Conociéndose mejor

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Dos semanas después...
Deuteros se sentía más feliz que nunca, con la fresca brisa azotando su rostro, el paisaje cubierto de rosas de todas las tonalidades ofreciéndole una agradable vista y... Elfriede, esa bella mujer que lo había cautivado con una simple sonrisa amable y cuyo rostro, bajo ningún concepto, debía ser cubierto por una humillante máscara; era demasiado hermoso para eso. La dulce joven había insistido en que él no usara máscara mientras estaba con ella. - ¿Te gusta mi jardín?- preguntó Elfriede, sacándolo de sus pensamientos- Lo sembré para recordar a mi madre, ella amaba las rosas...- se interrumpió, con semblante de tristeza. - Es precioso, Elfriede-san- dijo Deuteros, tomándole tímidamente la mano- Esoy seguro que a tu madre le encantaría. Elfriede le regaló una dulce sonrisa y le apretó cariñosamente la mano. - Quería sembrar jazmines orientales, que son mis favoritos,- dijo ella, con cierta tristeza- pero, por alguna razón, siempre se marchitan. Supongo que nunca lograré comprender a la naturaleza tan bien como lo hacía mi padre. - Tu padre, el señor Ilias de Leo, era un gran héroe que realizó muchas hazañas- dijo Deuteros, con mucho respeto- Antes de ser como él, tendrás que recorrer un largo camino. - Como siempre, tienes razón- dijo Elfriede, sonriéndole amablemente, lo cual siempre le provocaba un sonrojo a su amigo- Deuteros- escucharla decir su nombre lo estremecía, se sintió idiotizado- Regulus y mi tío están en una misión, así que estaré sola. ¿Quieres venir a cenar esta noche a la casa de Leo?- él vaciló- Vamos, no acepto un "no" por respuesta. - De acuerdo, Elfriede-san- dijo Deuteros. Aunque ella le había dicho con todo entusiasmo "¡Seamos amigos!" cuando se conocieron, Deuteros no podía evitar sentirse algo intimidado por la posición de Elfriede en el Santuario, sobre todo, conociendo la excelente reputación de sus familiares Santos de Oro. Él, en cambio, no era nadie y, a pesar de ser amigos, quería algo más con la bella joven de ojos turquesas; pero, era un sueño tonto e imposible. Suspiró. Se conformaría con la dulzura que ella le brindaba.
Esa noche, en la casa de Leo...
- ¿Está bueno?- preguntó Elfriede, con algo de duda- Lo cociné yo misma. - ¡Esto es delicioso!- exclamó Deuteros, devorando la carne con desesperación. - Tranquilo, que hay más- dijo Elfriede, riéndose ante aquella escena. Deuteros retomó la compostura. - Lo siento...- dijo, apenado. Ella solo se acercó y volvió a llenarle el plato. Deuteros comió a reventar. Jamás había probado cosas tan ricas en toda su vida. - Es muy tarde- dijo Elfriede, cuando terminaron y fregaron la vajilla- Quédate conmigo, odio dormir sola. Deuteros, sonrojado hasta los cabellos, quiso decir algo, pero se atragantó con las palabras y solo asintió con la cabeza. Elfriede, contenta, fue a la única habitación del templo y se puso ropa más cómoda para dormir que su blusa azul sin mangas, los pantalones grises y las botas negras que siempre usaba. Embutida en su blanco y grueso camisón, Elfriede bostezó y llamó a Deuteros. Con timidez y gran sonrojo, Deuteros se acostó junto a Elfriede, pero no pudo dormir. La observaba reposar a ella, que le parecía un ángel, la belleza y ternura de su rostro solo aumentaban al verla dormida. Trató de no pensar nada malo, él respetaba su inocencia y no la dañaría; pero, no pudo evitar imaginarse cosas al tenerla, literalmente, entre sus brazos, durmiendo tan pacíficamente como si estuviera en brazos de su ángel de la guarda. Porque así era.
Unos días después...
- Vamos, Deuteros, voy a Rodorio y quiero que me acompañes- dijo Elfriede, mientras caminaba alegremente junto a su amigo. - Pero, Elfriede-san, sabes que no puedo salir del Santuario, yo....- dijo Deuteros, con cierta melancolía. - ¡Esas son sandeces supersticiosas!- lo interrumpió Elfriede, indignada- ¡Es culpa de los imbéciles del Santuario que te maltrataron!- apretó el puño- ¡Deuteros, métete en la cabeza que tú no estás maldito!- se acercó a él y le acarició la mejilla, que enrojeció al instante- ¡Eres el mejor chico que conozco! ¡No hay nada de malo en que salgamos!- tomó aire- Además, quiero que conozcas a unos amigos- finalizó, más calmada. Deuteros estaba impresionado por la firmeza de su amiga. Realmente ella pensaba eso de él... Se sintió conmovido y reprimió una lágrima de felicidad. - Te acompañaré- accedió. A dos calles de entrar en la villa, Elfriede entró en un enorme y decorado hostal, seguida de Deuteros. Elfriede se acercó a la barra y dio un toque en la mesa. - Nicky, sírveme un trago- pidió. - ¡Elfriede-chan!- exclamó un joven alto, que estaba detrás de la barra- ¡Hola! ¿Beberás lo de siempre? - Hola, Nick, sí- saludó Elfriede. Nicky le dio un vasito con un licor que Deuteros supuso muy fuerte, a juzgar por su olor; pero Elfriede lo bebió de un trago, sin siquiera pestañear. - ¡Hola, Ken!- exclamó Elfriede, saludando a un joven pelinegro que estaba junto a Nicky- ¿Cuándo volveremos a jugar a las cartas? - ¿Para qué, si siempre me ganas?- inquirió el aludido, fingiendo irritación. Elfriede rió y miró hacia una plataforma, donde un joven de piel blanca cantaba y otro moreno tocaba la guitarra, amenizando la tarde del público que llenaba el hostal. Apenas terminaron, ambos corrieron hacia Elfriede. - ¡Elfi!- gritaron. - Escandalosos como siempre- dijo Elfriede, haciéndose la seria- ¡Rakim! ¡Silv!- exclamó, abrazándolos. - ¿Viniste a ensayar?- preguntó el moreno. - Hoy no, chicos- dijo Elfriede, deshaciendo el abrazo- Vine a presentarles a alguien. De atrás de la barra surgió una hermosa joven de cabello largo oscuro y ojos color miel. - No me digas que ese joven de ahí es tu novio, Elfriede-san- dijo ella, siendo la primera en fijarse en Deuteros, quien sintió molestia al ver a Elfriede abrazando a esos dos. - ¡Cla..Claro que no, Natasha!- exclamó Elfriede, nerviosa y sonrojada- Él es mi mejor amigo y quiero que se conozcan. Deuteros, el de la barra es Nicky, dueño del hostal, y el pelinegro es su hermano Ken. Estos dos,- señala del moreno al de piel blanca- son Rakim y Silvestre, y también son hermanos. Ella es Natasha, la esposa de Silvestre. Él es Deuteros, chicos. - Mucho gusto- dijo Deuteros, cortés, pero tímidamente. - Es un placer- dijo Nicky por todos. - Déjame adivinar- dijo Silvestre, con picardía- Él será tu pareja de baile en el Festival de la Luna Llena. - ¿Qué es eso?- preguntó Deuteros- Y... No sé bailar- agregó, avergonzado. - Es el festival de canto y baile que hacemos una vez al mes- explicó Silvestre. - ¡Elfi canta y baila siempre en él!- exclamó Rakim. - Y muy bien que lo hace- agregó Nicky. - No es para tanto, chicos- dijo Elfriede con modestia- Deuteros, si quieres acompañarme, puedo enseñarte a bailar. - Serás bienvenido, Deuteros- dijo Ken, amablemente. Deuteros no pudo rechazar una oferta hecha con tanta gentileza y cariño, así que aceptó. - ¿Él también es un Santo, como Sysiphus, Regulus y tú?- preguntó Ken con curiosidad. - No exactamente- fue la vaga respuesta de Elfriede. - A ver si convences a la señorita de ponerse el vestido que le hice para esa noche- dijo Natasha a Deuteros, para variar de tema, al notar la incomodidad de Elfriede. - No insistas, Tasha, sabes que odio los vestidos- gruñó Elfriede, dando un respingo. - Y, ¿por qué no son novios?- inquirió Silvestre- Se ven bonitos juntos. - No, no tenemos esa clase de relación- dijo Deuteros, sonrojado. - Así es- afirmó Elfriede,también con sus mejillas rojas. En eso, entró una mujer con muchísimo labial y maquillaje, escote con relleno que mostraba casi todo su pecho, esbelta, hermosa, pero vestida descarada y grotescamente, con medio muslo afuera del vestido y cabellos sueltos largos (postizos XD). Elfriede frunció el ceño al verla. - ¿Qué haces aquí, Nelly?- preguntó Silvestre, con un mal presentimiento. Ella siempre le traía problemas con su trabajo y su esposa. - Es que escuché su conversación por casualidad y...- dijo con voz de gata, acercándose a Deuteros. - Aquí no se te ha perdido nada, prostituta- la interrumpió Elfriede, secamente. - ¡Mira que eres boba, Elfriede!- exclamó Nelly, burlonamente- Desperdiciar a un hombre como este- dijo sensualmente, acariciando el hombro de Deuteros y haciéndolo sentir nervioso e incómodo a la vez- Contigo estaría de gratis, muñeco. ¿Qué dices?- le insinúo. - ¡ALÉJATE DE DEUTEROS!- gritó Elfriede, de una forma que estremeció todo el hostal. Sus ojos echaban chispas y su Cosmos asesino haría temblar de miedo hasta al más valiente. Con la cara contraída por la rabia, Elfriede tomó una piedra y la pulverizó al instante con una sola mano. Deuteros nunca la había visto tan enfadada. Bueno, ni siquiera la había visto enojada. - ¡DÉJALO O TE MATO!- amenazó Elfriede, muy en serio. Nelly tragó en seco y desapareció en un segundo de allí, temblando de miedo. Elfriede recuperó su semblante normal y le sonrió a Deuteros, quien seguía muy sorprendido por su reacción. - Vámonos, debemos volver- dijo. Él solo asintió y la siguió, decidiendo que era mejor no hablar de lo ocurrido.

Multimedia: Es Elfriede (bueno, lo más parecido que encontré para ajustarse a mi idea).

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora