“El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el valor de ir a buscarla al borde de un horrible precipicio.”
Stendhal.
Cuidadosamente su mirada se paseaba de una esquina a otra.
Llevaba días en el duro oficio de la prostitución, prontamente había aprendido que las mujeres del lugar lo odiaban y le harían las peores maldades si tuvieran la oportunidad.
Aprendió que estaba solo.
Todos los días pensaba en el Omega. Sabía que trabajaba dentro, pero nunca tenía la oportunidad de poder verlo. Había escuchado hablar a las mujeres de cuan tenebroso era trabajar allí.
Y ahora él también tenía miedo.
Sus piernas temblaban cuando lograba encontrarse cerca de aquella puerta.
Todas las noches a la misma hora se encontraba descuidada. Pero temblaba con la sola idea de entrar.
Se ponía nervioso de la sola idea de volver a verlo. Pero el miedo de lo que encuentre allí le daba miedo.
¿A quién no? A veces escuchaba gritos que lograban perturbarlo y producir pesadillas.
Sus manos temblaban y sudaban por los nervios…
Y escucho un fuerte estruendo. La puerta fue abierta y se escondió tras la pared para no ser visto. Ellos salieron corriendo dirección a donde provenía el ruido.
Los gritos, las mujeres corriendo en su dirección. Fue empujado e ingreso al interior inconscientemente.
Pero no podía salir. Lo podrían ver.
Se quedó escondido tras unas grandes vasijas que contenían plantas dentro.
Trataba de controlar su respiración. Cuando escucho más gritos. Observo como un amontonamiento de personas, corrían desesperados.
“Bien, es ahora… Vamos, ahora, ahora, ahora.”
Se levantó y corrió en dirección opuesta a los demás, lo empujaban contra la pared del estrecho pasillo pero aún así, continuó.
Llegó a un gran espacio abierto, totalmente destrozado. Había sangre en el piso… Tembló... Pero no había nadie vivo allí.
Camino lentamente, con cuidado de no pisar los vidrios rotos de las botellas, camino hasta llegar a una vieja escalera de madera en un rincón.
Subió lentamente, la madera crujía bajo sus zapatos. Respiraba pesadamente pero llegó a la parte superior.
De nuevo, un pasillo, con muchas puertas. Podía escuchar los gritos que salían por esas puertas. Cada una con un número y por debajo letras.
Nunca había aprendido a leer, por lo que no podría saber que decían.
Tenía miedo, trataba de reconocer las voces y los gritos, reconocer si alguna de aquellas voces era del Omega.
Y lo encontró.
Un gritó tan desgarrador... Empujó la puerta y lo encontró.
Allí, aquel Omega, con sus ojos vendados, su cuerpo atado con sogas gruesas que dejaban ver como su blanca piel se ponía roja por la fuerza aplicada, estaba siendo brutalmente embestido y podía ver la sangre correr por las piernas del Omega.
Tapo su boca para evitar hacer ruido alguno.
Tenía que ayudarlo.
Él estaba sufriendo.
Pero no era fuerte.
Tenía una idea.
Cerró la puerta suavemente. Tomo el perchero que se encontraba a un lado, tomo aire profundamente y se acercó a paso lento. Cuando el hombre, captó su presencia, volteo y cerrando los ojos fuertemente golpeó con todas sus fuerzas a aquel hombre.
Ya desmayado aquel señor, soltó el perchero y rápidamente descubrió los ojos del asustado Omega.
—Tú… ¿¡Qué demonios haces aquí!?
—Y-Yo quería…
—T-Tu qu-querías, ¡Querías ¿Qué?!
El Alfa se avergonzó al ser burlado por su dificultad al pronunciar aquellas palabras, pero negó con la cabeza.
—Quería ayudarte.
—¡Yo estoy bien, no necesito tu ayuda, vete!
—¡N-No es cierto, estás sangrando!
Escucharon ruido, como si muchas personas subieran por las escaleras y pronto… Se escucho un disparo más un grito femenino que luego, silencio.
—¡Desatame ahora!
Gritó en un susurro al Alfa.
—Ahora si ¿Verdad?
Le respondió en reproche tratando de quitar los nudos, los disparos se repetían.
—Vamos, rápido, toma aquellas tijeras de la cómoda.
El Alfa acató la orden rápidamente y logró cortar los suficientes nudos como para que el Omega de deslizara fuera de esas cuerdas.
Noto su gesto adolorido. El Omega no podría escapar siendo que apenas podía moverse.
Tomo unas ropas de aquel armario y un largo albornoz de seda que le coloco al Omega.
—Toma, atalo en la ventana fuertemente ¿Oíste?
—P-Pero como…
—¡Solo hazlo!
El Alfa volvió a obedecer, entendió que la soga con la que el Omega había estado atado serviría para bajar por la ventana.
—Caeremos sobre esas plantas.
—Es mejor que el suelo, baja.
—Tu primero.
—¿Qué? ¡Baja de una vez!
—¡No! Tú te quedarás, lo sé, me dejarás solo, no quiero, baja.
El Omega abrió los ojos sorprendido, finalmente, tomo la dichosa cuerda y se sentó en el marco de la ventana, apretó la cuerda entre sus manos y se dejó caer para bajar poco a poco, luego, se soltó para caer sobre las plantas. Gimió con dolor, sus piernas temblaban. Se arrastró fuera de allí para observar hacia arriba.
El Alfa repitió la acción del Omega, y cuando la puerta fue abierta, se soltó para caer en las plantas.
Sin tiempo para quejarse por el dolor, tomo al Omega del brazo y corrieron lo más lejos que pudieron.
Juntos escaparon.
Nuevamente se salvaron.
Pero cuando volteo, observo aquella sonrisa en el extraño Alfa.
E inevitablemente, sonrió también.
Algo cálido crecía en su interior.
Con las manos juntas aún, corriendo en la noche, dejando la muerte detrás...
El amor que crecía poco a poco.
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Hijo de Omegas.
WerewolfUn Alfa con pasado oscuro escapa de su hogar para parar los abusos. Sin saber nada de la vida huye... Corriendo por las calles buscando protección para escapar de su "familia" quienes lo quieren muerto. Un Omega agresivo por razones que la vida le a...
