Sentimientos que desconoces

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- Oh, no, no otra vez- se lamentó Elfriede, casi cayendo, por sexta vez esa semana, al lago, en el cual se encontraba arrodillada en una parte baja de este. Su tía Arkhes le había dicho que esa agua sagrada era ideal para ayudarle a desarrollar sus poderes como pitonisa, canalizando sus sentimientos y emociones y contribuyendo a ofrecerle una visión clara del futuro; sin embargo, el único efecto que había tenido sobre ella ese entrenamiento, si podía llamársele así, era el de provocarle severos mareos. Llevaba más de una semana intentándolo y solo le había proporcionado malestares. - ¡Elfriede-sama!- gritó alarmada una ninfa de cabello azul celeste y ojos verdes carentes de pupilas, corriendo hacia la mencionada y sosteniéndola para evitar que se empapara completamente en aquellas tranquilas aguas. - No pasa nada, Yuturna, fue solo otro mareo- dijo Elfriede, forzando una sonrisa. De verdad no se sentía nada bien; además del mareo, le dolía la cabeza y apenas había probado bocado en esos días, pues el olor de la comida la repugnaba, por lo que se encontraba algo débil. Mas, no quería preocupar en vano a las gentiles ninfas que se habían encariñado con ella, especialmente aquella joven y esbelta náyade. Seguramente, el estrés le estaba jugando una mala pasada, amplificada por los poderes del lago. - Elfriede-sama, usted no se encuentra bien- dijo Yuturna con dulzura. - Es parte de este proceso, supongo- dijo Elfriede con ligereza, sin dejar de sonreír fingidamente. - No se siente bien desde hace días- intervino otra ninfa, de cabellos rizados color cacao coronados por hojas de laurel y fresno y ojos celestes con brillos negros- Deberíamos llamar a Démeter-sama o a Arkhes-sama. - Basta, Dafne, no molestaremos a una diosa ni a una pitonisa por trivialidades- dijo Elfriede con firmeza, irguiéndose y contemplando la belleza de la noche, en tanto el viento sacudía sus cabellos dorados (como en multimedia, solo que el cabello de Elfriede es más largo). Ambas ninfas asintieron, acatando su decisión. La joven salió del agua y se dirigió a una pequeña y hermosa cabaña de paja que Démeter había dispuesto para ella; una vez allí, se metió en la bañera y estuvo largo rato relajándose entre la espuma. Terminó su baño, se vistió y se dispuso a descansar. En ese momento, tocaron a la puerta. Elfriede abrió confiadamente, pensando que sería Yuturna, quien se había quedado preocupada por ella; grande fue su sorpresa al encontrar, en el umbral de la puerta, a un hombre alto, de facciones rudas, pelo rojo como el fuego y ojos igualmente llameantes. - Ares...- murmuró la joven, sintiendo sorpresa, pero sin demostrar ni el más mínimo temor. - Hola, hermosa- dijo Ares, con una sonrisa maliciosa- No dejo de pensar en esa linda cara desde el día en que te conocí- la tomó del mentón- Eres la nieta de Apolo, pero eso no impedirá que seas mi mujer esta noche- se acercó más, hasta que su aliento rozó el rostro de la joven, quien sostuvo la mirada del dios sin cambiar su expresión seria. - Márchese, por favor- dijo ella, cortés pero tajantemente. - Eres la primera humana que me rechaza- dijo Ares, haciendo una mueca de disgusto- Deberías sentirte honrada de que un dios como yo se fije en ti. - Ningún humano o dios me usará como mujerzuela- dijo Elfriede con firmeza y seguridad. - Tú no vas a burlarte de mí- rugió Ares furioso, acercándose amenazadoramente a la chica- Serás mía, a las buenas o a las malas. Elfriede retrocedió un paso, sin dejar de encararlo. De pronto, su puño envuelto en Cosmos se incrustó en el estómago del dios, haciéndolo retorcerse con una exclamación de dolor. - ¡Maldita escoria humana!- tronó iracundo, elevando su enorme y violento Cosmos- ¡Si quieres pelear, voy a darte una paliza, yo, Ares, Dios de la Guerra! ¡Pagarás muy caro por haberme humillado y aprenderás a respetar a los series superiores, miserable mujer! - Hablas demasiado- dijo Elfriede con total calma. Si sentía algún temor, no lo demostraba en lo absoluto. La joven escuchó la resonancia de su armadura, que había acudido a protegerla ante el llamado de su Cosmos. La cloth la cubrió sin más, y la Santa se colocó en posición de combate. - ¡Tendrás el privilegio de admirar mi poder!- fanfarroneó Ares, o eso pensó Elfriede, mientras encendía su Cosmos, que ahora tenía un brillo dorado como el de los Santos de Oro. Se sorprendió por lo diferente que parecía en ese lugar: cálido, potente, casi divino. Una energía nueva inundó cada fibra de su ser. "Este debe ser mi verdadero Cosmos como semidiosa", pensó Elfriede quien, sin tiempo para más conjeturas, lanzó su ataque a Ares. - ¡Explosión de Orión!- invocó. - Insolente- murmuró el dios con una sonrisa confiada y burlona, que pronto se desvaneció cuando los puños cósmicos impactaron en su cara, haciendo que retrocediera tres pasos. - ¡¿Pero, cómo!?- indagó, anonadado- ¡Se suponía que cualquier ataque de un humano contra un dios le sería devuelto! - Tú lo has dicho, de un humano- explicó Elfriede- No soy totalmente humana, tengo la sangre del dios Apolo corriendo por mis venas. Ares recobró su postura, más enfadado que nunca. - ¡Maldita!- gritó- ¡Te mostraré la diferencia entre tus insignificantes poderes y los de un verdadero dios! ¡Furia legendaria! La bola de violento Cosmos rojizo arrojó a Elfriede contra las paredes de la cabaña, destruyendo completamente su armadura y dejándola literalmente clavada en el techo, aunque no tenía heridas serias gracias a la protección de la cloth. - Ahora, el golpe final...- dijo Ares con una sonrisa de maligna satisfacción; mas, no terminó de hablar, pues a sus espaldas se abrió un portal dimensional que lo engulló y volvió a cerrarse tan repentinamente como se había abierto. - El Dios de la Guerra no es la gran cosa- dijo una grave y desdeñosa voz. Elfriede reconoció al instante la arrogante y regia figura del hombre que la había auxiliado. - Aspros, ¿qué haces aquí?- inquirió, sorprendida- ¿Cómo supiste dónde estaba? Por más que se negara a admitirlo, ese hermoso y malvado hombre la intimidaba. Era el único ser capaz de evocar en ella esa sensación de temor, de creerse indefensa como una verdadera dama en apuros. Sus nervios solo aumentaron cuando Aspros la tomó de las caderas para sacarla del hueco provocado por su cuerpo al clavarse en el techo. Al estar siendo llevada en brazos por él, Elfriede no pudo evitar recordar esa noche que pasaron juntos en la mansión Kòstripas y el lujurioso sueño que Diòrr le provocó. De hecho, había estado pensando en eso con frecuencia, por más esfuerzos que hiciera por borrarlo de sus memorias. - Oh, nunca te había visto sonrojada, enana- dijo Aspros en tono burlón. Ella ni siquiera se había percatado del color rojo que tomaron sus mejillas al solo contacto con el cuerpo masculino. - ¿Acaso lo provoqué yo?- interrogó con malicia el de cabellos azules. - Cállate y bájame- ordenó Elfriede, tratando de sustraer la mirada y escapar de ese vergonzoso momento- ¿Cómo está Deuteros?- preguntó para cambiar de tema. "No nos hablamos desde lo ocurrido, Elfriede", pensó y deseó decir Aspros, pero no quería hacerla sentir mal, así que optó por una lacónica respuesta. - Bien- dijo, y ahora fue él quien cambió de tema- Debemos curar esas heridas. - Son solo rasguños- dijo Elfriede, restándoles importancia a los cortes que sangraban en su frente, pecho y piernas- ¿Cómo me encontraste?- insistió en saber. - Investigué un poco sobre la tal Arkhes- dijo Aspros con indiferencia- Sobre ella se decía que tenía conexiones con el Jardín de las Hespérides. Encontré su ubicación exacta en la biblioteca de Star Hill. - Espera, ¿estuviste en Star Hill?- preguntó Elfriede, entre alarmada y asombrada- Aspros, ¡sabes que está prohibido! - Seh... También estaba prohibido mostrar a Deuteros en público, y a ti no te importó saltarte esa regla- dijo Aspros, mirándola con seriedad a los ojos- Nadie estaba dispuesto a hacer lo necesario para encontrarte, pero yo sí estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti- acercó más su rostro al de ella- Debes volver al Santuario- su respiración se mezclaba con la de Elfriede, poniéndola más nerviosa y sonrojada- Tú no naciste para ser pitonisa. Además- juntó su frente con la de la joven-, yo te necesito. - Eso...Eso debería decidirlo yo- apenas pudo articular Elfriede, quien no atinó a nada al sentir los labios de Aspros rozar los suyos. Estaba como hipnotizada, hasta que... - ¡En el nombre de Zeus!- chilló una voz femenina- ¿Qué ha pasado? Elfriede-sama, ¿se encuentra bien? Rápidamente, Elfriede logró desasirse de los brazos de Aspros y trató de ocultar su bochorno, yendo hacia la dueña de la voz. - Todo está bien, Dafne- le tranquilizó. - Me alarmé al sentir el Cosmos de Ares elevándose- habló Démeter, quien venía detrás de las cinco ninfas junto a Arkhes- ¿Estuvo molestándote? - Sí, peleamos- resumió Elfriede. - Hablaré con él- dijo Démeter- Haré que te deje en paz. - Ahora está en alguna dimensión- mencionó Arkhes- Estará muy molesto cuando regrese. - Yo me ocupo, quédate tranquila, Arkhes- dijo Démeter solemnemente. - Temo que no puedo tranquilizarme- dijo Arkhes, dirigiéndole una mirada fulminante a Aspros- ¿Y tú qué haces aquí? - Sé que no debería pisar terreno sagrado, pero...- comenzó a decir Aspros, revolviéndose con incomodidad por la mirada de la pitonisa. - Eso es lo que menos me importa- le interrumpió Arkhes, cortante- Lo que me preocupa es que viniste tras mi sobrina. Aléjate de ella- su voz y expresión se tornaron amenazantes- Conozco a fondo tu negro corazón, Aspros de Géminis. Será mejor que no te acerques a Elfriede. - Creí que, según tu oráculo, el maldito era mi hermano- ironizó Aspros en tono burlón. - Te aconsejo que midas tus palabras- dijo Arkhes con voz fría y amenazadora- No permitiré que Elfriede sufra ningún mal por tu causa. - Jamás le haría daño- dijo Aspros con seriedad, sus ojos tenían destellos sinceros. - Oigan, ya basta- intervino Elfriede- Tía, Aspros me salvó de ese idiota de Ares. - Ven aquí, querida- dijo Arkhes, haciéndole seña de que se acercara; cuando la joven lo hizo, la pitonisa le susurró al oído: - Elfriede, tú sientes algo por ese hombre. - ¿Odio? ¿Desprecio?- inquirió la chica con cierto sarcasmo, mirando a su tía con el ceño fruncido. - Sientes atracción por él- sentenció Arkhes, negando con la cabeza y cerrando los ojos. - ¡Claro que no, tía!- gritó Elfriede, escandalizada y un poco avergonzada. - Lo peor es que te lo niegas a ti misma- musitó Arkhes, de una manera que ninguno de los presentes pudo escuchar. Démeter se acercó a Elfriede y, con ademanes suaves y maternales, colocó su blanquísima mano sobre los sedosos cabellos de la joven para comenzar a curarla con su Cosmos. - Gracias, Démeter-sama- dijo Elfriede con suavidad, muy reconfortada por la calidez que emitía la diosa. - De nada, pequeña, ahora debes descansar- dijo Démeter, sonriendo de un modo particular. - Estoy bien, yo no...- trató de explicar Elfriede. - Haz lo que te dice Démeter- le interrumpió Arkhes en un tono que no admitía réplica- Y tú, Aspros de Géminis, deberías marcharte ahora. - No me iré sin ella- replicó Aspros; por su tono, era obvio que no cambiaría de opinión. - Ella se quedará, te guste o no- dijo Arkhes secamente. - Vamos, no discutan- trató de mediar Elfriede- Tía, Aspros se quedará conmigo esta noche. Mañana se marchará, te lo prometo. - No hables por mí, enana- gruñó Aspros, un poco enfadado. - Tienes razón, entonces te irás- concluyó Arkhes con sequedad. - Aceptaré la propuesta de la enana- masculló Aspros casi a regañadientes. - ¿Segura que quieres pasar la noche sola con este sujeto?- indagó Arkhes con frialdad, aunque en realidad desconfiada y molesta. "No, claro que no", pensó Elfriede ya arrepentida, pero echarse para atrás sería aceptar que le temía a Aspros y ella era demasiado orgullosa como para mostrar a nadie sus debilidades. - Sé defenderme, tía- fue la respuesta aparentemente segura. - Muy bien- aceptó Arkhes- Entonces, si nos disculpan, nos retiramos, tenemos cosas que hacer- miró gélidamente a Aspros- Mañana ya no quiero encontrarte aquí- finalizó. La diosa y la pitonisa emprendieron su camino, seguidas por las ninfas.
Un rato después...
Luego de una silenciosa y algo incómoda cena con Aspros, Elfriede se encontraba fregando la vajilla en el lavadero de la pequeña cocina. Entonces, sintió unas manos varoniles aprisionando su cintura y un cálido aliento en su delicado cuello. - Entonces, ¿para qué querías estar a solas conmigo?- le susurró seductoramente al oído. Elfriede respiró hondo, tomó valor para no sonrojarse y volteó a ver esas finas facciones que él poseía. - No lo malinterpretes- dijo la joven- Solo quería agradecerte por lo de antes. - ¿Solo eso? ¿Segura?- cuestionó Aspros con sensualidad y una sonrisa juguetona, sin separarse ni un milímetro de ella. - Aspros, yo amo a Deuteros- dijo Elfriede con firmeza, mirándolo fijamente a los ojos. La sonrisa de él se esfumó y la soltó de su agarre, alejándose de ella y pasándose la mano por el cabello. Algo dentro de él se había quebrado. - Eso lo sé- dijo con tono dolido- No tienes por qué restregármelo en la cara. Elfriede se dio una palmada en la frente al ver que había dicho algo que no debía, al menos no a Aspros. Tampoco era su intención herir los sentimientos del mayor de los gemelos. - ¿Qué tiene él que no tenga yo?- cuestionó Aspros con furia, arrugando la frente y apretando el puño- ¡Somos gemelos, deberíamos ser iguales! - Ustedes son muy diferentes, Aspros- dijo Elfriede en tono vacilante, pues temía volver a meter la pata. - Yo podría ofrecértelo todo, Elfriede- dijo Aspros, con un tono entre desesperado y suplicante- Te necesito. Sin saber por qué, la joven sintió compasión por él. Como había dicho Sysiphus, ella tenía una debilidad por los seres indefensos, rechazados o maltratados, y las palabras de Aspros la habían conmovido. "Tal vez solo necesite un amor sincero y puro para convertirse en un hombre mejor", pensó. - Es la primera vez que me llamas por mi nombre- dijo Elfriede con dulzura, acercándose a él y posando su pequeña mano en aquel fuerte hombro- Y es la primera vez que alguien me dice que me necesita- esto último había removido sus sentimientos. Había confusión en ella. Aspros tornó a mirarla; sus ojos mostraron un momentáneo destello de dolor, pero se desvaneció al ver la expresión cariñosa de la rubia. Por más que no quisiera lastimarla, era inevitable que intentara aprovechar el momento. La envolvió en sus brazos y besó suavemente su cuello. Ella se estremeció con ese simple toque. - Aspros, ¿qué haces? Para- murmuró Elfriede, sin convicción en su voz. Él sintió una alegría interna al ver cómo temblaba la mujercita en sus brazos. - Eres muy sensible, eso me encanta- le susurró Aspros al oído, para después morderle suavemente el lóbulo de la oreja. - Para, Aspros, esto está mal- dijo Elfriede en voz baja, sin fuerzas para resistirse. Esa sensación era más fuerte que ella y le impedía alejar a golpes al hombre que ahora recorría la parte interna de sus muslos, por debajo del vestido. Sin esperar más, Aspros se apoderó de los carnosos labios de la joven, en un beso profundo y cargado de lujuria. - Serás mi mujer esta noche- decidió Aspros con voz de galán, mientras su mano descendía hasta la intimidad de Elfriede- Veremos cuánto duras antes de comenzar a gemir- acarició los labios vaginales con fuerza, pero sin brusquedad- Te gustará- ella gimió levemente- Oh, ¿tan pronto estás pidiendo más?- su tono malvado la hizo reaccionar, finalmente. Le soltó una bofetada y luego lo empujó para zafarse de él. - ¿Por qué de repente haces esto?- inquirió Aspros con sorpresa y enfado, a la vez que ofendido, sobándose el golpe. - ¡Eres un maldito aprovechado y manipulador!- exclamó Elfriede iracunda- ¡Desaparece de mi vista, no quiero verte! - ¡Te estaba gustando!- alegó Aspros, cada vez más molesto. - ¡Entiéndelo: yo nunca querría, ni querré nada contigo!- vociferó Elfriede, muy perturbada por todo lo ocurrido, pero segura de lo que decía- ¡Lárgate de una vez! - Está bien- bufó Aspros- No te molestaré más- se encaminó hacia la puerta y, antes de salir, volteó a verla con una sonrisa malvada- Pero, algún día te darás cuenta de que elegiste al gemelo equivocado- agregó para después marcharse. Cuando Elfriede lo hubo perdido de vista, se dejó caer sobre una silla exhalando un largo suspiro de cansancio. Volvía a sentirse mal, y aquella situación solo había agravado sus malestares físicos. Ahora, culpabilidad y confusión la carcomían por dentro, aunados a la nostalgia de los suyos. Tomó una decisión: regresaría al Santuario con los que amaba.
En otro lugar...
Démeter se encontraba descansando sobre la verde pradera, cuando el leve sonido de unos pasos la obligó a voltearse. - Arkhes- le reconoció. - Démeter, lo sabes, ¿verdad?- enunció la susodicha, mirándola inquisitivamente y con esa expresión seria que nunca la abandonaba- Esa sonrisa tuya... - Me conoces bien- le cortó Démeter, esbozando la misma sonrisa- Estoy completamente segura. - Entonces, ¿Elfriede está...?- Arkhes no terminó su frase. - Así es- le confirmó Démeter, y ambas sonrieron.

Bueno, para cuando esto esté publicado, ya seré un año más vieja. Espero que esta historia haya madurado, al igual que yo, cumpliendo sus expectativas.

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora