Juergas nocturnas

227 15 0
                                    

- ¡Qué aburrimientooooooo!- se quejó Kardia por milésima vez. La noche era tormentosa y llovía a cántaros. Todos los Santos de Oro y Elfriede se encontraban reunidos en una recámara muy confortable, que se encontraba a la entrada del Santuario. Los guerreros de élite solían cenar allí muchas noches. La lluvia los había sorprendido en las afueras, por lo que se refugiaron en ese lugar. - Oigan, ¿y si jugamos a "Reto o verdad"?- propuso el pequeño Atlas, quien se encontraba de visita en el Santuario al momento de comenzar la tormenta. - Sí, así pasamos el rato- aceptó Kardia, que haría cualquier cosa por escapar del tedio que lo invadía. - Empiezo yo y luego ustedes por orden zodiacal- dijo Atlas- Las damas primero, así que le toca responder a Elfriede: ¿reto o verdad? - Verdad- respondió esta. - ¿Qué Santo te parece el más lindo?- inquirió Atlas, algo pícaro- Fíjate, no se vale que digas Albafica, porque es muy obvio, ni tampoco Regulus o Sysiphus- aclaró. - Les digo la verdad si no molestan- replicó Elfriede con seriedad, a lo que todos asintieron- Aspros- la respuesta provocó un ¡Ohouu! por parte de los demás- ¿Lo ven?- dijo la chica con enojo- ¡No se puede ser sincera! - ¿Por qué? ¿Qué le ves de lindo a ese?- reclamó Kardia con lágrimas de cocodrilo. - Ah, no, Kardia, es una sola pregunta- replicó Elfriede enojada- No me metas en tu trajín- volteó a ver a Aspros, esperando verle una sonrisa egocéntrica; grande fue su sorpresa al notarle un sonrojo leve- ¡Ja! ¡Aspros se sonrojó! ¡Está sonrojado!- se mofó, batiendo palmas. - Ca...cállate- dijo Aspros turbado, volteando su bello rostro hacia el lado contrario al de sus compañeros para ocultar su rubor, mientras Elfriede sonreía, feliz de ponerlo nervioso.
Unas horas después...
- ¡Ya escampó!- anunció Kardia- ¡Vámonos de juerga! - ¡Sí, vamos!- exclamó Manigoldo. - ¡Otra noche de fiesta!- exclamó Elfriede con alegía. Se levantaron de los asientos que ocupaban y volaron escaleras abajo hacia el hostal. - ¡Nicky, una botella, que la noche es joven!- pidió Elfriede nada más llegar. Era bueno poder relajarse un rato después de tantos líos pues, por si no bastara con el encierro que sufrió durante un mes, ahora su tío la obligaba a entrenar todos los días. Ella quedaba tan agotada por los duros ejercicios, que no tenía ánimos siquiera para ir al hostal y verse un rato con Deuteros, con quien compartía cada vez menos tiempo, y ni qué decir de sus amigos, a los que apenas si saludaba. Ahora podía fiestar, como lo hacía con frecuencia tan solo unos meses atrás. Tomó asiento en una mesa junto a sus acompañantes. - Bueno, Manigoldo, reparte las cartas- dijo Elfriede, sirviendo los tragos tras entregarle una baraja al mencionado. Como era habitual, Ken se les unió.
Un rato más tarde...
- Escalera- anunció Manigoldo, tirando sus cartas sobre la mesa, mientras intentaba escudriñar el rostro de su compañera. - Escalera real- dijo Elfriede, mostrando sus barajas con una verdadera cara de póker. - No es justo, ustedes dos son invencibles- se quejó Ken, arrojando las cartas con disgusto. - Ya lo ves- dijo Manigoldo con arrogancia. - Oigan, ¿y Kardis?- inquirió Elfriede, al notar la ausencia de su bullicioso amigo. - Me abandonó, el muy cobarde- se lamentó Ken. - Tsk...No te quejes más- dijo Manigoldo, chasqueando la lengua. De repente, sintieron una explosión a sus espaldas. Un humo espeso comenzó a salir de la cocina. Los tres jóvenes se miraron con preocupación y corrieron hacia el lugar, encontrándose con Kardia, quien tenía la cara tiznada y vidrios rotos a su alrededor. Elfriede fue hacia él, tomó un paño de cocina y le limpió la cara. - Kar, ¿estás bien?- inquirió preocupada- ¿Qué pasó? - Nada, que intenté hacer el licor que tú preparas y no me salió- dijo Kardia con simpleza, riendo como si fuera una broma. - Al parecer, hizo una reacción química combustible- dijo una voz. Todos voltearon y vieron a Dégel. - Elfriede, es muy tarde- dijo él- Tu tío me pidió que te llevara de vuelta al Santuario. - Últimamente, mi tío no me deja respirar- dijo Elfriede hastiada, haciendo un puchero. - Déjala en paz, Dégel, o me paro allá alante y grito que la viste desnuda- amenazó Kardia, divertido. - ¡No fue porque yo quise!- exclamó Dégel, más rojo que la sangre. Elfriede aprovechó la situación, se acercó a él y tiró de sus cachetes ruborizados. - ¡Awww, Dégel, te ves tan tierno sonrojado!- exclamó con vocecita de niña, poniendo más rojo al pobre Santo de Acuario. - Oh, Dégel-san, esa fresca brisa a su alrededor me recuerda a mi tierra rusa- le sacó conversación Natasha, quien se dejó ver en ese momento para distraer al Santo Dorado y ayudar a sus amigos Kardia y Elfriede a quedarse otro rato. Las dos mujeres se hicieron una seña de complicidad. - ¡Está sonando una música buena!- exclamó Kardia, para seguir la rima- ¡Vamos a bailar, enana!- jaló el brazo de Elfriede y la llevó a la pista de baile. La música era muy movida, y Kardia no la soltaba, bien pegadito a ella y sujetándola de la cintura, provocando los celos de alguien...
Un rato más tarde...
- ¡Chicos, miren lo que encontré en la callejuela!- exclamó Elfriede, mostrando un cachorrito color canela de pelaje largo que traía en brazos- Este lindo perrito tiene una patita rota. Me lo llevaré y lo cuidaré hasta que sane; después, le buscaré un buen hogar. ¡Amo a los animales! "Es como su padre, seguramente", pensó Dégel, sonriendo. - Voy por algunos víveres al almacén- agregó Elfriede, pasándole el cachorro a Kardia, quien lo cargó como si nada- Cuídalo, Kardis, buscaré algo de comer para él. Al entrar en el mencionado recinto, Elfriede se encontró con Deuteros, quien tenía el ceño fruncido y todas las señales de estar enojado. - ¿Qué ocurre, cariño?- inquirió la joven, notando su molestia. - Te vi muy pegada a ese bicho mujeriego- dijo Deuteros, apretando los dientes. - Meh...¿Qué no se supone que la de los celos irracionales soy yo?- bromeó Elfriede con un toque coqueto. - Sí, pero estaban muy jun...- Deuteros no terminó su frase, porque Elfriede lo calló con un beso profundo e intenso, agarrándose de su cuello. - Sin que nadie se me ponga celoso, Kardis y Silv son mis mejores amigos- dijo Elfriede divertida, cuando retiró sus labios de los de su amado- Pero el único al que amo es a ti. - Está bien- aceptó Deuteros, dejándose llevar por las caricias que la chica comenzaba a hacerle. Ninguno se había percatado de que dos pares de ojos claros como agua de río los observaban a través de una abertura en la pared. Un par de ellos reflejaban diversión con la escena; el otro, sorpresa y hasta consternación. - Kardia, ¿estás viendo lo mismo que yo?- inquirió Dégel. - Sep... La enana está con un hombre- respondió Kardia desenfadadamente, sosteniendo juguetonamente al cachorrito que le habían confiado. - ¡¿Cómo puedes decirlo así, tan tranquilo!?- casi gritó Dégel alterado, de no ser porque Kardia se puso un dedo sobre los labios para indicarle silencio- ¡Elfriede es como una hermana para nosotros, y está con un hombre que ni podemos verle la cara desde aquí! - Calma, hombre, ella se ve feliz- le tranquilizó Kardia. - Es una señorita siendo seducida por un hombre- argumentó Dégel molesto. - Elfriede no es una debilucha mujercita que se deje seducir así como así- refutó Kardia. - Tienes razón- reconoció Dégel- Pero hablaré seriamente con ella...

Capítulo dedicado a ArtemisaCosmos por ser mi primera seguidora. ¡Gracias!

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora