Castigo (segunda parte)

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Hakurei, hermano gemelo del Patriarca y Santo de Altar, fue llamado por Sage y se le informó sobre la situación. Muy a su pesar, pues Elfriede le había caído muy bien por su determinación y energía, procedió a sellar el Cosmos de la joven,  poniendo sus dedos en la frente de ella e invocando los poderes de su constelación guardiana. Sysiphus jaló bruscamente a Elfriede por el brazo y, muy enfadado, la encerró con llave en la segunda habitación de Sagitario. Una vez allí, la hasta entonces ecuánime Elfriede se deshizo en llanto. - Tío, quiero ver a nee-chan- exigió Regulus, algo molesto. - ¡Nadie la visitará!- gritó Sysiphus muy enojado- ¡Está de castigo y nadie la verá! Regulus gimoteó de un modo conmovedor, pero su tío estaba demasiado enfadado en ese momento. Corrió escaleras abajo con lágrimas en los ojos.
Un mes después...
Esto ya era demasiado; llevaba un mes encerrada y, aunque su dulce tío le había permitido visitas apenas unas horas después de aquel intempestivo enojo, el no poder ver a Deuteros la mataba por dentro. Elfriede se sentía indefensa sin su Cosmos. Odiaba parecer una mujer débil, más ante la inesperada visita que amenazaba con amargarle por completo el día. - Sabes que podrías librarte de esto si le dijeras lo que pasó realmente al Patriarca- le insinuó Aspros por enésima vez, permaneciendo de pie en la puerta de la habitación, mientras Kardia y Sysiphus preparaban un pastel de manzanas para la prisionera y Regulus había ido a Leo a buscar los jazmineros. - Déjame en paz- dijo Elfriede, frunciendo el ceño. - No seas así, linda- dijo Aspros con tono coqueto- Podríamos salir sin que se dieran cuenta... - ¿Y hacer qué?- intervino Sysiphus molesto, entrando junto a Kardia y Regulus- ¿Cuáles son tus intenciones con mi sobrina, Aspros? - Oye, Sysiphus, que Regulus está presente- dijo Kardia con picardía, mientras el niño se encogía de hombros sin entender. - Debería quedarse así para siempre, tan lindo e inocente- dijo Elfriede con dulzura, acariciándole el cabello a su hermano. - No tengo malas intenciones con Elfriede- aseguró Aspros. - Anjá- dijo Kardia, con escepticismo y malicia- Aquí todos sabemos que tú solo quieres tirártela. - Miren, el burro hablando de orejas- se burló Aspros. - ¡Elfriede es como una hermana para mí!- chilló Kardia molesto. - Ya basta- intervino Sysiphus- Mi sobrina es demasiado joven. Podrá pensar en noviazgos cuando tenga 20 años. Elfriede suspiró con frustración. Al parecer, su criterio no contaba. Tomó un pedazo del pastel, el cual traía Sysiphus en una bandeja, y lo comió en silencio. Un momento después, Sasha irrumpió en el lugar. - Disculpen...- dijo la chiquilla con algo de timidez- Vine a ver a Elfriede. - ¡Athena-sama!- exclamaron todos los presentes, haciéndole una reverencia a la pequeña. - No tienen que hacer eso- dijo ella, acercándose a Elfriede- Le pediré a Sage que te retire el castigo- añadió, un poco apenada por la expresión de tristeza que mostraba Elfriede, para quien todo aquello era un duro golpe y una deshonra para su familia. - No se preocupe por mí, Sasha-san- dijo Elfriede con entereza- Yo soportaré mi castigo como una mujer, no intentaré huir y pagaré por mis errores. - Aún así... ¡Creo que no lo mereces!- le refutó Sasha- Proteges a alguien que amas, ¿cierto? - Así es, Sasha-san- aceptó Elfriede en un susurro. - Eso no tiene nada de malo- dijo Sasha con dulzura y comprensión, tomando suavemente la mano de Elfriede- Yo creo que lo que se hace por amor nunca es un error. - Esta niña voluble no ama a nadie- dijo Aspros despectivamente, ganándose que Elfriede lo fulminara con la mirada y Kardia rodara los ojos. - Tú eres el que no ama a nadie- replicó la Santa de Orión con desdén. - ¡Vamos, prácticamente todos los hombre del Santuario estuvieron tras de ti y no les hiciste caso!- exclamó Aspros con doblez. - Claro que no; soy una chica decente, no soy una mujerzuela- dijo Elfriede muy enojada- Al contrario de ti, que eres un puto. - ¡Elfriede!- regañó Sysiphus con molestia- ¿¡Qué palabras son esas!? - Perdón, tío, es que Aspros saca lo peor de mí- se excusó Elfriede, escondiendo la mirada. - Claro, échame la culpa de tus malísimos modales- dijo Aspros, enojado. - Controla a tu amigo, tío- exigió Elfriede, arrugando la cara. - Kardia es una mala influencia para ti, juntarte con él te ha echado a perder- dijo Sysiphus, con un suspiro de cansancio. - ¡Hey, yo no tengo velas en ese entierro!- se defendió Kardia. - A ti estar con Aspros te ha dañado el cerebro, tío- bufó Elfriede, cruzada de brazos. - Sí, corrompí al santo Sysiphus- ironizó Aspros. - ¡Cállense! ¿Qué pensará Athena-sama?- dijo Elfriede, recordando la presencia de la diosa. Los tres la miraron; tanto ella como Regulus observaban la escena, divertidos y un poco confusos. La entrada del Patriarca puso un punto final definitivo a la discusión. - Elfriede, todo se ha aclarado y te retiro el castigo- habló Sage con solemnidad. Estaban un poco estupefactos, pero todas sus dudas se disiparon al ver, junto al Patriarca, una conocida figura femenina. - ¿Arkhes?- inquirió Sysiphus, boquiabierto. - Tía- musitó Elfriede, menos sorprendida, pero también asombrada. - Sí, Arkhes me explicó que llamó a Elfriede para revelarle su parentesco con ella, pero su irresponsabilidad hizo despertar al pitón, quien derrumbó el templo- explicó Sage- Para protegerla de la ira de las demás pitonisas, que estaban supervisando los otros oráculos, Elfriede decidió guardar en secreto absoluto el tema, lo cual entiendo. - ¿La conocías?- preguntó Sysiphus, mirando a Elfriede con estupefacción. - ¿Tú sabías todo esto, tío?- inquirió Elfriede molesta, al tiempo que asentía. - Eso explica la desaparición momentánea del arco y flechas de Sagitario ese día...- murmuró Sysiphus para sí mismo- Lo siento, tu padre me pidió guardar el secreto hasta que la misma Arkhes considerara oportuno revelártelo- le dijo a Elfriede, alzando la voz. - Bueno, ¡soy libre!- dijo Elfriede alegremente, dando saltos- Me marcho. Besó las frentes de Sasha y Regulus y se fue a toda prisa, antes de que su tío pudiera decir algo. Antes de bajar los escalones, miró a Arkhes. - Te debo una, tía- le dijo por medio de su Cosmos. La mujer le dio una pequeña, pero reconfortante sonrisa.
Mientras, en el hostal...
- ¡No puedes ir, Deuteros!- exclamó Silvestre, sujetándolo a duras penas junto a Nicky, Ken, Natasha y Rakim, aunque sabían que, si él trataba de zafarse en serio, no podrían retenerlo. El moreno solo forcejeaba levemente. - ¡Déjenme ir!- exigió- ¡Ya me han convencido demasiadas veces de no hacerlo! ¡Elfriede-san lleva un mes castigada por mi culpa!- dejó de forcejear, el abatimiento se apoderó de él- Debo dar la cara como un hombre y recibir el castigo que me corresponde. - Me arrepiento de haberte dicho lo que me contó Kardia- dijo Silvestre, un poco desesperado- Tenía que haber inventado una mentira para justificarte la ausencia de Elfriede, y no estarías así. - ¿No te das cuenta que, si vas, solo conseguirás angustiar a Elfriede-san?- dijo Natasha, en tono persuasivo. - Sí, la castigarán más aún por saltarse las reglas al estar contigo- argumentó Rakim. - Está bien...- dijo Deuteros triste, con expresión resignada y dejándose caer sobre una silla. De pronto, sintió unas pequeñas y sedosas manos femeninas cubriendo sus ojos. Un conocido aroma de jazmín se impregnó en su piel. Sonrió dichoso. - ¿Elfriede-san?- inquirió dudoso. - Sí, soy yo- respondió ella, descubriendo sus ojos. El moreno alzó la vista y miró con deseo la imagen amada. - Llevamos un mes sin vernos- dijo Elfriede. - ¿Te parece si recuperamos el tiempo perdido?- preguntó Deuteros con cierta picardía. - Vamos arriba- contestó Elfriede del mismo modo.

Yo te voy a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora