seguro y calmado- Adelante, Sysiphus. Este tensó la flecha en el arco, apuntó y disparó... La saeta dorada rozó a Deuteros por un costado y se clavó en un árbol que estaba detrás de él. - Sabía que la flecha de la Justicia no iba a herirme- reveló Deuteros- Sagitario reconoce que nuestro amor es una causa justa. Sin embargo, el moreno se desmayó, pues Aspros lo había dañado más de lo que cualquiera pudiera pensar. - ¡Deuteros!- gritó Elfriede, alarmada- ¡Deuteros! - Vamos- mandó Sysiphus y se pusieron en camino. - Tranquila, enana, nos encargaremos de él- le comunicó Kardia vía Cosmos, dejándola algo más relajada.
En la casa de Sagitario...
- ¿Qué está pasando?- inquirió el pequeño Regulus, entrando al templo de su tío al sentir el Cosmos de este y su hermana alterados. - ¡Tu hermana tiene...un...un...un novio!- gritó Sysiphus quien, aunque enfadado, mantenía la cordura como para no saber explicarle bien al niño, pero sin decir disparates. - Ya lo sabía- dijo Regulus tranquilamente, sin dar señales de extrañeza. - ¡¿Pero, cómo!?- inquirieron Sysiphus y Elfriede a la vez, asombrados. - Es que una vez vi a mi nee-chan bailando con un joven guapo en el hostal, le pregunté a Silvestre y me dijo que era el novio de nee-chan- explicó Regulus con sencillez. - ¡Y yo soy el último en enterarse de todo!- exclamó Sysiphus airado- ¡Elfriede, voy a mantenerte una vigilancia estrecha! ¡Soy responsable de ti! ¡Tu padre no hubiera aprobado...! - ¡Ya deja de excusarte usando a mi padre!- gritó Elfriede con rabia- ¡Él ya no está con nosotros! ¡Y tú no eres como él y nunca lo serás! ¡Ni siquiera eres mi tío del todo, solo eres medio hermano de mi padre! ¡No eres nada nuestro, no tienes derecho a hacerme esto! ¡TE ODIO! Estas hirientes palabras le helaron la sangre a Sysiphus, quien abrió los ojos como platos y quedó inmóvil y mudo en el lugar, con una expresión petrificada. Elfriede se marchó corriendo y se encerró en su habitación, dando un violento y sonoro portazo.

Capítulo a JohanaSulcaMontalvo. Gracias por tu apoyo y tus bonitos comentarios.

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora