1. Llegada al Santuario

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Elfriede contemplaba la entrada del Santuario con la mirada perdida. Recordaba. La muerte de su padre, cinco años atrás. La muerte de su madre, mucho antes. Ahora que iba a darle un giro definitivo a su vida, recordaba con claridad las palabras de la dulce mujer rubia en su lecho de muerte: "Mi pequeña, recuerda que siempre debes ir hacia donde tu corazón te guíe". Sí; su corazón la había guiado hacia allí, al Santuario de la Diosa Athena. - Regulus, ya llegamos- le anunció Elfriede al niño de 10 años que dormitaba sobre su espalda. Aunque resultaba un poco pequeño para su edad, era un niño muy hermoso, de cabello dorado como el de su hermana, piel muy blanca y, cuando abrió pesadamente sus grandes ojos, se apreció que estos eran de color azul turquesa, un poco más turquesas que los de su hermana. Muchos decían que Regulus era la viva imagen de su padre, Ilias de Leo; pero, pocos se fijaban en el gran parecido entre ambos hermanos. - ¿Dónde está el tío Sysiphus, nee-chan?- preguntó Regulus, bajándose de la espalda de su hermana y frotándose los ojos. - Allí está- respondió Elfriede, señalando a un hombre alto y guapo, de cabellos castaños en contraste con sus ojos azules. Los hermanos se acercaron, viendo la expresión asombrada de su tío, quien estaba junto a un hombre de aspecto imponente y cabello blanco, a quien ambos hermanos reconocieron al instante. - ¡TÍO SYSIPHUS! ¡HASGARD!- gritaron al unísono, yendo al encuentro de ambos hombres. - ¡Miren a quiénes tenemos aquí!- exclamó el Santo Dorado de Tauro- El pequeño Regulus y... Elfriede, has crecido mucho. ¡Eres toda una hermosa mujer! Hasgard se mostró muy impresionado al ver a Elfriede, una chica alta, delgada, de cuerpo atlético, cabellos largos hasta las rodillas que se habían vuelto completamente dorados y un gran busto. - Me alegra que hayan venido- intervino Sysiphus, mirando detenidamente a sus sobrinos. Dos años atrás, él los había buscado. Quería protegerlos y cumplir la palabra dada a su padre el día que los conoció; pero, ellos prácticamente habían huido. Sysiphus comprendió que no estaban listos para ser Santos de Athena. Ahora, sí lo estaban. - Queremos convertirnos en Santos- manifestó Elfriede con gran decisión- Decidimos que Regulus será el portador de la armadura de oro. - Los entrenaré- dijo Sysiphus- Elfriede, tú llevarás una armadura de plata y deberás usar la máscara reglamentaria. - ¿Máscara? ¡Qué ridículo!- bufó Elfriede con desprecio- Yo no usaré ninguna máscara. - Son las reglas, Elfriede- terció Sysiphus. Empezaba a creer que aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba. - Antes de seguir las reglas, deberías preguntarte si son justas- dijo Elfriede, enojada. Evidentemente, no daría su brazo a torcer. - Bueno, puedo hablar con el Patriarca- dijo Sysiphus, tratando de ser justo él mismo. A su sobrina no le faltaba razón en lo que decía. - Puedo pelear tan bien como cualquier hombre, o incluso mejor- argumentó Elfriede. - Jaja, Sysiphus, tu pequeña sobrina es feminista- se rió Hasgard. - No es cosa de broma, Hasgard- dijo Sysiphus, muy serio. En ese momento, un hombre algo más joven que Sysiphus, de largo cabello azul marino al igual que sus ojos y piel muy blanca, salió del primer templo. - ¡Sysiphus! Estaba buscan...- iba a decir, pero se interrumpió al ver a los dos desconocidos- ¿Quiénes son, Sysiphus?- preguntó, mirando atentamente a la linda chica de mirada seria. - Oh, Aspros, ellos son mis sobrinos- dijo Sysiphus- Elfriede y Regulus. Chicos, él es Aspros de Géminis, un amigo nuestro. - Mucho gusto- dijo Aspros, dándoles la mano a ambos. - No lo sé- dijo Elfriede, frunciendo el ceño. Había mirado a ese tipo con ojos torcidos desde el primer momento. - Elfriede, no seas grosera- la regañó Sysiphus. - Déjala, Sysiphus; no me imagino a esta enana de adorno como Santa- dijo Aspros para fastidiar, pasando la mano por el cabello de Elfriede y despeinándola. Grave error, pues ella odiaba que tocaran su pelo. - ¡IDIOTA CONFIANZUDO!- gritó Elfriede enojadísima, dándole tal zape a Aspros, que lo mandó a volar. Luego, se fue de allí airada. Sysiphus soltó un suspiro de resignación. Le esperaba una dura tarea por delante, educando a su rebelde sobrina. Pero, la comprendía. La vida la había vuelto así. - Eso me ha dolido hasta a mí- bromeó Hasgard, riéndose. - No te burles que, para tener un aspecto tan delicado, ella tiene la mano muy pesada- se quejó Aspros molesto, frotándose el golpe. - Sí, ya veo- dijo Hasgard, que encontraba muy divertida la situación. - No sé que le pasa a Elfriede- dijo Sysiphus- Antes, era una niña muy dulce. Fue a buscarla, encontrándola junto a Regulus, en el templo de Leo y con lágrimas en los ojos. A Sysiphus se le encogió el corazón de pena. No, no regañaría a su sobrina. Ella necesitaba amor. - Vamos, queridos- dijo Sysiphus, poniendo un brazo sobre cada uno- Les presentaré a los demás. Elfriede secó las lágrimas de Regulus y las suyas propias; ambos abrazaron a Sysiphus. - Te queremos, tío- murmuraron. Entonces, Sysiphus se sintió listo para la responsabilidad que había decidido asumir hacían  10 años.

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora